“Tienes que llamar a Larry”: el VIH y el día que Magic Johnson conmocionó al mundo
“Tienes que llamar a Larry”: el VIH y el día que Magic Johnson conmocionó al mundo

REPORTAJE ESPECIAL

“Tienes que llamar a Larry”: el VIH y el día que Magic Johnson conmocionó al mundo

El 7 de noviembre de 1991, Magic hizo público que era portador del VIH y se enfrentó a los prejuicios de una enfermedad desconocida mientras asumía su final anticipado.

 

1.- Una rivalidad que acabó antes de tiempo Respuesta

2.- Del análisis de sangre a la reacción en cadena Respuesta

3.- El All Star de 1992 Respuesta

4.- El Dream Team y el divorcio con Isiah Respuesta

5.- Intentos de retorno… y retorno Respuesta

“Asegúrate de hablar con él antes de que se haga oficial. No quiero que se entere por las noticias”

Eran las palabras de Magic Johnson en la mañana del 7 de noviembre de 1991, con las que pedía a su agente, Lon Rosen, que llamara a Larry Bird. Durante los últimos 11 días, el jugador de los Lakers había estado guardando un terrible secreto que se acabó confirmando con un diagnóstico que puso fin a la eterna sonrisa de una de las personalidades más carismáticas de la historia del deporte: tenía VIH. Era una enfermedad joven, que había surgido oficialmente diez años antes en Los Angeles, cuando los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos convocaron una conferencia de prensa donde describieron cinco casos de neumonía por Pneumocystis carinii. Al mes siguiente, en julio de 1981, se constataron varias situaciones de sarcoma de Kaposi, un tipo de cáncer de piel. Las primeras constataciones de estos casos, que nunca se habían observado simultáneamente en el cuerpo humano, fueron realizadas por el doctor Michael Gottlieb de San Francisco.

En 1991, la visión que se tenía del sida era radicalmente distinta a la actual. La versión extendida de que solo se contagiaba entre homosexuales sexualmente activos era el principal argumento de la población para estigmatizar a éstos y sorprenderse, tras el anuncio de ese mes de noviembre, de que pudiera alcanzar a alguien como Magic. Ya no por sus conocidas infidelidades a Cookie, su mujer todavía a día de hoy, o por sus juergas nocturnas en las que había demostrado claramente su orientación sexual casi de forma insistente. También por ese aura que envuelve a los grandes campeones, que les catapulta a la fama y les da una notoriedad en la que acaban siendo considerados superiores a los meros mortales, con unas hazañas deportivas y unas vidas llenas de lujo que les alejaban de los problemas banales a los que se enfrentaba diariamente la población. Y así como la muerte de Kobe Bryant fue un mazo enorme que afectó de una manera objetiva a la totalidad de los aficionados, el hecho de que a Magic pudiera tocarle una enfermedad así fue un jarro de agua fría, además de una constatación meridiana: que el virus existía y que podría afectar a cualquiera.

La portada de un periódico el día después de que Magic Johnson anunciara que era portador del VIH
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La portada del New York Daily News después de que Magic Johnson anunciara que era portador del VIH.

La percepción del VIH por aquel entonces, condicionada por esos titulares de prensa que lo definían peyorativamente como la peste rosa y por la creencia de que solo afectaba a un grupo determinado de la población que se enfrentaba a una discriminación mucho mayor que hoy en día, era diferente a la que se maneja actualmente. Y Magic, protagonista absoluto de unos meses extremadamente convulsos, lo fue por primera vez por un hecho alejado de lo meramente deportivo. Su vida fuera de las canchas era de sobra conocida y había copado titulares de la prensa más sensacionalista; el propio jugador nunca le había sido fiel a su esposa, dejándose llevar por la parafernalia de Hollywood y el encanto del mundo de la noche. Johnson llegó a reconocer que se había acostado con más de 1.000 mujeres, y lo que más le preocupaba ese 7 de noviembre de 1991 era el hecho de llevar a su casa el VIH, algo que afectaría enormemente a su vida con Cookie más allá de los adulterios, de los que ella tenía pleno conocimiento.

En el verano de 1991, Magic no se encontraba en la cima deportiva de la que había disfrutado a finales de la década anterior, pero tenía cuerda para rato. Acababa de cumplir 32 años, y había promediado 19,4 puntos, 7 rebotes y 12,5 asistencias en su última temporada, liderando a los Lakers a las Finales de la NBA, en las que cayeron ante unos Bulls que iniciaban su particular dinastía. Magic también había ganado los MVPs de 1989 y 1990, por lo que seguía siendo una de las mayores estrellas de una Liga que empezaba a dominar Michael Jordan pero a la que seguía perteneciendo por pleno derecho. Trofeos en el ocaso motivados por la retirada de Kareem Abdul-Jabbar en 1989 y la salida de Pat Riley al año siguiente, dos de las máximas figuras de la historia del baloncesto y responsables directos de los éxitos de los angelinos en los 80. Magic, sin embargo, era el que mantenía a los Lakers incluso con la salida de sus referencias, habiendo sido la cara de un proyecto que había conquistado 5 anillos en los 80… y de la propia NBA, que había revitalizado junto a su amigo y rival, Larry Bird, el primero del que se acordó cuando el VIH fue finalmente diagnosticado, confirmando los peores presagios y dejando mudo a un hombre que solía hacía gala de una verborrea que, por unos segundos, se tornó en el silencio más sepulcral.

Una rivalidad que acabó antes de tiempo

Magic Johnson y Larry Bird llegaron a la NBA en 1979 y revitalizaron la Liga, escribiendo además un nuevo capítulo de una de las mayores rivalidades de la historia de la competición, la de Lakers y Celtics
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Magic Johnson y Larry Bird llegaron a la NBA en 1979 y revitalizaron la Liga, escribiendo además un nuevo capítulo de una de las mayores rivalidades de la historia de la competición, la de Lakers y Celtics.

Si Magic hubiera experimentado ese episodio una década antes, habría sido cuanto menos atrevido pensar que la primera persona a la que iba a recurrir iba a ser Larry Bird. Ambos habían llegado de la mano a una NBA en vías de reconstrucción, exhausta tras los 70, una etapa injustamente ignorada por el aficionado pero que tuvo multitud de personajes históricos que no han trascendido tanto como otros. La mejor Liga del mundo vio en esa década dos campeonatos de los Celtics, a los mejores Knicks de siempre, la leyenda de los Bullets de Wes Unsled, los Sonics de Lenny Wilkens, el único anillo de la historia de los Bucks (con Kareem, todavía Lew Alcindor, y Oscar Robertson), el único de los Blazers de un Bill Walton que opositaba a un trono que le quitaron las lesiones, y el de los Lakers, en 1972, que puso fin al sainete de siete Finales perdidas por Jerry West (que acabaron siendo ocho), un hombre que conseguiría, finalmente, la joya de su corona. Nada de eso le valió a una competición carente de narrativas, en una lucha constante con una ABA revoltosa y con unos bajos índices de audiencia que ponían en peligro las pocas hazañas de Walter Kennedy, el comisionado que había sustituido a Maurice Podoloff y que sería reemplazado por un Larry O’Brein que tampoco consiguió resucitar una competición en horas bajas.

