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Muñiz-Rimada: “El refuerzo que recibe el que apuesta es como el del que consume heroína”

“Estamos generando enfermos que destruyen sus vidas y las de sus familias”, asegura a AS el psicólogo Jesús Muñiz-Rimada, experto en adicción al juego.

Actualizado a
Aficionados realizan sus apuestas en un local de Las Vegas.
STAFFREUTERS

PRIMERA PARTE | ¿Qué hora es, señor lobo?

“El refuerzo que sienten los chavales cuando apuestan y ganan se asocia con el que recibe un adicto a la heroína cuando la consume”, dice Jesús Muñiz-Rimada Barrio, psicólogo experto en adicciones del gabinete Áncora de Majadahonda. “Tenemos cuestionarios sobre los refuerzos que registran los adictos a cada sustancia, y el de las apuestas deportivas online es así, de la misma intensidad que el de la heroína. Es muy fuerte: he hecho una apuesta pequeña, ha sido muy fácil y he ganado dinero. Eso hace que el enganche sea muy rápido”.

En los últimos días, apenas una puerta que se acaba de abrir, la introducción de una historia que avanza hacia su nudo, los problemas con el mundo de las apuestas y el juego online repiquetean constantemente. Están empezando a rayar la deslumbrante superficie de las grandes ligas profesionales estadounidenses. Que han puesto de su parte lanzándose a los brazos de un nuevo aliado muy peligroso, especialmente ahora que se está convirtiendo en partner y, el dinero manda, mecenas de esas grandes televisiones que siguen siendo el sostén esencial de todo el negocio. Han abierto la puerta del corral, y ahora les toca ensayar la cara de sorpresa que van a tener que poner, pero cómo ha podido pasar esto, cuando el zorro empiece a devorar gallinas. Pero es que es tanto, y tanto, y tanto dinero que

De Shohei Ohtani al College y la NBA

La gran estrella de la MLB, el japonés Shohei Ohtani, ha tenido que salir a explicar que no tenía nada que ver con 4,5 millones de dólares pagados por su traductor, en su nombre, a un corredor de apuestas de California… donde estas prácticas son todavía ilegales. Una de las últimas fronteras que le queda por conquistar a un lobby que ya trabaja duro en Texas, compra de los Mavericks por la familia Adelson incluida, y que por ahora ya ha legalizado las apuestas deportivas en 38 estados y el Distrito de Columbia. El objetivo (Texas, California…) es convertirse en un imperio en el que no se ponga el sol. Si es que no lo es ya.

En el deporte universitario, US Integrity (empresa de control de integridad que trabaja para las grandes competiciones: a esto obligan ciertas asociaciones) avisó de que había cosas raras en un partido de baloncesto entre Alabama y Temple, esta última elevada a sospechosa habitual. Y un entrenador de beisbol fue primero suspendido y después despedido por pasar información estratégica a apostantes. En la NFL, el receptor Calvin Ridley se perdió la temporada 2022 por realizar apuestas que incluían partidos de su propia competición: “Un día vi un anuncio en la tele sobre un portal de apuestas, me descargué la app en el móvil y metí 1.500 dólares, solo por hacer algo. Iba a apostar primero 200 dólares en partidos de la NBA, pero incluí más opciones en una combinada, entre ellas un partido de los Falcons”. Ridley era todavía jugador de esos mismos Falcons, aunque estaba apartado del equipo para cuidar, precisamente, su salud mental.

En la NBA, Tyrese Haliburton fue el primer all star, una de las nuevas caras jóvenes de la liga, que salió a decir que se sentía poco más que “un factor de apuestas” para cada vez más aficionados. El entrenador de los Cavaliers, JB Bickerstaff, expresó su preocupación por la seguridad y la salud de todos los actores de una competición que estaba “traspasando ciertas fronteras”. Jayson Tatum, el mejor jugador del mejor equipo de la temporada (Bosgton Celtics), acaba de decir que lo que ven y oyen tiene cada vez más que ver con las apuestas: “Te gritan todo el tiempo. Que tires otro triple, que no lo tires, que metas o no 25 puntos antes del descanso… y te acabas sintiendo mal, como si no estuvieras ayudando a la gente a ganar dinero”. Y, casi en paralelo, Jontay Porter fue apartado por los Raptors y está siendo investigado por la NBA porque las casas de apuestas detectaron “movimientos inusuales” relacionados con sus estadísticas, que supuestamente él mismo estaba cocinando para adaptarlas a las cuotas más beneficiosas. Su hermano Michael, jugador de primer rango y vigente campeón con Denver Nuggets, también se ha referido al nuevo clima en el que les toca maniobrar: “La gente te dice qué tienes que anotar tanto o no hacerlo… así que cada noche decepcionas a alguien. Ahora es parte del juego”.

El debate se ha llevado rápidamente, y no sin razón, a la integridad de unas competiciones que confabulan, para sacar hasta el último dólar a los aficionados, con un mundo de las apuestas deportivas que empezó a ser legal en Estados Unidos en 2018. Es difícil alterar el resultado de una final o decidir desde fuera quién gana o pierde; pero es muy fácil manipular ligeramente pequeñas estadísticas, datos que normalmente pasan desapercibidos y que se han vuelto instrumentales en un negocio que permite apostar a todo lo que se quiera, hasta las cosas más nimias. Así están llegando los nuevos problemas porque estas son, además, las apuestas más rentables y, por lo tanto, las que promueven con luces de neón las empresas del sector: si las que se basan simplemente en el resultado de un partido ofrecen un rendimiento de entre un 5 y 6% de lo apostado, con esas combinadas de posibilidades infinitas (estadísticas, objetivos, resultados encadenados…) ganan hasta un 30%.

