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NBA

Sam Cassell, la carne de traspaso que mejoraba todo lo que tocaba

Involucrado en múltiples traspasos durante su carrera, Cassell ganó anillos, elevó el nivel de sus equipos y consiguió una carrera fantástica a pesar de cambiar constantemente de equipo.

Involucrado en múltiples traspasos durante su carrera, Cassell ganó anillos, elevó el nivel de sus equipos y consiguió una carrera fantástica a pesar de cambiar constantemente de equipo.
DANNY MOLOSHOKREUTERS

El rendimiento de Sam Cassell siempre fue bueno. Es más, pasó de positivo a excelente en muchas ocasiones. A incluso ser brillante. La tranquilidad que aportaba a sus equipos era notoria. Cometía pocos errores y tenía muchos aciertos. Por eso, más que por otra cosa, sorprende que estuviera involucrado en tantos traspasos y que vistiera tantas camisetas. En total, ocho en 15 temporadas, una barbaridad para un jugador de carrera larga, llegando a disputar 993 partidos de regular season en la NBA, 136 de playoffs. Y que se retiró con más de 15 puntos y 6 asistencias de promedio, además de disputar un All Star, ganar tres anillos y ser parte del Segundo Mejor Quinteto de la competición. Eso sí, la mejor cualidad de Cassell era otra: y es que todo lo que tocaba lo convertía en oro. Allá donde iba, el equipo que recibía al genial base aumentaba sus prestaciones, mejoraba en lo colectivo, avanzaba en playoffs y pasaba de la nada a tener aspiraciones que antes sólo estaban en los sueños. Y eso es mucho decir para alguien que, a pesar de todo, era constantemente traspasado.

Quizá porque su figura era atractiva y siempre se conseguían retribuciones interesantes a cambio, Cassell cambió tanto de un lugar a otro. Tanto da: en su juventud, posteriormente en su plenitud y al final como veterano de lujo con una gran capacidad para la perdurabilidad física, el base producía. Extensión de los entrenadores en pista desde la parte intermedia de su carrera, era un gran comunicador para el que sus compañeros siempre tenían buenas palabras. Con una brillante reputación en los vestuarios, se llevaba bien incluso con técnicos cortoplacistas y controvertidos como Mike Dunleavy, un hombre con un talento enorme dedicado casi por entero al mal. Uno que heredó los Lakers de Pat Riley, a los que metió en las Finales de 1991, el primer anillo de Michael Jordan y la última oportunidad (VIH mediante) de Magic Johnson. Que luego llevó a los Blazers a dos finales de Conferencia consecutivas, cayendo en la última de ellas ante los Lakers de Shaq y Kobe en el Staples, con esa remontada histórica en el último cuarto del séptimo partido. Y que también hizo una temporada histórica en los Clippers.

Los angelinos eran el séptimo equipo de la carrera de Cassell, a los que llegó con 36 años. No pisaban playoffs desde 1997 y no volvieron a hacerlo hasta 2012- Y ahí, en esa temporada perdida, ficharon al base, que en la 2005-06 y a pesar de su edad mostró un rendimiento fantástico: 17,2 puntos y 6,3 asistencias para que el hermano malo de Los Ángeles se fuera a 47 victorias, 10 más que el curso anterior, y consiguiera su mejor temporada en lo que llevaba de siglo XXI. Con Corey Maggette, Cuttino Mobley, Valdimir Randmanovic, Chris Kaman y, sobre todo, Elton Brand, los Clippers superaron en primera ronda de la fase final a los Nuggets y luego llevaron a los Suns a siete extenuantes encuentros en semifinales. La ocasión en la que más cerca estuvieron de pisar las finales de Conferencia con el tacaño Donald Sterling de dueño, una ronda a la que llegaron en 2021, ya con Steve Ballmer como propietario y una plantilla que permitía una reputación muy distinta a la que tenía entonces el equipo.

Cassell aguantó una temporada más en los Clippers, de 40 victorias pero sin playoffs. Su posterior marcha, en mitad de la 2007-08, dejó la marca en 23-59, un bajón tristísimo que también sufrieron el resto de franquicias por las que pasó el base. Que era bueno en los dos lados de la pista, tenía una enorme capacidad para la anotación: en 13 de sus 15 temporadas superó la decena de puntos, con 9 por encima de los 15 y 4 superando los 19. Posteaba (una práctica cada vez menos habitual hoy en día), tenía una gran fortaleza física, era excelente en la penetración, podía anotar en suspensión y lanzaba de tres cuando la situación lo exigía, a pesar de no ser su mejor arma. También correcto en el pase, su lectura del juego y su capacidad para tomar las decisiones oportunas en momentos concretos le alababan. Y siempre asumió una posición subalterna y complementaria a una o varias estrellas al mismo tiempo, sin entrar en disputas de egos y siendo un complementario excelente que también permitía brillar a los que tenía a su lado.