Las llegadas de Magic y Bird en 1979 fueron una auténtica bendición. El alero fue elegido en el draft un año antes, pero decidió terminar sus estudios en la Universidad de Indiana, con el premio añadido para el aficionado de ver el primer gran duelo de ambos en la final de la NCAA, que cayó del lado de la Universidad Michigan, liderada por Johnson. Se iniciaba un nuevo episodio de una rivalidad histórica, fraguada en los 60 con las constantes victorias verdes sobre los angelinos y la tortura china particular que sufrió un Jerry West que en un inicio quiso apostar por Sydney Moncrief en el draft en el que aterrizó Magic, pero que rectificó a tiempo y firmó al base un contrato de 500.000 dólares anuales, la mayor cifra jamás cobrada por un rookie hasta que Boston le dio a Bird 600.000. Fue una época de cambios en los Lakers: Jack Kant Cooke, cuya última acción fue la llegada de la joven estrella, vendía la franquicia a Jerry Buss, que la transformó radicalmente, llevando una nueva tradición al Forum y muchos años después al Staples: forjar celebrities en la pista a base de acumularlas en las gradas, capitalizar la vida social de Los Angeles, jugar al baloncesto mejor de lo que nadie había jugado nunca. Deslumbrar al mundo; en definitiva: el Showtime. Una idea levemente desarrollada por Paul Westhead, el entrenador que dirigió al equipo en el anillo de 1980 y que fue destituido antes del de 1982, en parte por las amenazas de petición de traspaso de un Magic que siempre se declaró inocente de un hecho muy alejado de la era de los jugadores empoderados pero intrínsecamente relacionado con ella. Al fin y al cabo, siempre ha habido precedentes.

Pat Riley cogió el timón y los Lakers conquistaron cuatro títulos más en los 80, cinco en total durante toda la década por tres de los Celtics. Ambos equipos se llevarían el campeonato de forma ininterrumpida de 1980 a 1988 con la excepción de 1983, en el que los Sixers de Julius Erving, Moses Malone y su fo, fo, fo triunfaron y saldaron su particular deuda con la historia. Nada ni nadie parecía poder parar a una rivalidad que se vio la cara en las Finales en tres ocasiones (1984, 1985 y 1987), con un balance favorable a los Lakers (2-1) que no disimulaba el dominio celtic en ese apartado (9-3 actualmente) y unas Finales, las de 1987, que encumbraron a Magic y se convirtieron en una de las mejores de siempre. En 1989 Kareem decía adiós, y al año siguiente Pat Riley, cuyas maratonianas labores habían llegado a quemar incluso a su niño prodigio, pactaba su salida con Jerry Buss y se iba como un héroe a una clandestinidad rota por la llamada de la Gran Manzana y el contrato más alto jamás firmado por un entrenador. En ese punto, Magic y Larry habían pasado del respeto mutuo a una amistad fraguada durante el tiempo, y que tuvo su punto de inflexión en ese anuncio que compartieron con la marca Converse, en 1985, con el base visitando la casa del alero y compartiendo juntos un tiempo precioso que generó algo de críticas entre los forofos pero que se acabó normalizando en el apoyo explícito y recíproco mostrado siempre por ambas estrellas y el mérito compartido junto a un David Stern que tomó el mando en 1984 y supo dar rienda suelta al talento y al relato originado entre semejantes jugadores; y a su propia inventiva, con la que convirtió a la NBA en una de las referencias del deporte mundial.

Magic Johnson y Michael Jordan, durante las Finales de la NBA de 1991
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Magic Johnson y Michael Jordan, durante las Finales de la NBA de 1991.

Magic llegaría a sus décimas Finales (se dice pronto) en 1991, ante los Bulls, dejando claro que los Lakers todavía podían ser candidatos aunque estuvieran lejos de sus mejores días. No se encontraron allí a los Celtics, maniatados por los constantes problemas de espalda de un Larry Bird que sufrió el dolor más insoportable en la parte final de una carrera con una duración inversamente proporcional al talento que atesoró. Y sí a los Bulls, que les batieron con un Jordan que se fue a 31,2 puntos, 6,6 rebotes y 11,4 asistencias por duelo, números a los que Magic hizo frente con 18,6+8+12,4 y tirando prácticamente solo del equipo desde la mitad del cuarto partido, en el que los angelinos perdieron por lesión a esos últimos vestigios del Showtime que se mantenían en la plantilla junto al propio Johnson: James Worthy y Byron Scott. Cuando Magic felicitó a Michael Jordan y afrontó las puertas del Forum, no sabía que sería la última vez que lo haría como jugador de la NBA (al margen de su retorno en la 1995-96) ni que su carrera se vería radicalmente truncada de la manera más cruel e inesperada.

Del análisis de sangre a la reacción en cadena

Tras conocer el positivo, Magic planeaba hacer una rueda de prensa el viernes 8 de noviembre, pero un reportero de la KFWP llamó a Rosen en la mañana del día anterior confirmando que conocía que el jugador tenía el sida y que se iba a retirar. El aviso sirvió a Earvin para ser consciente de que había que hacerlo público. En ese momento, solo un grupo reducido de personas sabían que el jugador era portador del VIH: sus padres y los de Cookie, Jerry Buss, Jerry West, Mitch Kupchak y David Stern. La estrella confeccionó una lista de personas a las que tenía que comunicárselo de inmediato: Pat Riley, su confidente y todavía amigo Isiah Thomas, y sus antiguos compañeros, Michael Cooper, Kurt Rambis y Kareem Abdul-Jabbar. Eso sí, antes quería contárselo a Jordan y a Bird. Bajo ningún concepto aceptaría que se enteraran por la prensa. Por eso pidió a Rosen que asumiera la responsabilidad. La notificación a Bird fue lo más traumático para el agente, que llamó a su casa. El teléfono lo cogió su mujer, Dinah, que avisó a su marido de que el asunto era urgente. “Larry, me voy a limitar a contártelo, porque no tenemos mucho tiempo. Magic tiene el virus VIH. Va a anunciar su retirada esta tarde. Él quería que lo supieses antes de que se hiciese público”.

