"El Gobierno está analizando una serie de medidas entre las que se encuentra que los niños puedan salir, en condiciones muy determinadas, de su domicilio para dar paseos cortos. Lo vamos a decidir con mucha prudencia. En base a evidencias científicas. Siempre respetando derechos y libertades, y anticipando futuros escenarios".

Estas palabras de Salvador Illa, ministro de Sanidad, siguen constituyendo un claro ejemplo de que el Gobierno mantiene un complicado debate interno entre querer y poder. Y es que, a pesar del clamor popular que insta a las autoridades a dar el paso que permita a los niños ver la luz del sol, éstas no terminan de dar el paso definitivo.

Simplemente no se atreven. Y no lo hacen muy posiblemenete porque, aunque son conscientes de que la medida, cada vez más solicitada, redunda en beneficio de los más pequeños, todavía pesa más la necesidad de mantener en casa a un grupo poblacional considerado como vector transmisor. Sobre todo si tenemos en cuenta que el SARS-Cov-2 todavía puede causar muchos estragos si no se le contiene.

Nos encontramos en una fase decisiva de la lucha contra la COVID-19, aunque no es de exrtañar que cada uno, dicho de manera muy gráfica, arrime el ascua a su sardina. El Gobierno, a pesar de comprender la situación y mostrarse sensible con las necesidades de los niños, teme dar un paso que podría complicar el panorama sobremanera, que para nada está controlado.

El COP pide que se abra la mano

Pero cada vez son más las voces que piden que se abra la mano. Tal es el caso del Consejo General de la Psicología de España que pide "cuando se estime pertinente por parte de las autoridades sanitarias" las salidas de los niños a la calle de forma gradual, acompañados de un adulto y durante una hora diaria para preservar su salud mental y la de sus familias.

La organización colegial hace su petición en base a diferentes consideraciones como el hecho de preservar el bienestar psicológico de las familias, teniendo en cuenta, sobre todo, los casos de violencia de género e intrafamiliar, en muchos casos contra los menores, o que el confinamiento puede estar generando muchos problemas psicológicos y sociales entre los niños y adolescentes como alteraciones del estado de ánimo, estrés, alteraciones del sueño, trastornos de conducta alimentaria o síntomas de ansiedad, entre otros.