Roglic voló hacia el triunfo y desplazó a Froome del podio
El esloveno atacó con insistencia y se marchó en el último descenso del Aubisque. Otro protagonista fue Landa, con un ataque lejano en el Tourmalet.
Primoz Roglic voló en la última jornada de los Pirineos, con una estrategia que iba más allá de la victoria, incluso del podio. Roglic buscó el Tour. No lo consiguió, pero se llevó la etapa, desplazó del cajón a Chris Froome y dignificó la profesión ciclista. Geraint Thomas mantuvo el tipo, no sin sufrimiento, y se presentará a la contrarreloj de este sábado con una renta que debería ser suficiente para coronarse en París. Roglic fue el héroe del día. Y Mikel Landa lo intentó ser, con un ataque lejano en el Tourmalet, que le llegó a colocar virtualmente en el cajón.
Landa ya había anunciado el día anterior que iba a lanzar un ataque lejano. Y cumplió. Landa es un ciclista de largo recorrido, que se crece con la dureza acumulada. Los Pirineos ofrecían la última oportunidad. Y el alavés no quería volverse a casa sin haberlo probado. Mikel Landa atacó en el Tourmalet, a cien kilómetros de la meta, con Zakarin y Bardet. Tres buenos galgos. La idea era abrir hueco en el coloso y llegar luego a Andrey Amador para que hiciera el trabajo en el valle. La estrategia planificada en el autobús salió bien sobre la carretera.
Cuando Amador se apartó de su faena, Landa llevaba una ventaja en torno a 3:20 minutos y era podio virtual del Tour. En su grupo había gente de nivel: dos españoles, Nieve y Gorka Izagirre, junto a Alaphilippe, Jungels, Kangert, Bardet, Zakarin y Majka. Jamón pata negra. En esa situación se encaró el Bordères, un puerto que sólo se había subido en 1989, con Indurain en cabeza, camino de la primera de sus doce victorias de etapa en el Tour. Buen precedente. Este Bordères enlazaba con el Soulor y luego con el Aubisque. Tres ascensiones encadenadas.
En el grupo del líder se produjo entonces una situación inicialmente difícil de entender. El Lotto-Jumbo puso a Gesink a tirar con un ímpetu brutal. El movimiento tenía una lectura conservadora: Landa amenazaba el sexto puesto de Kruijswijk y el cuarto de Roglic. Cada uno defiende sus intereses, claro. Pero los hechos posteriores confirmaron una ambición mayor detrás de la jugada. Kruisjwijk atacó en el Soulor y su compañero Roglic remachó en el grupo. Reventaron a lo que quedaba del Sky, incluido Froome. El cuádruple ganador en París penaba en el penúltimo desafío de esta edición. También Nairo Quintana, que cedió 7:09 minutos, golpeado por la caída del jueves. Sólo respondieron a su empuje Thomas y Dumoulin. Por primera vez, Thomas se veía solo. El Tour estaba en juego. Palabras mayores.
Froome sí pudo reengancharse, con Egan Bernal como ángel de la guarda. Inmediatamente, Kruijswijk y Roglic volvieron a atacar con insistencia. Thomas sufría, sin perder la compostura. Landa y Bardet ya habían sido atrapados. Sombrerazo, Mikel. La carrera estaba al rojo vivo. Sólo faltaba el descenso. Nadie iba a parar. Y menos Roglic, que siguió con el cuchillo afilado entre los dientes. El esloveno fue saltador de esquí: la velocidad no le amilana. Abrió hueco en la bajada, recortó 19 segundos a los gallos (más la bonificación) y desplazó a Froome del podio. Un gran salto. Thomas salvó la situación con entereza y afrontará la contrarreloj con 2:05 sobre Dumoulin y 2:24 sobre Roglic, dos especialistas puros. Debería ser suficiente. Debería...
Mientras todo eso pasaba, Peter Sagan sufría para acabar. Se había descolgado en el primer gran puerto, el Aspin. Todavía dolorido por su caída del miércoles. Su actitud honró al maillot verde y al Tour de Francia. Un campeón por encima de la victoria.
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