El impacto fue tan brutal que Bird tuvo que apoyarse en la pared para no caerse. Llamó inmediatamente a Magic, que si estaba asustado lo disimuló de forma excepcional. “Todo va a ir bien. Voy a darle guerra a esto”, fueron sus palabras. Cuando Bird colgó, lo hizo con la contradictoria sensación de que había sido Magic el que le había intentado animar a él. El alero estaba visiblemente conmocionado y de pronto, se dio cuenta de que las innumerables batallas deportivas importaban poco en comparación a la noticia que acababa de conocer. “Dios mío. Magic se va a morir”, le dijo Bird a su esposa. La reacción en cadena estaba a punto de desatarse en una NBA que tuvo la misma sensación que se despertó en el interior de la estrella celtic en esos momentos. Y el desarrollo de la propia noticia influyó notablemente en la percepción que algunos jugadores tenían de Magic, con episodios que polarizaron ligeramente a una competición que, como la sociedad misma, desconocía la enfermedad y no sabía cuáles eran sus riesgos.

Pat Riley fue una figura fundamental en la carrera de Magic Johnson y uno de los primeros que se enteró de que tenía VIH. Estuvo presente en los cinco anillos del base, los cuatro últimos de entrenador principal
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Pat Riley fue una figura fundamental en la carrera de Magic Johnson y uno de los primeros que se enteró de que tenía VIH. Estuvo presente en los cinco anillos del base, los cuatro últimos de entrenador principal.

Antes de esto, la versión oficial fue que Johnson había contraído la gripe. Todo se empezó a torcer a principios de octubre de ese fatídico año, tras un análisis de sangre previo a un viaje de los Lakers rumbo a París para disputar el Open McDonald’s. A Rosen le llamaron los médicos y le dijeron que algo había salido mal en unas pruebas, pero se negaron a revelarle más información, que tenían que contarle directamente al jugador. Johnson había tomado el avión rumbo a la capital francesa y había disputado dos partidos de pretemporada, ante el CSP Limognes (132-101) y el Joventut de Badalona (116-114), despreocupado por lo que consideraba un problema administrativo carente de importancia. Finalmente, Magic regresó a casa el 21 de octubre con un partido cuatro días después pendiente, en Salt Lake City. Cuando acababa de aterrizar en Utah, el Doctor Mellman, al que había recurrido Rosen tras los primeros resultados, le llamó para pedirle que volviera a casa. Allí recibió la impactante noticia, que le comunicó a Cookie al llegar a casa. “En esos momentos, el sida era sinónimo de muerte”, diría ella tiempo después. El perspicaz Gary Vitti, masajista de los Lakers, había presenciado en primera persona los escarceos amorosos de Magic y adivinó rápidamente lo que pasaba, pero mantuvo silencio ante las preguntas cada vez más frecuentes de los periodistas. Mike Dunleavy, el entrenador que había sustituido a Pat Riley, llamaba a Rosen para preguntar sin recibir respuesta alguna.

Magic recurrió al Doctor David Ho, experto en VIH, que confirmó el resultado y recomendó al jugador que dejase el baloncesto, una posibilidad que a Johnson no paraba de rondarle la cabeza. También le prescribió AZT, un medicamento que producía unos fatales efectos secundarios pero que era el único conocido por aquel entonces. Esos días, la estrella acudió a lanzar a canasta regularmente, solo, mientras veía a lo lejos al resto del equipo prepararse para el inicio de la temporada. El 7 de noviembre fue imposible ocultarlo más, y Gary Vitti pidió a la plantilla que acudiera al Forum. La noticia ya se había filtrado y los jugadores se enteraron de camino, con un Worthy que había compartido junto a su compañero los días de gloria de la franquicia y que casi se sale de la carretera cuando escuchó la fatalidad por la radio. Magic se derrumbó en el vestuario y confirmó la noticia. Tras esto, abrazó a sus compañeros, notando la tensión en más de uno cuando esto ocurrió, una escena que se volvería a repetir en su futuro más inmediato. “Voy a derrotar a esta enfermedad”, le dijo a su amigo Byronn Scott. “Le dijo que lo sabía, pero no me lo creía”, reconocería el escolta tiempo después. “Por lo poco que se sabía de la enfermedad, a Magic le habían condenado a pena de muerte”, añadió.

Tras la reunión con sus compañeros, Magic dio la rueda de prensa que conmocionó al mundo. “Buenas tardes. A causa del virus del VIH que he contraído, me veo obligado a retirarme de los Lakers. Quiero dejar claro, en primer lugar, que no tengo el sida. Sé que muchos de vosotros queríais saber cómo estaba. Soy seropositivo. Mi esposa está bien. Ha dado negativo, por lo que no hay problemas con ella. Tengo previsto vivir mucho tiempo, fastidiándoos como siempre. Así que me vais a ver por aquí” dijo en una rueda de prensa acompañado de personalidades como David Stern, Jerry Buss, Jerry West o Kareem Abdul-Jabbar. Éste último tuvo que sujetar al dueño de los Lakers cuando le temblaron las piernas tras la declaración. The Announcement fue televisado en vivo por la CNN y la ESPN y las declaraciones de la estrella advirtiendo a la gente de que el VIH no era un virus que afectara exclusivamente a los homosexuales, aumentó rápidamente la venta de condones y las donaciones a causas ligadas por la enfermedad. Por otro lado, Lon Rosen hizo especial hincapié en que Magic aclarara que no tenía el sida. “Tienes el virus que causa el sida. Asegúrate de dejarlo bien claro. Hay una gran diferencia entre las dos cosas”, insistió el agente.

La reacción fue brutal. Pat Riley, al inicio de un partido entre Knicks y Magic en el Madison, pidió un minuto de silencio y recitó el Padrenuestro. Mychal Thompson se enteró en Italia y Greg Kelser, en Denver. Larry Bird no quería saber nada de los periodistas que le preguntaban por su amigo y sumó 17 puntos, 9 rebotes y 6 asistencias ante los Hawks, pero perdió cuatro balones y se le notó ausente. Los paparazzi, por su parte, persiguieron a Earvin a Miami, donde había ido con Cookie y unos amigos a desconectar. El mundo del deporte en general y de la NBA en particular se quedó en shock al escuchar una de las noticias más impactantes de todos los tiempos. E incluso la retirada de Magic, un crimen para cualquier aficionado que se precie, pasó a un segundo plano con el sida, una enfermedad ignota y que para la ciudadanía era sinónimo de muerte. Incluso la diferencia entre ser seropositivo o tener sida era desconocida, sin que nadie supiera qué diferencia había entre una cosa y otra.

