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SACRAMENTO KINGS

Los Kings, por fin: adiós a 16 años de desgracias

Desde el adiós de Rick Adelman del banquillo, los Kings no han vuelto a pisar ‘playoffs’ hasta ahora. 16 años de errores, horrores y muchos intentos fallidos.

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Desde el adiós de Rick Adelman del banquillo, los Kings no han vuelto a pisar playoffs hasta ahora. 16 años de errores, horrores y muchos intentos fallidos.

Creo que nuestro momento llegará pronto”. Nunca una frase ha sido tan poco premonitoria, incluso teniendo en cuenta la injusticia poética que supone que la pronunciara una mente tan brillante como la de Rick Adelman. Era un 2 de junio de 2002 en Sacramento, y los Kings acababan de perder ante los Lakers en el séptimo partido de las finales de Conferencia Oeste. Se ponía así fin, aunque la racionalización posterior aumentó la narrativa, a una de las series de playoffs más increíbles de la historia de la NBA: prórroga en el definitivo asalto, dos tiros ganadores, remontadas, polémicas, misteriosas intoxicaciones... Había sido la serie de Robert Horry, Vlade Divac, Shaquille O’Neal, Kobe Bryant, Chris Webber, Mike Bibby, Derek Fisher y un sinfín más de nombres propios, con sus correspondientes apellidos. Una eliminatoria que marcó a una generación. Pero también la representación de que el fracaso es siempre más imperecedero que el éxito y que cuando estás tan cerca de atrapar lo que más deseas, no puedes perder la oportunidad. Porque, en seguida, ésta se desvanece.

A esos Kings no les llegó su momento, igual que había pasado con los anteriores y pasaría con los siguientes. Solo con la nomenclatura de los Rochester Royals alcanzaron el anillo, allá por 1951. Desde entonces, ni en Cincinnati ni en Kansas, ya como Kings, lograron semejante éxito. Y menos aún con la mudanza a Sacramento, en 1985: allí tuvieron dos participaciones en playoffs en 13 temporadas hasta la llegada de Rick Adelman, en la que se iniciaron unos éxitos que jamás se tradujeron en anillos, pero sí en la etapa más increíble de la historia de la franquicia: 8 participaciones consecutivas en la fase final, cuatro primeras rondas, tres semifinales de Conferencia y esas finales del Oeste que fueron el tope, el techo. Lo más lejos que llegaron nunca, una serie en la que el ganador sería virtual campeón del anillo: en las Finales esperaban los Nets de Jason Kidd y compañía, con Byron Scott en el banquillo, pero no dejaban de ser un rival débil que representaba la enorme diferencia que había entonces entre el Oeste y el Este.

Las palabras de Adelman, por mucho que quisieran insuflar ánimos a los suyos en un momento terriblemente complicado, no fueron ciertas. Los Kings, que perdieron su tercera serie consecutiva ante los Lakers, habían caído 3-2 en el 2000 (hasta el 2003, la primera ronda se jugaba a 5 partidos). En 2003, con lesión de Chris Webber, cayeron en el séptimo de las semifinales ante los Mavericks (de Dirk Nowitzki, Steve Nash, Don Nelson en el banquillo...); y en 2004, hicieron lo mismo ante los Wolves de Kevin Garnett, de nuevo 4-3 y en semifinales. Ni siquiera los Kings, en su etapa más gloriosa, consiguieron ganar un partido definitivo: el único pecado de un equipo carismático, divertido y original, que permitió a la NBA volver a presumir del juego más cautivador del planeta.

Una crisis eterna

Cuando Adelman se marchó en 2006, el único superviviente del equipo de 2002 era Mike Bibby, un base creativo y con facilidad para la anotación que llegó en sustitución de Jason Williams en verano de 2001, en un traspaso potenciado por el propio Adelman, nada de acuerdo con los pulsos de liderazgo que se atrevía a plantear Chocolate Blanco. Entonces, empezó la crisis: 16 años consecutivos sin playoffs, récord absolutdo de la NBA: una crisis pantagruélica, motivada por las malas decisiones, el recuerdo de un pasado que nunca regresaba y los deseos de emerger por una afición que vive en una ciudad que entiende de baloncesto. Desastres en la directiva, a veces malos entrenadores, estrellas que no consiguieron dar la vuelta a la situación, malas elecciones en el draft y muchos intentos frustrados para emerger y volver a la fase final.

