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VUELTA A ESPAÑA 2017

Lampaert gana la batalla del viento y se viste de rojo

El Quick Step sorprendió a los sprinters en los últimos dos kilómetros, el belga entró en solitario y se puso líder. Nibali metió tiempo a todos sus rivales.

Lampaert gana la batalla del viento y se viste de rojo
Quick Step

El viento era la amenaza. Y el viento fue la solución para el Quick Step. No se corría una clásica flamenca, pero en los dos últimos kilómetros se asemejó. Los rodadores belgas tomaron la cabeza, pusieron el turbo y rompieron la posibilidad del primer sprint masivo. Yves Lampaert, un consumado contrarrelojista, arrancó en solitario y llegó victorioso, justo por delante de su compañero Matteo Trentin. Una exhibición. El estreno de Lampaert en una gran ronda trajo premio doble, porque arrebató el maillot rojo a Rohan Dennis con la bonificación. Los cortes también afectaron a los gallos. Vincenzo Nibali, el más beneficiado, metió un puñado de segundos a sus rivales. No fue mucho tiempo, pero el Tiburón ya enseña los dientes.

"Nibali es el ciclista que mejor se ha preparado para la Vuelta", advirtió Alberto Contador en la previa. Para empezar, el siciliano ha sido el único gallo que ha soportado el arreón final de los rodadores. Entró décimo, con ventaja sobre todos sus oponentes. Distanció a Chaves en 5 segundos; a Froome, Aru, Majka, Adam Yates y Rubén Fernández (por citar un 'movistar'), en 8"; y a Contador, Bardet, Barguil, Zakarin, Kruijswijk, Jungels y Simon Yates, en 13". Habrá repechos con menos diferencias.

Los jefes de filas habían despedido Nîmes con las orejas tiesas. Su instinto percibía el viento, con el mar de fondo. Los abanicos asomaban en algún punto del recorrido por el litoral del Mediterráneo francés. Había tensión. Y cautela. “Creo que tendremos cortes en algún momento, hay que estar atento”, pronosticaba Froome, buen conocedor de las rutas francesas, cuádruple vencedor del Tour. “En una etapa así puedes perder más tiempo que en el Angliru”, doblaba apuesta Contador, también experto en mil batallas. Por aquí cerca, en La Grande-Motte, quedó atrapado en el Tour de 2009.

Era una jornada llana, perfilada para un final para velocistas. Pero también estaba el viento. John Degenkolb, un ciclista abonado a la Vuelta, partía entre los favoritos para ganar el sprint de una carrera sin sprinters. Siempre la misma historia. Los devoradores de la última recta rehuyen la ronda española porque dicen que no tienen oportunidades. Al final siempre hay cinco, seis o siete embalajes… Oportunidades perdidas. Degenkolb tenía la etapa entre sus prioridades, pero añadió otra antes de partir: “Hay que proteger de los abanicos a Contador”.

Yves Lampaert celebra su victoria, por delante de su compañero Matteo Trentin.
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Yves Lampaert celebra su victoria, por delante de su compañero Matteo Trentin.AFP

La primera hora se cubrió a toda vela: a 46,3 km/h. La segunda, a 44,9. El promedio final fue de 44,2 km/h. No hubo escapadas. No puede haberlas a la velocidad del sonido. Si acaso, alguna caída. Como sí ocurrió. Javier Moreno, compañero de Nibali en el Bahrain, integró la lista de los primeros abandonos. Esta fue la noticia mala para el italiano. También el marroquí Anass Ait El Abdia (UAE) y el esloveno Kolar (Bora).

Los equipos de los gallos rodaron siempre en cabeza. Y a estas alturas de la Vuelta, gallos hay todavía en casi todos. La primera intentona de romper el pelotón partió del activo Bahrain, a 78 kilómetros, y poco después respondió el Trek de Contador, con Pantano al frente. Froome sufrió una avería en plena refriega, pero nadie aceleró. No hubo más hostilidades hasta que restaban 31 kilómetros y asomó el Katusha de Zakarin, que tampoco quebró el grupo, aunque obligó al africano a responder en primera persona. La carrera volaba tensa.

El Sky reservó su bala para el final. A 9 kilómetros de la meta, justo cuando la carretera cambiaba de dirección en una zona de viñedos. Sin piedad. Hubo un primer corte, sin capitanes implicados. Ya en las cercanías, el Quick Step dio continuidad a la ofensiva. El órdago final. El pelotón llegó fragmentado, con un hombre solo al comando: Yves Lampaert.