75 aniversario de Hiroshima y Nagasaki: causas y consecuencias de las bombas atómicas
Japón conmemora esta semana los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki mientras aumenta el clamor popular para un veto definitivo al armamento nuclear.
Eran las 8:14 del 6 de agosto de 1945 cuando el mundo conoció un error nunca visto. Entonces, a 580 metros del suelo de la ciudad japonesa de Hiroshima, estalló la bomba atómica Little Boy, lanzada por los estadounidenses, y con una capacidad destructiva de 12 kilotones. La temperatura alcanzó los 3.000 grados, y una enorme columna de humo en forma de hongo se elevó 20 kilómetros hacia el cielo, una de las imágenes más famosas del último siglo. “Desde el campo donde estaba había visto que Hiroshima había quedado completamente destruida. Que había empezado un incendio. Y que un río de gente herida venía desde el centro a la zona en la que estábamos nosotros, donde había un santuario”, recuerda en videoconferencia la superviviente Keiko Ogura, de 83 años.
Tres días después, otro proyectil nuclear, llamada Fat Man, arrasó Nagasaki con un poder destructivo aún mayor que alcanzó los 21 kilotones. En total, fallecieron aproximadamente 300.000 personas en ambas ciudades por las bombas o las enfermedades posteriores provocadas por la radiación. Unos días después, el 15 de agosto, el emperador nipón, Hirohito, anunció la rendición de Japón y el final de la Segunda Guerra Mundial.
Entre el jueves, cuando se celebrarán las conmemoraciones en Hiroshima, y el domingo, cuando se hará lo propio en Nagasaki, Japón recordará un año más aquellos eventos, en este 75 aniversario. Lo harán con un aforo menor por la pandemia de coronavirus y con un clamor popular para que el Gobierno de Tokio apoye el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares, al que se han unido 122 países de 2017, pero cuya puesta en marcha está en suspenso ante el hecho de que solamente 40 de ellos lo han ratificado. “No podemos repetir jamás las tragedias de Hiroshima y Nagasaki”, declaró recientemente el primer ministro, Shinzo Abe.
Las conmemoraciones por el 75 aniversario de los bombardeos nucleares en Japón vienen marcadas por el hecho de que cada vez quedan menos hibakusha, los supervivientes de aquel horror. Muchos de ellos tomarán la palabra en los actos, y pedirán que se apruebe esta medida, que gana importancia después de la reciente explosión en el puerto de Beirut. “Un peligro hace que olvidemos otros. Pero, sin duda, la explosión en Beirut nos ha recordado mucho a las de Hiroshima y Nagasaki”, afirmó una estudiante de Tokio.
El debate sobre la necesidad de la bomba
Unos días después de que se lanzasen las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, el presidente estadounidense, Harry Truman, que había accedido al cargo apenas cuatro meses antes, tras la muerte de Franklin Roosevelt, se dirigió a la nación para exponer las razones de esta decisión. “La usamos para acortar la agonía de la guerra, para salvar las vidas de miles y miles de jóvenes estadounidenses”, declaró. Algunos expertos insisten en que el hecho de que Japón se rindiese apenas unos días después valida la decisión de Truman, ya que los bombardeos aéreos estadounidenses, que habían causado más muertos que los que producirían los ataques nucleares, no habían provocado el rendimiento de la potencia nipona.
Sin embargo, con el paso de los años, cada vez más voces, tanto académicas como políticas, han llegado a la conclusión de que las bombas no fueron el factor determinante por el que Japón finalizó la guerra. “Los japoneses estaban listos para rendirse, y no hacía falta golpearlos con esa cosa horrible”, llegó a afirmar Dwight Eisenhower, Comandante Supremo Aliado en Europa durante la Segunda Guerra Mundial y sucesor de Truman en la presidencia a partir de 1953. En este sentido, Mark Sendel, profesor de la Universidad de Cornell, afirmó que el factor determinante para la rendición nipona era la protección estadounidense al emperador Hirohito, algo que finalmente se concedió, y que Japón estaba buscando una razón para rendirse.
Otro experto, el profesor de la Universidad de California en Santa Bárbara Tsuyoshi Hasegawa, afirma que la razón por la que Harry Truman se decidió por la bomba atómica fue la posible implicación de la Unión Soviética, con la que ya existían roces importantes, en el final de la guerra en Japón. “La principal razón para usar la bomba fue forzar a los líderes japoneses a que se rindieran antes de que los soviéticos entraran a la guerra. Truman tenía un dilema, y la bomba resolvió ese dilema”, señala el profesor.
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