La actitud de Magic no cambió tras el diagnóstico. Proactivo, asimiló rápido que no podía hacer nada contra el diagnóstico y se dedicó a luchar contra la enfermedad. Cuidó su dieta, siguió haciendo deporte y no dejó de posar ante las cámaras. Al día siguiente del anuncio fue al programa del presentador de televisión Arsenio Hall, un amigo cercano que se había enterado, junto a Riley, Jabbar y compañía, de que era seropositivo por el propio Magic. Allí recibió una larga ovación en pie del público, que en esa ocasión no necesitó las cartulinas de ningún apuntador para proferir un fuerte aplauso. Y también tuvo su primera y casi única polémica por la enfermedad, al declarar que no era homosexual. La comunidad gay se vio afectada pos sus declaraciones y vio una oportunidad perdida de dar visibilidad a la enfermedad y dejar claro que afectaba a todo el mundo, sin estigmatizar por el camino a un sector de la población ya de por sí discriminado. Magic rectificó a los pocos días y decidió abrazar la causa y luchar junto a los homosexuales contra ella en lugar de apartarse de ellos. Por otro lado, el mensaje de que los heterosexuales podían contraer la enfermedad causó gran revuelo dentro de la propia NBA, en la que los escarceos sexuales y las infidelidades no eran propiedad exclusiva de Magic, y muchos jugadores se hicieron las pruebas tras el anuncio.

Magic Johnson junto a su mujer, Cookie, en su ceremonia de retirada, el 16 de febrero de 1992
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Magic Johnson junto a su mujer, Cookie, en su ceremonia de retirada, el 16 de febrero de 1992.

Las reacciones políticas tampoco se hicieron esperar. George Bush padre, presidente de Estados Unidos, dijo que “para mí, Magic es un héroe, un héroe para cualquiera que ame el deporte”. También incluyó a Magic en una Comisión Nacional sobre el sida, pero el proyecto fracasó por falta de financiación. El presidente republicano no sufragó la investigación y las charlas televisivas y los libros del exjugador llegaron a su fin. “Estaba tan atado a las regulaciones que no podíamos conseguir que se lograse nada. Es la peor cosa en la que me he metido”, aseguró la estrella, que acusó a la administración de ignorar la comisión. Tras esto, creó la Fundación Magic Johnson, que recibió generosas donaciones de, entre otros, Jack Nicholson, fan incondicional de la franquicia angelina. También de otros como Rex Chapman, que había pasado por Hornets y Bullets y firmó un cheque al portador de 100.000 dólares a pesar de no tener una estrecha relación con Magic. El base se volcó en su nueva labor sin descanso, pero siguió acudiendo diariamente al Forum para entrenar, separado de sus compañeros, y lanzaba a canasta siempre que podía.

El All Star de 1992

Jamás un jugador retirado había disputado el Partido de las Estrellas. Como Johnson había anunciado que colgaba la camiseta con la temporada ya empezada, su nombre aparecía en las papeletas y fue votado como titular para el All Star. Rápidamente, David Stern apareció en escena. El adalid del baloncesto moderno había sabido escuchar constantemente a sus jugadores, leer los momentos concretos en los que se movía la Liga y desarrollar un discurso magnético y atrapante siempre que era necesario. Pero ni siquiera el comisionado, en su constante apoyo, consiguió voltear entonces a la opinión pública, ese lugar en el que se ganan las batallas que deciden las guerras. Siempre hubo discrepancias con Magic, generalmente auspiciadas por el desconocimiento, y el apoyo constante de un sector contrastó de forma paralela con las suspicacias del otro.

Magic Johnson sujeta el trofeo de MVP del All Star de 1992
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Magic Johnson sujeta el trofeo de MVP del All Star de 1992.

Finalmente, Stern dictaminó que acudiera al All Star. “El contagio era imposible. Tenía que producirse entre dos heridas abiertas, e incluso así era poco probable”, dijo. Eso sí, quiso que Magic fuera suplente y se resistió hasta el último momento en esta idea. El no haber disputado ni un solo minuto en el curso baloncestístico 1991-92 propiciaba este deseo, aunque Rosen le aseguró que solo iría si era titular. El breve debate lo resolvió Tim Hardaway, de los Warriors, cuando se hizo a un lado para ceder la titularidad a Magic. Stern sabía que el comportamiento que tuviera respecto a lo que estaba pasando marcaría la propia competición e se unió a Magic para cambiar la visión que el mundo tenía sobre el VIH, pero tuvo que hacer frente a una polémica constante y a un, incluso, rechazo abierto en esta cuestión, con sectores hablando de lo injusto que era que un jugador retirado disputara el All Star en lugar de alguien más joven que podría merecerlo más.

El partido fue un homenaje que acabó como cualquier película hollywoodense. Ni el mejor de los guiones podría haber planteado un final así, en el que la victoria del Oeste (113-153) fue lo menos importante. Magic se fue a 25 puntos, 5 rebotes y 9 asistencias, defendió en los últimos minutos a Isiah Thomas y Michael Jordan y, ante el base de los Pistons, anotó un triple imposible con el que los jugadores aceptaron el final anticipado de un partido en el que las ovaciones al héroe fueron constantes. Earving se llevó el MVP del All Star, el segundo que conquistaba tras el de 1990, y sumó un premio más a su dilatada carrera profesional. El sabor a despedida del encuentro fue máximo, aunque el mismo también dejó claro que Magic todavía podía jugar a un gran nivel. Su visión de juego no había disminuido y su agilidad y movilidad para tratarse de un jugador de 2,06 eran tan sorprendentes como el primer día. El All Star, uno de los más recordados de la historia, dejó imágenes para el recuerdo, como el desafío constante de Dennis Rodman a un Magic que pronto dejó claro que no había ido a pasearse o las invitaciones a la confrontación amistosa por parte de Isiah, que rompió filas al inicio de la noche para abrazar a un amigo que pronto dejaría de serlo. La escena final, abrazándose a sus compañeros y rivales durante tantos años, es parte de los anales de una competición que le debía a Magic Johnson una velada como la que le brindó entonces. Con la connivencia, claro, de un David Stern que soportó algunas críticas y cientos de llamadas telefónicas pero se mantuvo firme en una idea inicial que acabó ampliando con una titularidad incluida. Permitiendo así, una noche mágica.

El Dream Team y el divorcio con Isiah

Una de las cosas más apasionantes y a la vez desconocidas de la NBA son las relaciones que se establecen entre sus miembros. Nunca sabes hasta qué punto se alejan dichos vínculos de los que se conocen en otras partes del planeta ni cuál es el valor real que una persona tiene para otra, por mucho que se precie. Es común ver fotos de LeBron James, Dwayne Wade, Carmelo Anthony o Chris Paul compartiendo vacaciones junto a sus respectivas familias, al igual que hemos visto muestras de afecto durante los partidos entre rivales y competidores. Sin embargo, es muy difícil llegar a entender todo lo que conlleva el mantenimiento de las amistades dentro de una competición de viajes constantes, en la que se vive desconectado del mundo y de la realidad que te rodea por el deporte que practican los mejores jugadores del mundo, muchas veces motivado por las ingentes cantidades de dinero que te obligan a desconectarte de una realidad social de la que has pertenecido y eres consciente, pero desde una burbuja superior, alejada del bien y del mal y que se situaba por encima de los propios mortales.

