Johaug, del infierno al cielo
Tercer oro para la esquiadora noruega, ausente en PyeongChang por positivo en esteroides y reina en Pekín. Con 33 años, todo apunta a la retirada.
Los 30 kilómetros libres en salida masiva son una de las pruebas más duras de los Juegos Olímpicos de Invierno. Muestra de ello es la estadounidense Jessie Diggins, medalla de plata. Nada más cruzar la meta, cuerpo al suelo, sucumbiendo a la emoción del momento, pero también al esfuerzo. Aún más, con la meteorología actual, que ha estado cerca de cancelar la primera prueba olímpica, el paralelo por equipos mixtos, desde 1928. Pekín, que arrancó con un clima más o menos amable para los atletas, ha visto como, con el avance de la competición, sus condiciones se complicaban de forma drástica. Casi -15º, no excesivos para lo visto, pero endurecidos por las fuertes rachas de viento. En el podio, sin ir más lejos, las atletas recibían sus premios con la cara visiblemente helada, añadiendo épica a una de las carreras reinas del olimpismo invernal.
A sus 33 años, todo apunta a la retirada. Al fin de una carrera con luces y sombras. Estas últimas, concentradas en su mayoría en 2018, cuando un positivo por esteroides le impidió estar en PyeongChang. Las primeras, en Pekín, donde ha dominado de forma autoritaria el esquí de fondo femenino. En su primera participación, el 7,5 km + 7,5 km, arrasó, dejando a sus compañeras de podio a más de medio minuto de distancia y, con tanto margen, tomándose el lujo de ajustarse las protecciones por el camino. Lanzaba la amenaza y ha cumplido. En los 10 km, mostrando su versión más humana, triunfó por sólo cuatro décimas, pero ha cerrado el circulo con otra exhibición. El acorazado noruego, Demolition Woman... Múltiples apodos para referirse a una fuerza de la naturaleza. Tras su vacío en 2018 y la plata y el bronce en 2014, su posible despedida será entre oros.