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Alonso tiene el enemigo en casa

Un inglés, Peter Collins, escribió hace ahora cincuenta años una de las historias más bellas de la F-1. Sucedió en el GP de Europa de 1956 en Monza cuando se jugaba ganar el Mundial ante su jefe en Ferrari, Juan Manuel Fangio, y el piloto de Maserati, Stirling Moss. Al Chueco se le averió su coche mientras Moss era líder, por lo que éste ya era virtual campeón. De pronto Collins, que optaba todavía al título si el alemán sufría una avería, paró en el box de Ferrari y le dijo a Fangio: "Siga usted maestro, yo soy joven y tendré tiempo de pelear otros campeonatos". El argentino, sorprendido, montó en el Ferrari-Lancia D50 (entonces se permitían estos cambios) y quedó segundo, detrás de Moss, ganando su cuarto título. Collins murió en Nurburgring en 1958 y Fangio conquistó otro mundial más.

El gesto fue ejemplar, pero apuesto que Enzo Ferrari no hubiera admitido otro supuesto que aquél. Il Comendatore siempre imponía una jerarquía clara entre sus pilotos, una política que mantiene el hoy presidente Luca di Montezemolo. Felipe Massa, o antes Rubens Barrichello, está al servicio de Michael Schumacher, que es el boss indiscutible e indiscutido en Maranello. Flavio Briatore y Giancarlo Fisichella deberían intentar seguir el ejemplo de Enzo Ferrari, Peter Collins y Ferrari, ayudando a Fernando Alonso en todo lo que puedan, aunque me temo que no están muy por la labor tras lo visto ayer en Hockenheim, una actitud que le puede costar el título a Renault. Lamento mucho decirlo, pero Alonso tiene el enemigo en casa.