Quizá, solo quizá, ese fue el motivo por el que la noticia de Magic tuvo tanto impacto. La NBA, en los inicios de su aperturismo y en el clímax de su parte más mediática, se había elevado al infinito en una década en la que había copado audiencias televisivas, consiguiendo convertirse en la referencia del deporte estadounidense, recortando distancia o incluso superando en ciertos aspectos a mercados más grandes (NFL, MLB…) y creando una idiosincrasia que le alejaba de los simples mortales más que nunca. Las estrellas eran referencias mundiales, y Magic, junto a Bird y con la inestimable ayuda de David Stern, habían permitido a la NBA tener el honor de presumir del juego más cautivador del planeta, a años luz del resto. Y de rodearlo de una serie de relatos y narrativas que empezaron que ya existían pero alcanzaron una nueva dimensión y se convirtieron en el pan de cada día de una Liga que vivió luego historias parecidas con la mística de Phil Jackson, la relación entre Kobe Bryant y Shaquille O’Neal o LeBron y su controvertida The Decision, así como la década posterior y su ya consabida redención.

Isiah Thomas y Magic Johnson se dan su tradicional beso antes de un partido entre Detroit Pistons y Los Angeles Lakers
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Isiah Thomas y Magic Johnson se dan su tradicional beso antes de un partido entre Detroit Pistons y Los Angeles Lakers.

Ni siquiera el anuncio de VIH de Magic estuvo exento de espectáculo, con ese The Announcement que ascendió a otro nivel con documentales varios, noticieros que se asemejaban a películas de Hollywood o libros que relataban los sucedido, aportando un autor cada vez más datos que el anterior, como en una competición eterna para llevarse una exclusiva, una pelea que no ha hecho sino completar una de esas películas basadas en una historia real, y uno de los momentos más impactantes de siempre. Y quizá, la repercusión real estuvo en el hecho de que el mundo vio, no por primera vez pero sí sorprendentemente, como una enfermedad que parecía afectar solo a una parte de la población se colaba en esa burbuja intocable de seres celestiales. Y les humanizaba, rebajándoles a la misma categoría que el resto del mundo; aunque también engrandecía una figura, en ese caso la de Magic, que demostró entonces que era tan mortal como el resto. 30 años después de que Bill Russell viviera las descarnadas vísceras del racismo en Lexington (una de muchas), cuando dos jugadores negros (Sam Jones y Tom Sanders) no fueron atendidos en la cafetería de un hotel, Magic tenía que enfrentarse al sida… y a los recelos derivados de dicha enfermedad. Y todo ello, lo de 1961 o lo de 1991, sirvió para demostrar dos verdades incuestionables e intrínsecamente relacionadas entre sí: que, por muy grande que sea la burbuja en la que viven, los jugadores de la NBA son seres humanos. Y que están sometidos a los mismos prejuicios que el resto de seres humanos.

Isiah Thomas era uno de los mejores bases de la Liga, pero su mejor momento, como el de Magic y Larry, había pasado. Sus mejores años estadísticos habían sido entre 1982 y 1987, y en la 1984-85 llegó a promediar 21,2 puntos y 13,9 asistencias. El legendario base de los Pistons tocó la gloria en los años siguientes, con tres Finales consecutivas, dos ante los Lakers y una ante Portland, en todas ellas pasando antes por encima de los Bulls de Jordan. Los angelinos dominaron en 1988, lesión de Thomas mediante, en el que fue el quinto y último campeonato de la dinastía. La venganza de los Bad Boys llegó al año siguiente, y el bicampeonato de 1990 cerró el círculo de un equipo histórico. En esas Finales entre Lakers y Pistons se empezó a encallar la relación entre Magic e Isiah, inseparables desde hacía años y con entrenamientos veraniegos incluidos. Las muertes de la hermana del Earvin y de la madre de su compañero de generación casi de manera simultánea les hizo inseparables, y su imagen en los inicios de los partidos, cuando se saludaban con un beso en los labios, se convirtió en historia del deporte contemporáneo.

De todo lo que sucedió, los de Isiah fue lo que más daño le hizo a Earvin

Cookie Johnson

Cuando Magic anunció su positivo en 1991, la relación ya estaba en una fase peligrosa. Los encontronazos de esas Finales la habían debilitado, pero Jordan y sus Bulls endosaron un 4-0 a los Pistons en las finales de Conferencia tras caer los tres últimos años contra el mismo equipo. His Airness confirmó el inicio de una nueva era cuando batió a los Lakers en las Finales para dejar finalmente atrás los dorados 80. La imagen del cuarto partido, con Isiah arrastrando a sus compañeros al túnel de vestuarios sin saludar a sus rivales antes de que finalizara el encuentro, destrozó la reputación de un equipo que ya de por sí no caía bien. Magic, por lo tanto, entró en el peor momento de su vida con una amistad deteriorada, que mezclaba la añoranza de años inseparables y un desapego hacia las últimas acciones de Thomas, que le habían convertido parcialmente en el enemigo público número 1.

El escrutinio interno a la que fue sometida la figura de Magic fue liderado por Isiah. Fue uno de los primeros en enterarse, pero a su vez el último dentro de su círculo de allegados, algo que no le sentó muy bien. Así mismo, las luces y las sombras de la desgastada relación se veían a medida que avanzaban los días. Mientras que en el All Star, el base de los Pistons fue el que tuvo la iniciativa de romper filas para abrazar a su amigo, por detrás alimentó un rumor que estaba dirigido a cuestionar la sexualidad de Earvin. “Sigo escuchando que Magic es gay”, le confesó en una llamada telefónica a Rosen. “Tú le conoces mejor que nadie”, le reprochaba el agente. “Ya lo sé, pero no sé qué hace cuando no está en Los Angeles”, argumentaba Isiah. La estrella angelina se sintió muy decepcionada con el comportamiento del que había sido más que un amigo solo unos antes. Ni Jordan, Bird o cualquiera de las personas que escucharon las palabras de su boca hicieron otra cosa que apoyarle, mientras Thomas siguió indagando. “De todo lo que sucedió, creo que fue lo que más daño le hizo a Earvin”, confesó Cookie años después.

