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AS COLOR: Nº1

Cuando ya no queda... ni la URSS

En los 70, España jugaría en Moscú ante un país desconocido por simple lejanía y cierre de fronteras y medios. Hoy sería inconcebible.

Vista panorámica del Estadio Lenin.
DIARIO AS

"De siete clubs (sic) en 1936 a 55.000”. Así titulaba Gerardo García su reportaje sobre el fútbol soviético en el número inicial de AS Color. El reportaje era la columna vertebral de lo que hoy se hubiera llamado un ‘scouting report’, un ejercicio de ojeo técnico y periodístico sobre un fútbol bastante desconocido entonces a este lado del Telón de Acero. Un desconocimiento por simple lejanía y cierre de fronteras y medios, que hoy se vería inconcebible. “También en Rusia el fútbol es deporte rey”, rezaba otro titular.

"Rusia, nuestro gran próximo rival”, avanzaba la portada de AS Color, un medio que nació adelantado a su tiempo, un antecesor bastante parecido a los grandes ‘magazines’ deportivos que surgirían con el paso de las décadas. Se trataba de dar buenas historias previas al gran partido de la fase previa de la Eurocopa de 1972 entre la Unión Soviética (no Rusia, que se escribía como más políticamente correcto) y España, en el Estadio Lenin de Moscú, hoy Luzhniki. Nueve años después, ese mismo Estadio Lenin acogería unos Juegos Olímpicos boicoteados por Occidente.

Pero lo que no podía imaginar Gerardo García ni casi ninguno de los 4.500 españoles que viajaron al duelo insólito del Lenin (la Selección de fútbol de España nunca había traspasado la frontera soviética) fue que ese fútbol de los 55 ‘clubs’ se iba a desintegrar en sólo 20 añitos. El 2 de diciembre de 1991 quedó disuelto oficialmente el Campeonato de Liga de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), ya en plena diáspora política. Antes de la extinción formal del Campeonato de la URSS ya hubo equipos de repúblicas más levantiscas o adelantadas que se fueron a integrar sus nacientes Campeonatos Nacionales: el histórico Dínamo Tbilissi, el grande de Georgia (en cuyo estadio jugó el Betis contra el Dínamo Moscú, en 1978, y el Real Madrid en 1981 ante el Spartak), el Chernomorets Odessa (en cuyo campo fue donde García Remón se consagró como el ‘Gato de Odessa’, en 1971) o los lituanos del Zalgiris Vilnius. En ese 1991, el CSKA de Moscú, el equipo del Ejército Rojo, fue el último campeón de la Liga de la URSS, dominada ancestralmente por Spartak y Dínamo de Moscú, por el mismo Dínamo Tbilissi y, entre los años 70 y 80, por los ucranianos del Dínamo de Kiev, patroneados por el coronel Lobanovski: Rudakov, Blokhin, Mikhailitchenko, Onistchenko, Belanov…

Nadie puede dudar de que la desintegración de la URSS y su fútbol de 55.000 sociedades afiliadas hundió las perspectivas deportivas de lo que podría llamarse (incluso se escribía) ‘el fútbol ruso’. Un fútbol peculiar: maquinizado y con mucho de rodillo físico. Bajo el nombre colectivo soviético, las selecciones de la URSS fueron logrando títulos: en 1956, la medalla de oro olímpica; en 1960, campeones de la Eurocopa, donde los soviéticos fueron después subcampeones en 1964, 68 (por moneda, ante Italia), 72, 80 y, al fin, 1988, en la célebre finalísima de Múnich que apuntillaron para Holanda los tremendos goles de Ruud Gullit y Marco van Basten a Rinat Dassaev. El mejor puesto de la URSS en Mundiales vino a ser la cuarta plaza de 1966 en Inglaterra, con Yashin, Szabo, Voronin, Chislenko y Chesternev.

La desmembración en pequeñas repúblicas del imperio socialista que fue la Unión Soviética, presagiada y anticipada por la CIA, trajo el fin de cualquier sueño imperial futbolístico de su núcleo central, la Federación Rusa. Incluso antes de 1991 ya empezaron a salir jugadores de élite al exterior, lo que hubiera sido impensable en los buenos tiempos de los padrecitos Stalin, Khruschev o Brezhnev. En 1988 fichó por el Sevilla la primera perla futbolística que el Comité de Deportes soviético (Goskomsport) enviaba al exterior: el portero internacional tártaro Rinat Fayzrakhmanovich Dassaev, legítimo heredero de Lev Yashin, la leyenda del Dínamo de Moscú, ‘La Araña Negra’. La inmensa mayoría del dinero que pagó el Sevilla por el pase de Dassaev (200 millones de pesetas del verano de 1988) no fue a parar ni al portero (que pudo salir con 31 años cumplidos), ni siquiera a su club, el Spartak de Moscú. El Goskomspor tenía la propiedad de los derechos de los jugadores y negociaba a través de Sovintersport, la agencia oficiosa de transferencias para el deporte soviético, que manejó las conversaciones con la agencia española Dorna. Las divisas del contrato sevillista con Dassaev se trasvasaban a través de Sovintersport.

Esta situación se fue suavizando ya en los primeros años 90, cuando la ruptura de la URSS abrió las compuertas de la riada. Fue una emigración irresistible, imparable: Kuznetsov, Mostovoi, Karpin, Salenko, Onopko, Radchenko, Kolyvanov, Kasumov, Kanchelskis, Radimov… “Si yo hubiera salido sólo dos años más tarde, habría ganado muchísimo más dinero”, diría después Dassaev, que sufrió una grave lesión de rodilla en 1989 y dejó paso en la meta del Sevilla a… Juan Carlos Unzué.

Desde que se escindió la URSS, los logros de los equipos de sus antiguas repúblicas en Campeonatos internacionales de clubes o selecciones han florecido casi exclusivamente en la Copa de la UEFA, con títulos para el CSKA de Moscú (2005), Zenit de San Petersburgo (2008) y los ucranianos del Shakhtar Donetsk, en 2009. La Madre Rusia nunca ha cesado de producir talento: Arshavin, Pavlyuchenko, Progrebniak,… y eso sin hablar de los fenómenos de Ucrania: Shevchenko, Rebrov y, antes Igor Belanov. O Tikhonov.

Han pasado más de 40 años desde los repor tajes de Gerardo García y aquel titular de portada en AS Color: ‘Rusia, nuestro próximo gran rival’. Aquel domingo 30 de mayo de 1971, una España, vestida de azul eléctrico, tenía un colosal desafío en un repleto Estadio Lenin ante la Unión Soviética. Había banderines rojos en los corners y era, en efecto… una unión de soviéticos venidos de todas las repúblicas de la URSS: Rudakov, Dzodzhuasvili, Chesternev, Kaplichnij, Muntian, Nodia, Szabo, Fedotov… y los goleadores Kolotov y Scherchenko. “Complejo de inferioridad resuelto: cuente en las ter tulias su viaje a Moscú”, aconsejaba un psicoanalista a su paciente en un chiste de Mingote. Han pasado 40 años. La Unión Soviética y su fútbol, aquel fútbol de 1971 y los 55.000 ‘clubs’, ya no existen. ¿Y Moscú aún sigue creyendo en las lágrimas…?