Jefferson Pérez ganó para Ecuador

Los veinte kilómetros marcha no los ganó Paquillo, aunque no podremos reprochárselo. Se vació en el empeño, en el sentido literal de la palabra. Y era tal su ansia de ganar que la medalla de plata le supo a fracaso, del mismo modo que la de bronce le supo a gloria al emergente Molina. Ambos flanquearon en el podio a Jefferson Pérez y esa foto sin duda será portada hoy en todos los periódicos de Ecuador. Jefferson Pérez en todo lo alto, Paquillo y Molina a sus lados. Una hermosa compensación al esfuerzo de tantos ecuatorianos que buscan su futuro aquí, entre nosotros, a diez mil kilómetros de su tierra, de sus familias.

A uno, que va teniendo años y memoria, le recordó los tiempos en que las victorias de Bahamontes en Francia,del Real Madrid en Alemania o Suiza, o de Santana en cualquier parte, llenaban de orgullo a los españoles emigrantes, que soportaban fatiga e incomprensión a cambio de unos ahorros y de unos conocimientos que a la larga remediaron a este país, le hicieron salir del atraso y le fueron colocando en la situación de privilegio que ahora vivimos. Aquellas victorias alumbraban momentos felices que en años monótonos, en climas fríos, bajo cielos nublados, entre lenguas extrañas, hacían más llevadero el duro trabajo diario.

Por eso me gustó que Jefferson Martínez brindara su victoria a todos los ecuatorianos que trabajan en España, que ayer sin duda saltarían de felicidad con la gesta de su héroe. El deporte no da soluciones, pero sí da alegrías incomparables. Y por eso mismo me duele la práctica reciente de países ricos de arrebatar, a golpe de petrodólares, campeones a los países más pobres de la tierra, a países que soñarían con el PIB de Ecuador, que sufren sequías, hambrunas y desastres, y a los que se les niega incluso la sencilla e ingenua alegría de saber que uno de los suyos ha ganado una medalla de oro y ha hecho sonar su himno en un lejano país.