Ni siquiera el contacto con Elisabeth Graser, una activista del sida que había contraído el virus en una transfusión de sangre realizada durante el nacimiento de su hija (que falleció a los siete años al contagiarse), permitió disipar dudas en torno a la orientación sexual de Magic. El apoyo de Graser dio fuerzas al jugador y a su mujer para abanderar la causa contra el VIH en Estados Unidos. Durante el All Star, Magic le imploró que le acompañara a Florida para dar una charla a los jugadores y a sus familiares antes del partido en la que desmontó varios mitos, entre ellos el hecho de que fuera una enfermedad exclusiva de la comunidad gay. Tras la charla, la mayoría de los asistentes tenían lágrimas en los ojos y más de una persona se acercó a Graser para agradecerle la comparecencia y disculparse por los prejuicios previos. Sin embargo, las insistencias de Thomas iban por otro camino, algo que Magic tardó mucho tiempo en perdonarle: “Estuvimos años sin hablarnos, e Isiah sabe por qué. Cuando me diagnosticaron VIH, él estuvo mal. ¿Cómo es posible que alguien que dice ser tu amigo ponga en duda tu sexualidad de esa manera? Sé por qué lo hizo: solíamos besarnos antes de los partidos, y por eso la gente se hacía preguntas sobre mí, lo que significaba que también se las hacían sobre él. Me quedé tan decepcionado con eso…”.

La tónica general, todo hay que decirlo, no fue identificar a Johnson como homosexual y dichas sospechas no tuvieron una continuidad especialmente grande dentro o fuera del seno de la NBA. Sin embargo, ciertos problemas sociales se vieron claramente identificados con todo el sainete en torno a las sospechas de Thomas, que fueron minoritarias, pero también ruidosas. Dos años después del impactante anuncio, en 1993, Jonathan Demme dirigió la película Philadelphia, que le debe el nombre a la ciudad, a su asociación con el amor y la hermandad, el lugar en el que los padres de la patria estadounidense declararon la independencia. De ahí que la temática girara en torno a los derechos humanos. En dicha cinta, el personaje interpretado por Tom Hanks, homosexual, contrae el sida y es despedido por el despacho de abogados al que pertenecía, siendo defendido en el juicio por Denzel Washington, que representa a otro letrado. En el film se puede observar que el protagonista no fue despedido por negligencia, sino por su orientación sexual. Algo parecido (salvando las distancias) le pasó a Isiah con Magic: no le juzgaba por tener el VIH. Lo hacía por las sospechas de que era gay. Y Magic no se lo perdonó.

La ausencia de Isiah Thomas en el Dream Team fue la más destacada.
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La ausencia de Isiah Thomas en el Dream Team fue la más destacada.

Thomas recogió lo sembrado en el Dream Team de Barcelona, en 1992. La creencia particular es que Michael Jordan le vetó, por su animadversión a los Bad Boys y el pobre episodio en el que el base de los Pistons se llevaba a sus jugadores al túnel de vestuarios sin saludar a sus rivales en el cuarto partido de las finales del Este de 1991. Sin embargo, nadie intercedió por Isiah. Matt Dobek, director de relaciones públicas de los Pistons, llamó a Earvin para que intercediese por Thomas y éste entrara en la convocatoria, pero recibió un ‘no’ como respuesta. Peter Vecsey, de la NBC, también intentó que firmaran la pipa de la paz, pero sin suerte. Al playmaker de Detroit le consumían los celos por Larry Bird y la excesiva atención que se había llevado en la Conferencia Este, que consideraba injusta, y las decisiones mezquinas que tomó dañaron su reputación hasta tal punto que nadie intercedió por él en Barcelona. Jordan, Pippen y Malone no le quería. Bird, con un carácter más apaciguador en esas situaciones, tampoco se puso de su lado. Chuck Daly, entrenador de Isiah en los Pistons y elegido para dirigir el Dream Team, no intercedió. Demasiados gallos en contra de una decisión que iba a dañar la camaradería del grupo. Mucho riesgo para poco beneficio. Thomas no fue a Barcelona y Estados Unidos arrasó. Magic cumplió su sueño de jugar con un Bird al borde de su retirada por culpa de su maltrecha espalda. Tuvo que sudar, pero le convenció para viajar con él y juntos se llevaron el oro ganando todos los partidos por una media de 45,8 puntos.

Con Thomas siempre ha planeado la duda. Su ausencia fue muy comentada y las culpas se dirigieron injustamente a Jordan (que tuvo su parte de responsabilidad); y seguramente sería considerado hoy día todavía mejor de lo que es si su carrera no hubiera estado rodeada de tanta polémica. Lo que sucedió con Isiah fue la mayor decepción personal de toda mi vida”, dijo Magic. Sin embargo, el base de los Lakers atendió diligentemente la llamada de Steve Mills, de los Knicks, cuando en 2006 buscaban entrenador, y recomendó a su archienemigo, alegando que el respeto profesional no se teñía con la animadversión personal. Más allá del error de dicha sugerencia (Thomas consiguió 56 victorias en 108 partidos en su etapa en la Gran Manzana), fue la ESPN la que consiguió que se llevara a cabo una reconciliación eternamente postergada. “Déjame decirte que este ha sido un día tremendo. Mi mujer, mi padre, mi madre me decían que tenía que volver a sentarme contigo. Así que cuando me llamaron no tuve dudas y dije ‘vamos a hacer esto’. Así que sentarme frente a ti y poder revivir esos momentos de diversión, excelencia, de trabajo duro, de soñar a lo grande. ¿Quién se sienta a los 19 o 21 soñando con cosas que queríamos hacer? Y ahora estamos aquí haciéndolo. Eres mi hermano, así que déjame pedirte perdón si te he hecho daño y por no haber podido estar juntos. Dios es bueno por reunirnos otra vez”. Esas fueron las palabras de Magic, con unas disculpas mutuas previas por parte del ex de los Pistons. Igual que los fue el largo abrazo con lágrimas en los ojos en el que se fundieron ambos jugadores, dejando finalmente atrás todo lo que se originó en torno a ese maldito 7 de noviembre de 1991.

Intentos de retorno… y retorno

Magic tuvo muchos últimos partidos. El primero fue el 12 de junio de 1991, el quinto partido de las Finales ante los Bulls. Uno que no sabía que iba a tener lugar (y tras 16 puntos, 11 rebotes y 20 asistencias) pero que apuntaba a retirada forzosa con el diagnóstico de sida meses después. La otra, el 9 de febrero de 1992, cuando vivió una maravillosa prórroga en forma de homenaje durante el All Star. Y la última, el 10 de agosto de 1992, cuando Estados Unidos ganó la final de los Juegos Olímpicos de Barcelona a Croacia por 117-85, tras formar un equipo de ensueño con la connivencia de la que permitió a los jugadores de la NBA disputar la gran cita, algo que impulsaron las propias instituciones norteamericanas tras la derrota de 1988 en semifinales ante el último zarpazo deportivo soviético, previo a la caída del muro de Berlín.

