Novak Djokovic

No había mejor desquite que volver a reinar en el Open de Australia, su torneo fetiche, ante el aplauso de los mismos ciudadanos que un año atrás reprobaban su comportamiento.

Hay dos clases de personas, las que se hunden ante las dificultades y las que las aprovechan como combustible para salir a flote, como el serbio.

Djokovic sabe que se juega mucho, porque además del número uno, de su 10º título en Australia y de su 22º Grand Slam, tiene pendiente la dulce venganza por su deportación.