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Marzo en la NBA: de todo... menos locura

El tanking y los descansos ponen a la competición en una situación extraña y complicada en las semanas en las que se juega el gran torneo universitario.

Una acción del Raptors-Wizards jugado el 10 de marzo en Toronto.
John E. Sokolowski
Juanma Rubio
Nació en Haro (La Rioja) en 1978. Se licenció en periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. En 2006 llegó a AS a través de AS.com. Por entonces el baloncesto, sobre todo la NBA, ya era su gran pasión y pasó a trabajar en esta área en 2014. Poco después se convirtió en jefe de sección y en 2023 pasó a ser redactor jefe.
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Marzo es el mes de la locura en el baloncesto estadounidense, ya se sabe. El March Madness, el gran torneo nacional universitario que pone el país del revés, que combina la tradición histórica, y única, del College con sus circunstancias y sus rivalidades, y esa pasión desatada de los aficionados por las apuestas, los brackets y el consumo de unos partidos de eliminación que suelen incluir sorpresas sísmicas, canastas imposibles, finales para el recuerdo… y en el que ahora también pesa, por fin y con todo merecimiento, un torneo femenino hasta hace unos años mucho menos mediático y que ya usa también, por fin, la denominación oficial de March Madness, que estaba reservada solo para los chicos.

La locura de marzo en Collegepero muy poca locura, o nada, en la NBA. Ese pico del calendario deportivo estadounidense que marca el torneo coincide con lo que suele ser un período valle en la larguísima temporada regular, que incluye 1.230 partidos a lo que ahora hay que sumar la final de la NBA Cup, que no computa en ese total y, después, el nuevo play in (introducido en la burbuja de Florida y perfeccionado después) y los (esos sí) todopoderosos playoffs.

En marzo, en la NBA, se va apurando la temporada regular. Los mejores equipos empiezan a tener claro desde dónde y cómo llegarán a playoffs y piensan en dosificar esfuerzos pensando en esa durísima carrera por el título. Eso se suma a esas políticas de descansos organizados y distribuidos por las franquicias contra los que la NBA lucha, un poco de aquella manera pero desde luego con nuevas normas, para convencer al público (y a las televisiones nacionales, que acaban de firmar unos derechos de valor histórico) de que la cosa va en serio y de que los partidos cuentan. Pero la realidad, con 82 por franquicia en cada temporada, suele ser distinta.

A eso hay que añadir, por supuesto, a los equipos enfrascados en la carrera final por las opciones en la lotería del draft, el tanking que hace que perder sea lo conveniente para tener las mejores bazas en el sorteo y acceder así al talento joven premium. Esto, un fenómeno tan viejo como este sistema de competición pero que ha generado muchos debates en los últimos años, entre otras cosas porque algunas franquicias lo han empezado a proyectar en fases casi industriales y aplicadas durante varias temporadas, incluye a equipos que llevan toda la temporada en reconstrucción, pensando en no ganar más de la cuenta, desde la parrilla de salida, pero también a aquellos que han tenido un año malo y ven el draft como única forma de mitigar los males o, en muchos casos, de pasar página y renovar el proyecto que ha fallado.

Un lote de equipos que no piensa en ganar

En este momento de la temporada, se encuentra en proceso obvio de tanking Raptors, Wizards, Jazz, Nets, 76ers, Hornets y Spurs. Algunos no querían estar ahí, pero no les ha quedado otra: a los Spurs desde la lesión de Victor Wembanyama y a los Sixers porque todo les ha salido mal: los problemas físicos de Joel Embiid y Paul George, las derrotas que arrasaron las opciones de pelear por grandes metas demasiado pronto… el caso es que, por ejemplo, en la tarde y la noche del domingo se jugaron ocho partidos en la NBA y solo en dos se podía afirmar rotundamente que ambos equipos querían ganar a toda costa: Clippers-Thunder y Rockets-Nuggets. Para colmo, les lesiones tenían fuera a Jalen Williams y Chet Holmgren, en los Thunder, y a Nikola Jokic en los Nuggets. Así que…

El analista Tom Haberstroh eligió una jornada de muchos partidos, ya en este complicado marzo, y señaló 42 estrellas según el criterio (algo líquido) que estableció la propia NBA para ese concepto de cara a aplicar sus sanciones si se ejecutaba mal la política de descanso: jugadores que han sido all star o han entrado en los Mejores Quintetos en las tres temporadas anteriores a la que se esté jugando. De los 42, había en pista y 21 ausentes, por lesiones o descansos. Y pone el foco en otro asunto: para evitar las multas que implica esta manera de actuar (los Jazz se acaban de llevar una de 100.000 dólares por no explicar bien las recurrentes ausencias de Lauri Markkanen, su jugador franquicia), los equipos sí ponen a sus mejores jugadores… pero los sientan en los minutos decisivos si el partido está igualado.

A los que hacen tanking se suman otro que van teniendo poco por lo que jugar: los Thunder saben que serán primeros del Oeste (se lo han ganado) y Cavaliers y Celtics están ya, salvo cambio totalmente improbables, definidos como primero y segundo del Este. Así que empezarán a pensar en que sus mejores jugadores lleguen en perfecta forma a playoffs. Otros equipos todavía se juegan cosas pero necesitan que sus estrellas, por edad (LeBron James) o situación física (Luka Doncic, Nikola Jokic…) dosifiquen todo lo posible antes de la segunda mitad de abril. Y a eso hay que sumar las lesiones reales para conformar un problema serio para lo que acaba siendo, como señala el periodista Eric Koreen en The Athletic, un producto inferior sin que, en general, las entradas sean más baratas ni las televisiones nacionales reduzcan su número de retransmisiones.