Sin embargo, aún hubo tiempo para un último último partido. Antes de eso, Magic intentó volver al ruedo. El Partido de las Estrellas de 1992 y su participación posterior en los Juegos Olímpicos le convenció de que no era diferente a los demás. El diagnóstico había precipitado su retirada, pero Magic siempre tuvo claro que quería seguir jugando, e inició con los Lakers la pretemporada para el curso baloncestístico 1992-93. La competición había dado reglas específicas tras el positivo para proteger a sus jugadores, y obligaron a partir de entonces a usar guantes a los fisioterapeutas. Si algún baloncestista tenía un corte, no podría volver a pista hasta que éste no estuviera limpiado y vendado. Eso sí, a medida que se hizo claro que Magic había regresado para quedarse, las buenas intenciones se desvanecieron paulatinamente. “El Dream Team era una idea que le encantaba a todo el mundo, pero ahora estamos de vuelta al mundo real”, dijo Karl Malone en declaraciones que recogió un amplio artículo del Times. El ala-pívot había sido parte del equipo olímpico junto al base de los Lakers, pero se opuso a su vuelta argumentando que había que pensar en los jóvenes que tenían toda una carrera profesional por delante. Jerry Colanguelo, presidente de los Suns, admitió que había varios profesionales preocupados por un posible contagio. “Tengo un yerno que opera todos los días. Lleva guantes, gafas, máscara y vive con un miedo mortal”, aseguró entonces.

Magic Johnson en su debut como entrenador de los Lakers.
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Magic Johnson en su debut como entrenador de los Lakers.

La Asociación de Jugadores aseguró que el riesgo de contagios era mínimo, pero el debate sobre si Magic debía o no jugar se reabrió. Byron Scott aseguró que Earvin estaba especialmente molesto con Malone, que en los Juegos Olímpicos no había mostrado una postura parecida y argumentó que prefería que no estuviera porque sabía que así los Jazz, de la Conferencia Oeste igual que los Lakers, tendrían más posibilidades de llegar a las Finales, cosa que no hicieron hasta 1997 y 1998. Colanguelo, por su parte, habló tiempo después de la situación y aseguró que el miedo no era solo de Malone, sino que era compartido. Y que la falta de información que había sobre el sida entonces potenciaba esos pensamientos. “Ahora es muy fácil mirar hacia atrás. En retrospectiva, si hubiéramos sabido lo que sabemos ahora no habríamos dicho nada. Pero en aquel tiempo, dijimos en voz alta lo que muchos pensaban”.

David Stern intentó por todos los medios que Magic regresara. La imagen de la Liga estaba en juego, pero las presiones para que le vetara eran cada vez mayores. Una decisión contraria a su participación conllevaría acciones legales, y la Asociación de Jugadores se opuso a los análisis de sangre obligatorios, a pesar de que Stern argumentó que el base de los Lakers no tenía por qué ser el seropositivo. Sin embargo, su respuesta ante los medios, los baloncestistas y los propietarios fue muy clara: “No nos dejaremos presionar”. El apoyo del comisionado fue de nuevo extraordinario y mostró una alta dosis de progresismo a pesar de la falta de información. Stern sabía de sobra todo lo que le debía la NBA a Magic, y su empecinamiento para que se mantuviese en activo fue igual de grande que cuando le apoyó para jugar el All Star de 1992. La competición se polarizó entre los que dijeron abiertamente, vía medios de comunicación, que no querían que el playmaker regresara y entre los que se mantenían callados. Los apoyos más allá de Stern, todo hay que decirlo, fueron mínimos en lo que se refiere a expresarlos abiertamente. Muchos consideraban una injusticia que Magic no pudiera jugar, pero en su fuero interno se debatían con las palabras de Colanguelo y Malone, que no sabían si eran o no ciertas. Una equivocación pública en ese aspecto podría haber manchado cualquier reputación para siempre, y el desconocimiento que se tenía de la enfermedad impedía posicionarse con vehemencia a favor de una estrella que no quería dejar el baloncesto.

El destino de Magic quedó sellado una semana después de que se hicieran públicas las declaraciones oponiéndose a su retorno. En un partido amistoso celebrado contra los Cavaliers en Chapel Hill, Carolina del Norte, el base recibió un arañazo en el brazo que hizo que saltaran todas las alarmas. Gary Vitti sabía lo que tenía que hacer, seguir el protocolo y ponerse los guantes de goma para tratar el corte. Cuando fue a atender a la estrella con la que tanto tiempo había compartido, se hizo un silencio sepulcral en el pabellón y al fisioterapeuta le asaltaron los recuerdos de los compañeros de Magic que habían acudido a su despacho en las semanas previas para que les convenciera de que era seguro jugar con el base. Vitti, que tenía una gran relación con el jugador, no se puso los guantes y dejó que todo el mundo lo viera, para demostrar así que no pasaba nada. Lenny Wilkens, mítico técnico que había ganado el anillo con los Sonics en 1979 y que dirigía a los Cavs en ese momento, pensó que la respuesta del público era desmesurada, y trató de tranquilizar a sus pupilos, que no se fiaban de lo que veían.

La imagen de Vitti poniendo el apósito a Magic sin los guantes entró en la historia de la NBA, pero la reacción de todas las personas que había en el estadio provocó que la estrella tomara la decisión de retirarse. Quería jugar, pero todo lo que había ocurrido durante ese puñado de minutos le marcó en los siguientes años, y jamás olvidó los murmullos originados tras hacerse la herida. Wilkens intentó tranquilizar a los suyos en un corrillo, pero muchos de ellos estaban confundidos. “Nos dijeron que era más probable ser atropellado por un coche que contraer el VIH, pero a algunos chicos no les entraba en la cabeza”, dijo Danny Ferro, miembro de esos Cavs. Wilkens cruzó una mirada con Earvin y vio la decepción reflejada en su rostro. “No podía más”, pensó el mítico entrenador. Mark Price, base del equipo de Ohio, entró públicamente en la refriega para mostrar sus dudas acerca de la continuidad del base en el partido. En ese momento, Magic tuvo claro cuál era el camino a seguir: “Se acabó. No voy a hacer daño a la Liga que tanto nos costó construir a Larry y a mí”, le dijo a Cookie. Durante el fin de semana, quedó con Rosen en Duke’s, su sitio favorito para desayunar, y le informó de su decisión. Le pidió que convocara una rueda de prensa, pero ni se molestó en comparecer en un acto público. Estaba hundido. “Le destrozaron. No creo que haya tenido un momento más bajo en su vida”, dijo Rosen. Vitti, por cierto, fue denunciado a la Administración de Seguridad y Salud en el Trabajo por tratar a Magic sin los guantes y fue objeto de una persecución de la que no se libró ni con su absolución.