De Olajuwon, a los Celtics del big three

La historia de Cassell, nacido un ya lejano 18 de noviembre de 1969 en Baltimore (Maryland) siempre tuvo los denominadores comunes mencionados. Bien se podría considerar que estaba tocado por una varita mágica, pero algo tendría que tener, una cualidad oculta, para que siempre se fuera a mejor con él en la plantilla. Allá donde iba las cosas cambiaban a mejor, como el genio de la lámpara que concede esos deseos que más añoramos. Antes de dar el salto a la NBA, jugó durante dos años con los Seminoles de la Universidad Estatal de Florida, en los que promedió 18,3 puntos, 4,4 rebotes y 4,4 asistencias por partido, grandes números con los que se preveía que fuera elegido en primera ronda. Y así fue: le seleccionaron los Rockets en el puesto 24. Y su mejor virtud no tardó en hacer su aparición.

Con un papel que fue in crescendo en sus inicios, discreto primero y más importante después, el equipo texano pasó de 55 a 58 victorias y conquistó el primer título de su historia con Hakeem Olajuwon de mesías y una entidad en la que estaban Robert Horry y compañía. Una plantilla icónica en la que Cassell promedió algo más de 6 tantos por noche en su año rookie y llegó a los 10 puntos en las Finales ante los Knicks, rozando el 44% en triples y acumulando más de 20 minutos por noche. En el curso siguiente se fue a los 9 tantos por duelo disputando los 81 partidos, sólo uno de titular, y los Rockets repitieron a pesar de una campaña irregular que resucitó en playoffs y se consolidó como histórica tras el nunca subestimes el corazón de un campeón que pronunció Rudy Tomjanovich al recoger el segundo anillo consecutivo. Cassell estuvo una temporada más, ya con una importancia mayor (14,5 puntos por noche), antes de marcharse. Y los texanos, cosas del destino, no han vuelto a tener un resultado suficiente.

El base pasó por Suns y Mavericks antes de recalar en los Nets, con los que finalizó esa temporada y pasó entera la 1997-98. ¿Resultado? Unos playoffs que no se alcanzaban en los tres últimos años y que no volvieron a pisar hasta 2002, una sequía que tuvo lugar, claro, sin Cassell, que puso rumbo a unos Bucks con los que permaneció cuatro cursos y medio (su estancia más larga en un mismo lugar en toda su carrera), con las finales de Conferencia de 2001 (a siete partidos y ante los Sixers de Allen Iverson) como tope, una ronda que no alcanzaban desde 1986 y a la que no volvieron hasta 2019. Y no acaba ahí la cosa: en la 2003-04 aterrizó en Minnesota con los Timberwolves, con los que avanzó a la misma ronda pero en el Oeste. Se fue a 19,8 puntos de promedio, su tope. Y fue All Star. Kevin Garnett brilló de MVP de la temporada y sólo los Lakers y las lesiones apartaron del sueño del anillo a un equipo de mercado pequeño que no volvió a lograr ese éxito ni a llegar tan lejos. Es más, estuvieron 13 años consecutivos sin pisar playoffs.

Cassell, que tuvo problemas físicos en la 2004-05 y luego abandonó los Wolves para fichar por los Clippers, recuperar su nivel y mejorar al enésimo equipo que defendía por enésima vez en su carrera, amagaba con la retirada en la 2007-08. Pero los Celtics del big three le ficharon como veterano de lujo de cara a playoffs junto a PJ Brown, otro viejo conocido. Su sapiencia y su control de la situación le convirtieron en el mentor de un joven Rajon Rondo y fue uno de los artífices de la victoria final, un anillo que le permitía acabar su carrera como la empezó. Los Celtics, que lograron su primer título de 1986, no han vuelto a ganar el título hasta hace unos meses, con el exjugador de asistente de Joe Mazzulla. Una historia que se ha repetido de forma constante y permanente en todos los equipos en los que ha estado Sam Cassell, que se retiró y empezó una carrera como ayudante (Wizards, Clippers, Sixers, los mencionados Celtics en los que está actualmente) que quién sabe si le llevará al puesto de primer entrenador en un futuro próximo. Ya ha estado en alguna que otra quiniela. Y ya veremos si con la misma cualidad con la que labró una carrera más que meteórica. La de mejorar todo lo que tocaba.

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