Hay partidos en los que un equipo no tiene mucho interés por ganar o en el que eso sucede con los dos. O hay, al menos, sospechas. Los 76ers, por tomar de nuevo su ejemplo, darán su primera ronda de draft a los Thunder si no es top 6. Si acaban con el quinto peor récord de la liga tendrán un 63,9% de opciones de mantenerlo (elegir entre el 1 y el 6); con el sexto, un 45,8 y con el séptimo, 31,9. Así que por lo que puede acabar siendo un partido ganado más o menos pueden tener uno de los mejores jugadores de la próxima generación o quedarse sin nada y enviar ese talento joven a los Thunder, el mejor equipo de la regular season que se llevó ese pick en una operación de 2020 en la que los Sixers se deshicieron del contrato de Al Horford.

La situación acaba desembocando en partidos como el reciente Raptors-Wizards, con los dos equipos metidos en pleno tanking, los canadienses dando descansos sin parar a sus jugadores principales y los de la capital en fase de reconstrucción profunda ya desde la temporada pasada, que se deciden sobre la bocina y los aficionados de ambos prefieren, en muchos casos la derrota. No los jugadores, porque los que están en pista intentan siempre ganar. Son los ejecutivos y entrenadores (por órdenes que llegan desde los despachos) los que se encargan de que las opciones de sumar victorias queden minimizadas. Ese Raptors-Wizards que usa como ejemplo Koreen, acabó con una canasta ganadora de Jamal Shead, de los Raptors, que no valió por dos décimas. Algunos aficionados del pabellón (recuerdo: en Toronto) jalearon que así fuera.

Garrett Temple, que lleva tres lustros en la NBA, juega ahora en los Raptors y es vicepresidente del sindicato de jugadores, tiene claro, lo explica en ese artículo, que las cosas no deberían ser así: “Es un asco. Soy realista y puedo entender el marco general, la visión amplia de todo ello. Pero a mí no se me ocurriría nunca celebrar la derrota de mi equipo, querer que pierda. Nunca desearía que los jugadores de mi equipo no compitieran, que no salieran a la pista a darlo todo para intentar ganar. Nosotros somos competidores, y eso es lo que hacemos. Lo contrario está mal, pero con las normas actuales hay un incentivo para comportarse así. Adam Silver y toda la NBA, en general, tienen que reflexionar sobre todo esto y encontrar formas de hacer que los partidos sean más competitivos. La gente viene a los partidos para ver jugar a las estrellas. Si las estrellas no juegan, los aficionados no ven a quienes quieren ver y por eso pagan las entradas. Los que estén en pista van a esforzarse y jugar duro, nos jugadores NBA y tienen talento. Pero este tramo no tiene nada que ver con el de los partidos de la primera parte de la temporada o los que van a venir después en playoffs”.

Unas bases muy difíciles de transformar

Es muy difícil, en todo caso, cambiar el modelo. La NBA tiene un sistema de lotería para decidir las posiciones del draft, en diferentes formatos, desde 1985. Antes, una moneda al aire decidía los picks 1 y 2 entre los peores equipos de cada Conferencia. En su primera versión, los siete peores (los de lotería entonces, ahora son catorce) tenían las mismas opciones de llevarse el número 1. Las diversas modificaciones hicieron que la lotería fuera ponderada a partir de 1990 (cuantas más derrotas, más opciones de acabar muy arriba en el draft), con un cambio drástico en 2019 para intentar suavizar el tanking: los cuatro peores tienen las mismas opciones de número 1 y nadie tiene más de un 14% de opciones de elegir primero ni más de un 52,1% de asegurar un top 4. Se trata, bien entendido, de un sistema óptimo si se considera que reparte el talento joven entre los equipos que más lo necesitan, algo que equilibra la competitividad de la liga. Pero, en la práctica…

Temple, en The Athletic, es radical, y propone que los tres peores no tengan acceso a los mejores y sean enviados al final de la lotería (elecciones 12, 13 y 14) mientras los otros once van al sorteo con las mismas opciones. Hay propuestas similares para intentar que haya menos aliciente en perder demasiado y que, a la vez, no deje de llegar el talento a los mejores equipos. Otra idea básica para reducir los descansos masificados y los partidos intrascendentes es bajar el número de partidos, de los 82 actuales a otra fórmula (66, 70…). Eso generaría menos noches con poco o nada en juego, daría más tiempo de descanso a los jugadores y pararía algunas ausencias, permitiría un calendario más cómodo y más entrenamiento (y, por lo tanto, equipos más concentrados y preparados)… Pero la NBA es fiel a su historia, por un lado, y el dinero pesa mucho, por otro. Jugadores y franquicias se reparten las enormes ganancias que genera ahora la competición a partir de lo que producen los partidos. Si hay menos, la tarta se reduce para las dos partes. Por lo tanto…

Las llamadas a reducir al mínimo o incluso eliminar del todo la lotería ponderada tampoco han llegado por ahora a ningún lado. Los equipos quieren tener elecciones altas para reconstruir cuando toca hacerlo, y además un sistema más libre y menos condicionado daría más valor (todavía) a más rondas de draft y eso se notaría en un mercado de fichajes (se pondrían menos en el ajo) que (rumores, noticias, operaciones…) genera muchísima actividad para la NBA, en horas de televisión e interacciones en redes sociales. Así que, aunque la liga siempre asegura que está pendiente de estos asuntos y de cómo puede mejorar las cosas, parece que nada va a cambiar. No, desde luego, de forma dramática y en el corto plazo. Aunque marzo sigue trayendo, en general, cualquier cosa menos locura

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