Gary Vitti fue un gran apoyo para Magic. Se saltó los protocolos sanitarios para atender un corte del base, por lo que fue sancionado. Su imagen dio la vuelta al mundo y fue un gesto de reivindicación enorme.
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Gary Vitti fue un gran apoyo para Magic. Se saltó los protocolos sanitarios para atender un corte del base, por lo que fue sancionado. Su imagen dio la vuelta al mundo y fue un gesto de reivindicación enorme.

Magic empezó a hacer otras cosas, como jugar partidos amistosos por Europa. Aprendió a convivir con el VIH al igual que la sociedad, que vio avances y nuevos tratamientos a medida que pasaba el tiempo, a la vez que conseguía ir escapando de esos prejuicios que tanto dolor habían causado al propio Magic. En 1994, los Lakers estaban a punto de quedarse sin playoffs por primera vez desde 1976 y el Doctor Buss recurrió a Magic para los últimos 16 partidos de la temporada tras despedir a Randy Pfund y permitir dos solitarios partidos de Bill Bertka. Tan solo dos años después de su retirada definitiva, Earvin daba el salto a los banquillos apra dirigir a un equipo que contaba con la última versión de James Worthy y con promesas como Nick Van Exel o George Lynch, además de un pívot como Vlade Divac, que había estado en las Finales de 1991. Sin embargo, su experiencia no salió del todo bien. Su intención de imprimir un carácter competitivo presentándose una hora y media antes a los entrenamientos acabó siendo inútil y el equipo, desmadejado, no tenía líder ni alma. Los Lakers ganaron cinco de los seis primeros partidos en los que contaron con Magic de entrenador, pero se hundieron hasta perder los 10 siguientes y se quedaron sin playoffs con un pobre récord de 33-49. Ese año, por cierto, los Celtics tampoco hicieron acto de presencia en las eliminatorias por el título. Fue la primera vez en la historia que ninguno de los miembros de la espectacular rivalidad llegaba a la fase final, algo que se repitió 20 años más tarde (2013-14) y que ha ocurrido tan solo en esas dos solitarias ocasiones.

Tras su efímero periplo como entrenador por obra y gracia de los deseos de Jerry Buss, un hombre que en los 80 le había dado el contrato más alto jamás firmado por un jugador y al que no podía negarle nada, Magic se hizo con una pequeña parte de la franquicia. Fue algo simbólico y nunca tuvo poder real como propietario, pero fue un gesto lo suficientemente destacado como para desatar un cierto rencor en Jerry West, que se iría en el 2000 del equipo al que se lo había dado todo, considerando que la reciprocidad no fue tan grande como él esperaba. Desde entonces, Earvin siempre ha sido una parte intrínseca a los Lakers y ha estado siempre en el Staples, asumiendo labores como embajador y haciendo de directivo en parte de esa malograda década negra que han vivido los angelinos en los últimos años, esos que van desde el anillo de 2010 hasta el de 2020. Ni en los banquillos ni en los despachos tuvo Magic la visión que siempre demostró en pista. Algo que, por cierto, nunca ha ensombrecido su legado.

El último partido de Magic Johnson como profesional fue el 2 de mayo de 1996. Regresó a las canchas esa temporada para jugar sus últimos 32 partidos como profesional. Con 36 años y 12 kilos más, el base no era el de antaño y ni siquiera jugó en su posición original. Asumió el puesto de ala-pívot y se adaptó el rol de sexto hombre. Tras casi cuatro años sin disputar un solo partido oficial, debutó con 19 puntos, 8 rebotes y 10 asistencias, y tras siete encuentros promediaba 19,1+7,7+9. Luego llegaron las molestias físicas propias de la edad y alguna que otra bronca interna con un equipo que en nada se parecía al que dominaba la NBA 10 años atrás. Nick Val Exel no estaba cómodo con la excesiva atención que acaparaba la nueva incorporación, mientras que Cedirc Ceballos se opuso abiertamente a su protagonismo en pista, que a su modo de ver le quitaba minutos. Con el alegre juego que proponía Del Harris desde el banquillo, los Lakers se fueron a 53 victorias, pero cayeron en primera ronda de playoffs ante los Rockets de Olajuwon (3-1), que llegaban de ganar los dos últimos campeonatos.

Magic Johnson, con el trofeo de campeón de la NBA de 1980, el primero de sus cinco anillos y el que empezo a forjar su leyenda.
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Magic Johnson, con el trofeo de campeón de la NBA de 1980, el primero de sus cinco anillos y el que empezo a forjar su leyenda.

Magic se fue a 14,6 puntos, 5,7 rebotes y 6,9 asistencias en su última temporada como profesional. Los Lakers ganaron 22 de los 32 partidos que disputaron con su estrella, todo a pesar de estar carentes de química, aunque el récord, superior al de sus rivales en primera ronda, no les bastó para pasar a semifinales. La estrella consiguió su último triple-doble el 14 de febrero, en un partido ante los Hawks. El día de su despedida, en Texas, se quedó en 8+5+5 en 30 minutos. Los Lakers decían adiós a la temporada y empezaban a mirar a un mercado en el que Jerry West consiguió firmar a Shaquille O’Neal como agente libre… y a Kobe Bryant vía draft. Curiosamente, tan solo unos meses después de la despedida del último gran héroe de la mejor franquicia de la NBA moderna, llegaba la siguiente, una referencia, la Mamba Nega, que siempre guardó una gran relación con la anterior y que acabó comprendiendo, en 2010, la impresionante rivalidad que su antecesor había tenido con los Celtics.

El 2 de mayo de 1996 se puso fin a la última parte de la historia de Magic Johnson. Una neta y completamente marcada por un positivo en VIH que se relaciona intrínsecamente con la figura de una estrella adimensional que fue de la mano del éxito, revitalizó la NBA y sufrió los prejuicios de una enfermedad con la que la sociedad, igual que él mismo, aprendió a convivir. Cuando la normalización del sida caló en los estamentos de la sociedad y su consciencia se hizo patente, en cierta manera, en el interior de la gente, Earvin regresó para disputar sus últimos 32 partidos. Y tras la eliminación de los Lakers, se subió al avión y se dirigió al entrenador asistente, Larry Drew, para decirle que se había acabado. Magic Johnson anunció su retirada y, esta vez, prometió que jamás volvería. Y resumió su última gran aventura de la mejor manera posible: “Quería acabar a mi manera, no según los dictados ajenos”.

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