En 16 temporadas, los Kings han disputado 1276 partidos de regular season para un récord de 457-809. En las 8 temporadas de Adelman, justo la mitad, se disputaron 624 encuentros para un balance de 395-227. También se lograron 8 récords positivos, 2 temporadas por encima de las 40 victorias, 5 (todas consecutivas) superando las 50 y una de 60, la de 2002, en la que pasó lo que ya se sabe que pasó. En los 16 años siguientes, 16 récords negativos, ninguna temporada llegando a las 40 victorias y un tope de 39 con Dave Joerger. Al que Vlade Divac, que siempre fue mejor jugador que directivo, despidió para contratar a un Luke Walton en lo que fue una decisión nefasta que acabó con la dimisión del propio Divac y el último giro a una etapa en la que han pasado por el banquillo 16 entrenadores en 16 años, incluido un George Karl que tampoco pudo reflotar la franquicia a pesar de contar en pista con DeMarcus Cousins, Rudy Gay y Rajon Rondo al mismo tiempo.

La resurrección

El fracaso de la etapa de Cousins, algo que nunca fue culpa del pívot, vino unido un tiempo después a la selección de Marvin Bagley III por delante de Luka Doncic en el draft de 2018, una decisión que ha perseguido a la franquicia en los últimos años. Tampoco se vio con buenos ojos que el curso pasado se traspasara a Tyrese Haliburton, un talento incipiente, por Domantas Sabonis, un All Star que no había terminado de explotar. Monte McNair, actual General Manager, se hartó de la misérrima gestión de Luke Walton y se quedó con Alvin Gentry para terminar la última temporada, de nuevo en negativo (30-52). Keegan Murray llegaba en el quinto puesto del draft de 2002, cuya alta posición llegaba por el pésimo balance. ¿Se iniciaba una nueva era? Eso se quería en los Kings. Y así ha sido.

La decisión de contratar a Mike Brown ha sido, a la larga, un acierto: y la influencia del entrenador en la resurrección de los Kings un hecho incontestable. Brown, conocido por entrenar a los primeros Cavs de LeBron (Finales de 2007), venía de aprender en la vera de Steve Kerr en los últimos años. Con una tendencia claramente defensiva en el pasado, el técnico comprendió en seguida que no se podía atrincherar atrás con semejantes talentos ofensivos y creó desde la pizarra un ataque con Domantas Sabonis como epicentro y D’Aron Fox (ambos en el All Star) como ejecutor. Y funcionó: el pívot lituano promedia 19,2 puntos, 12,5 rebotes y 7,2 asistencias; el genial base, 25,2+4,2+6,1. Y 15,3 tantos de Kevin Heurter (rozando el 41% en triples), 15,1 de Harrison Barnes, 13,4 de Malik Monkt, más de 11 del rookie Keegan Murray con récord de triples para un rookie incluido... Todos aportan. Todos suman. Y, claro, todos creen.

Los Kings tienen atada a Foc hasta 2026 y a Domantas un año más. De la plana mayor, solo Barnes y ese contrato ligeramente tóxico que firmó en 2019 (85 millones en 4 temporadas, otra decisión polémica de la antigua directiva) es agente libre. Y, mientras tanto, los Kings son el mejor ataque de la NBA (121 tantos por noche), segundos en porcentajes en tiros de campo, octavos en porcentaje de triples y cuartos en asistencias. Han llegado a las 40 victorias (46-30) por primera vez desde 2006 y podrían llegar a las 50, algo que no hacen desde 2005. Son un equipo atractivo, compenetrado, que ataca muy bien e interpreta el baloncesto en la ofensiva de forma correcta. Y ya están matemáticamente clasificados para playoffs: el fin del sainete, de la tortura. De uno de los peores récords de la historia de la NBA. Domantas, Mike Brown (que va a ser, casi con total seguridad, Entrendor del Año), Fox, el espíritu de Adelman... El fin de la crisis ya está aquí. Vuelven los Kings. Vuelve la revolución.