TOKIO 2020 | DIÁLOGOS OLÍMPICOS
“Vivimos en una sociedad de medallitis”
Ribera, Lock y Martín, seleccionadores de balonmano, hockey y waterpolo, dialogan en AS sobre el éxito de los deportes de equipo y los soñados Juegos de Tokio.
Los Juegos de Tokio (del 23 de julio al 9 de agosto) mostrarán una vez más la pujanza española en los deportes de equipo. Solo Estados Unidos (10) y Australia (11), dos potencias en el medallero, superan a España, que viajará con nueve (baloncesto, hockey, waterpolo, balonmano y fútbol masculino) grupos de garantías, que en este ciclo olímpico han conseguido subirse a los podios internacionales. “Yo reflexioné hace dos años sobre ello —se arranca Adrian Lock, seleccionador femenino de hockey— y pienso que aprovechamos al máximo los recursos. Tenemos poco dinero, pocos clubes, pocas jugadoras... Y eso permite que nos centremos en un grupo concreto y la formación sea de mayor calidad”.
También en waterpolo, como apunta el seleccionador masculino David Martín, existe una “detección precoz del talento”. “Por eso hemos sacado a waterpolistas como Munarriz (Pamplona) o Guillermo Molina (Ceuta), de lugares sin tradición”, revela. Pero el que fuera capitán de la Selección española en los Juegos de Londres 2012 resalta otro argumento: “Hay una cultura de país. Somos unos apasionados. El nivel de entrenamiento es alto. Tenemos técnicos por todo el mundo; en mi caso nuestro grupo humano es potente y eso es clave en los momentos complicados”.
Martín pone como ejemplo el balonmano, donde los mejores equipos europeos están dirigidos por técnicos españoles. Jordi Ribera, seleccionador masculino, responde por alusiones: “Se hablaba del gen competitivo balcánico... Quizás lo hemos heredado. En España la competición ha bajado, pero no el nivel de la Selección. Otros países como Francia lo tienen todo y ahí siguen. Los españoles somos creativos. Y a eso hay que añadir la buena formación y el gen competitivo. En nuestro caso el compromiso del equipo es máximo”.
Tres caminos pero una vida, la de seleccionador
Pero antes de conocer a fondo el laberíntico y obsesivo mundo de los banquillos, Ribera, Lock y Martín vivieron tres caminos distintos para alcanzar esos puestos. Poco podía imaginar Ribera (Girona, 1963), a sus 15 años, que aquel día en su pueblo (Sarrià de Ter) cuando le pidieron ayuda para dirigir a un grupo de niños de ocho y nueve años prendería la llama del entrenamiento y de la dirección de grupos. En 2016, después de ser un clásico de clubes en España y entrenar a Argentina y Brasil, se hace cargo de la Selección. “Echo de menos el día a día, porque eso genera fluidez. Vivo en Madrid, trabajo muchas horas, viajo a ver partidos, hago tecnificaciones de la base y coordino juveniles y júniors”, valora.
Si Ribera fue un técnico precoz, todo en Lock transcurrió de manera natural. De adolescente, amó el deporte en su colegio de Sheffield, su Macondo particular. En el año 2000 llegó a España como jugador y allí descubrió la enseñanza: “No tenía un plan. Me ofrecieron la oportunidad de entrenar y estuve cuatro años de segundo. Luego ya fui primero y entré en las inferiores. Y así hasta la absoluta, en 2013”.
Curiosamente, en ese 2013 fue cuando David Martín vivió su primera experiencia en un banquillo como ayudante de Rafa Aguilar en la Selección española. Anteriormente, el barcelonés había sido un jugador internacional, que ya participaba en entrenamientos con la Generación de Oro pese a su juventud y que luego capitaneó un equipo que ganó tres medallas entre 2005 y 2009. En 2017, su talante y su ascendencia en el waterpolo le llevaron al máximo cargo. “Ser entrenador lo llevas dentro. Cuando fui capitán ya pensaba como entrenador”, matiza.
Detrás de todos ellos, se esconde una manera de liderar moderna, que abre debates. “El liderazgo va con la persona. He sido natural. Soy una persona comunicativa, analítico y me gusta trabajar. Antes los entrenadores eran más vitales, enérgicos y autoritarios, ahora formamos desde el colectivo y cada uno tiene su función”. Martín, que ha escuchado las historias de esos técnicos autoritarios en el waterpolo de los 90 con el fenómeno del croata Dragan Matutinovic, asiente con asteriscos: “El liderazgo sale solo. El modelo bueno es el que te hace ganar. Los jugadores de hoy en día están preparados, saben de todo, son profesionales. Los tienes que convencer, y eso es bueno porque nos exige. Pero no es que lo que se hacía antes no era válido”.
Las luces de Tokio y el sueño de la medalla
A menos de tres meses para los Juegos, las selecciones viven entre la incertidumbre y el estrés. Cada seleccionador considera que hay un aspecto que puede condicionar el rendimiento. “La villa olímpica son luces. Todo lo otro lo hemos entrenado, y los jugadores ya saben jugar sin público. Hay que ver cómo será la organización”, dice Ribera. Más preocupado se muestra Martín: “Me preocupan los días fuera del agua. El estrés de saber si tu PCR es positiva y si te quedas sin Juegos. Los que han vivido unos, verán que serán distintos; y los que no los han vivido dirán, ¿esto será así?”. En la misma línea se muestra Lock: “Lo más difícil es el aislamiento. Quizás estaremos allí cuatro semanas en una burbuja, cuando lo normal es estar diez días en otras competiciones o concentraciones. Eso puede agobiar, lo sé por otros deportes como el rugby que lo han sufrido”.
En esas circunstancias, y aunque eliminan el término medalla de su vocabulario (“estamos en una sociedad de medallitis”, resume Ribera), lo cierto es que el ciclo olímpico avala el trabajo de las tres selecciones y abre las opciones de podio en Tokio. El waterpolo ha sumado tres platas seguidas en Europeos y Mundiales: “La gente nos habla del oro, como si solo hubiera dos equipos... Hay siete candidatos. Hay que valorar lo que hicimos. Si estamos al mejor nivel, podemos estar ahí. Pero nuestra primera final estará en los cuartos de final”.
Lock también llega con un grupo reforzado, tras los bronces en Europeo y Mundial. “No nos focalizamos en la medalla, sino en el trabajo previo. Es cierto que las últimas medallas nos han valido para que las jugadoras tengan confianza, para que vean que hay algo tangible. ¡Pero en el último Mundial nos impulsó la decisión de un árbitro! Ese pelín de suerte cuenta”.
Ribera, reflexivo, que llega a Tokio con tres medallas y un grupo con muchos jugadores que se retirarán, aboga porque se valore “el día a día”. En Río no estuvimos, aquí sí. Hay que valorar lo que hace en España en deportes de equipo”, cierra.