Otro giro de guion en los Lakers
En plena confusión, y con el asunto Russell Westbrook sin resolver, los Lakers extienden el contrato del mánager general, Rob Pelinka.
Los Lakers han entrado en el terreno de aquello de que el que los entienda, que los compre. Es difícil seguir el rastro de una franquicia que está alcanzando tintes de puro surrealismo en su toma de decisiones, en su composición y forma, prácticamente en su día a día. Si sus aficionados están terminando de detener la peonza de las cuentas, rumores e infinitas posibilidades y están haciéndose a la idea de que la temporada va a comenzar con Russell Westbrook a bordo, lo que parecía impensable cuando acabó el (trágico, nefasto, inaguantable) curso pasado, ahora se han encontrado con otra noticia extraña: en pleno caos, cuando no parece haber una dirección clara, y si la hay se esconde bajo capas de una extrañeza casi antinatural, los Lakers han ampliado el contrato del general manager, Rob Pelinka.
En realidad, la noticia se ha conocido ahora a través de Yahoo Sports, pero se gestó en verano, cuando llegó el nuevo entrenador, Darvin Ham. Entonces, Pelinka recibió una extensión que le asegura estar bajo contrato hasta 2026, el mismo tiempo que dura el acuerdo con el nuevo técnico, al que empareja así su trayectoria. Pelinka llegó en 2017, hizo (o estuvo allí mientras se hacía) el equipo campeón de 2020 y recibió después una primera extensión que lo elevó también a vicepresidente de operaciones. Después de dos años de perpetuos errores y golpes de mala suerte que han convertido a un campeón en un paria casi en tiempo récord, los Lakers han ampliado el contrato del gestor de todo ese asunto. Meses después de despedir a Frank Vogel, el entrenador que también había ganado ese anillo de 2020 y que también se había visto superado por el caos de las dos temporadas posteriores. Sean cuales sean los criterios que se aplican en la franquicia, está claro que han sido radicalmente distintos con Vogel y con Pelinka. Quizá, el criterio es que no hay criterio.
En los Lakers manda Jeanie Buss, hija del inolvidable Dr. Jerry Buss, quizá el propietario más importante de la historia del deporte profesional estadounidense. Jeanie sustituyó vía golpe de estado a su hermano Jim, que estaba llevando al equipo a la peor crisis de su historia. En la organización hay otros dos hermanos Buss, Joey y Jesse, cuyo trabajo es alabado desde hace años y que, o eso se dice, están ascendiendo ahora en una cadena en la que hay varios personajes sospechosos: Pelinka por un lado, los Rambis (Kurt y su mujer Linda) por otro, todos cercanos al máximo a Jeanie Buss, puro pedigrí laker (esto es incuestionable) pero también una gestora de la que ya se puede dudar, al menos en cuanto a su capacidad para adaptarse a los tiempos y romper un círculo de endogamia y asuntos de familia que se ha vuelto obviamente nocivo en una franquicia histórica que sigue teniendo a favor su existencia como hecho diferencial pero a la que le crece la competencia: la pujanza económica de la NBA llena la Liga de nuevos propietarios, con mucho dinero e ideas frescas. Hace años, de hecho, que el mejor ejemplo está al lado, en la misma L.A.: los Clippers, hace no mucho un hazmerreir.
Si Pelinka aseguró su renovación en verano, el movimiento podría entenderse como una forma de darle estabilidad en el cargo y evitar que se sentara a negociar con otros equipos bajo esa debilidad de un futuro borroso, inestable. Pero el caso es que Pelinka no ha hecho nada, ha dejado que el asunto Westbrook se encamine solo a la resolución que, salvo sorpresa (que nunca se sabe) parece la más tóxica y menos deseable para todas las partes, seguramente incluido el propio Westbrook. A falta de saber si queda en la chistera un golpe maestro, un giro estratégico o una montaña de buena suerte que ahora es difícil adivinar, Pelinka ha dejado el equipo sin hacer, mal construido (sigue sin fichar aleros fuertes y defensivos, por ejemplo) y lejos de la zona jerárquica de los verdaderos aspirantes. Pero, antes de que se pueda saber si la implosión que viene es atómica, ha asegurado otra extensión de contrato.
Pelinka no jugó en los Lakers, como casi cualquiera que pasa por los despachos o el banquillo de la franquicia, pero era el agente de Kobe Bryant. Y eso tiene un peso enorme en el juicio de Jeanie Buss. Llegó en 2017, y en los dos siguientes años el equipo se hizo con LeBron James y Anthony Davis, pero es difícil dar mucho mérito al general manager en esos movimientos. Hasta Magic Johnson pareció tener más mano, al menos hasta que salió escaldado y, además, acusando a Pelinka de haberle apuñalado por la espalda. Cuando Kawhi Leonard rechazó unirse a LeBron y Davis en la madre de todos los big threes, los Lakers hicieron a la carrera un roster que acabó siendo campeón. Desde entonces, ha parecido que Pelinka se ha estado persiguiendo a sí mismo. No tanto sin saber qué hacer como sin saber cómo hacerlo. Al campeón de 2020 se le quitó su tremenda identidad defensiva en busca de una esquiva inyección de talento ofensivo (más puntos, más creación para descargar a LeBron) que no se ha materializado.
Pelinka hizo, su mayor logro, un buen equipo post anillo. El quinteto Dennis Schröder, Kentavious Caldwell-Pope, LeBron James-Anthony Davis-Marc Gasol empezó la temporada 2020-21 como un tiro: 21-6 y un +15,5 de net rating con esa unidad en pista. Después llegaron las lesiones, que mandaron al traste esa temporada y obligaron a Pelinka a enseñar la patita. Andre Drummond llegó para relevar a Marc pero finalmente se generó un lío de pívots en el que ambos dieron su peor versión. Schröder recibió una oferta (él lo niega) de 84 millones que rechazó antes de acabar recibiendo un contrato minúsculo en los Celtics y, ahora, regresando a los Lakers casi como meritorio. Las entradas y salidas se gestionan de forma extraña: Talen Horton-Tucker pasó de intocable en negociaciones a irse para hacer sitio a Patrick Beverley. Había sido, THT, una prioridad por delante del añorado Alex Caruso. Los jugadores con posibilidades, antes Malik Monk y ahora Lonnie Walker, firman contratos de solo un año que dificultan horriblemente su continuidad (Monk se ha ido a los Kings) si las cosas salen bien. Los jóvenes elegidos en segunda ronda o fuera del cauce del draft aceptan acuerdos de dos años que obligan al equipo a apostar fuerte económicamente demasiado pronto. Pasó con la renovación de THT, fue un asunto que influyó en la salida de Caruso y ahora va camino de repetirse con Austin Reaves, Max Christie…
Pero, sobre todo, Pelinka no ha arreglado el caso Westbrook. A falta, insisto, de volantazo (ahora o durante la temporada) que cada vez cuesta más ver. Al menos, con final remotamente feliz. Y el caso es que, en esta situación, Pelinka tiene otra extensión de contrato. Quizá los Lakers, muchas veces la respuesta más sencilla es la correcta, no saben qué están haciendo. Quizá Jeanie Buss ha perdido el rumbo. O quizá hay un plan, en alguna parte. O tal vez este equipo, porque ese don siempre lo ha tenido, encuentra formas que nadie más imagina de toparse con anillos de campeón. Pero ahora mismo todo parece confuso, extraño, incluso tóxico. Lo dicho: el que entienda a estos Lakers, que los compre. Con Pelinka en el lote hasta 2026.