Se empezaba a cuestionar la integridad, qué vamos a hacer, mientras la NFL (el año pasado) permitía que abrieran locales de apuestas en los estadios. Una anticuada línea roja que atravesaron antes que nadie los Wizards en una NBA que prepara una optimización de su League Pass con información constante en pantalla sobre cuotas con enlaces, faltaría más, para apostar en las empresas partner de la liga. Todo a un click, todo el tiempo y sin moverse del sofá. También se cuestiona, qué vamos a hacer, la toxicidad que acompaña a esa nueva forma de consumir el deporte que al mismo tiempo se alienta con acuerdos oficiales y publicidad desbocada. En la NCAA ya se estudian qué medidas tomar, tal y como confirmó su presidente Charlie Baker: “Las apuestas están atentando contra la integridad de la competición, pero también está provocando ataques y acoso a nuestros deportistas”. Resulta que por mucho que la forma se embellezca, su normalice y se legitime con desarrollos tecnológicos, el fondo no ha cambiado tanto desde los tiempos de las mafias y los corredores ilegales. Que, además, todavía existen.

La verdadera batalla es por la salud mental

De lo que se habla menos, mientras los más voluntaristas esperan que estemos viviendo el tsunami que suele seguir a cualquier legalización y que las cosas acaben encauzándose, es de lo que implica a nivel social; Del asalto a la salud mental de una sociedad donde el problema puede acabar en pandemia. De que el juego, palabras que los nuevos partners de las ligas quieren enterrar debajo de mil alfombras, genera adictos, enfermos. Pero también ahí, poco a poco, están asomando las orejas del lobo. En Nueva York, el congresista Paul Tonko quiere legislar la forma en la que las casas de apuestas se anuncian e interactúan con el gran público, un escenario que en EE UU y desde la legalización de 2018 se puede definir, sin entrar en mucho más detalle, como el salvaje oeste: “Es un producto adictivo, y estamos empezando a lidiar con un problema que no para de crecer, que empieza a ser masivo y que es una cuestión de salud pública. Es lo mismo que pasó en su día con el tabaco, pero hemos sustituido a Joe Camel (la mascota de esa marca de cigarros entre 1987 y 1997) por las celebrities que anuncian apuestas”.

Las apuestas deportivas tienen, si se analizan como producto adictivo, una casuística más compleja que otras sustancias que no están tan a mano. “Si yo soy adicto a la cocaína, el acceso a ella no es tan fácil. Pero con las apuestas deportivas, en cuanto tienes un teléfono ya puedes apostar. Que el acceso a una droga sea complicado juega a favor, pero en este caso vale con tener un móvil y una tarjeta de crédito. Y ya puedes hacerlo, las 24 horas de los siete días de la semana. En esta adicción, encerrarse en casa no protege. Hay mucho riesgo porque el acceso es muy sencillo”, explica Muñiz-Rimada a AS mientras advierte de otro peligro crucial: en un mundo global, las legislaciones locales son fáciles de sortear si en otros países hay leyes mucho más laxas o literalmente inexistentes. Eso resta pegada a, por ejemplo, la que se aprobó en España en 2020, que sacó a los famosos de los anuncios de casas de apuestas, y a estas de las competiciones deportivas, y acotó su presencia televisiva a las franjas nocturnas.

Desde el observatorio de su desempeño profesional, advierte de que se está creando un nuevo tipo de adicto al juego: “Lo que vemos es que el perfil de ludópata ha pasado de ser un varón de entre 30 y 50 años a uno de entre 15 y 35. Ha bajado la media casi quince años, a un punto en el que hablamos de menores de edad, que en teoría tienen prohibido apostar. Pero se ponen barreras que son muy fáciles de sortear. En cuanto coges el DNI y la tarjeta de crédito de tu padre…”.

Es una dinámica peligrosa: las nuevas apuestas deportivas se apoyan en la tecnología (móviles, apps…) para ser básicamente ubicuas y permitir un consumo vertiginoso, instantáneo. En paralelo, promueven un tipo de apuestas, las que les resultan más rentables, de alto riesgo y teóricas altas recompensas. Las grandes ligas estadounidenses legitiman estas practicas y sirven de facto como plataforma, por y para la ganancia económica de las dos partes. Y sus socios televisivos hablan ya casi tanto de cuotas e “inversiones casi sin riesgo” (esto se ha dicho, literalmente, en ESPN) como de táctica o clasificaciones. El espectáculo es colorido, vendido como inofensivo y lanzado sin filtro sobre la población joven: “A mí por ejemplo me llegó, de rebote, el caso de un chico de 16 años que tenía problemas de comportamiento, se metía en muchas peleas… Cuando lo tratamos, vimos que muchas de esas broncas tenían que ver con apuestas deportivas. Y tenía 16 años. Esto es accesible para todo el mundo. No tienes que empezar poniendo mil euros ni tienes que ir a un casino y que te dejen entrar, como pasaba antes. Ahora empieza con cinco euros, luego diez, luego cincuenta, después robas a tu madre y pasas de apostar para ganar a apostar para recuperar lo que has perdido”.

“Con las apuestas online no hay mucha correlación con el consumo de otras sustancias adictivas”, continúa, “pero sí con otras problemáticas: familiares, de agresividad, en el trabajo o con los estudios… Si estás apostando, no estás estudiando o trabajando. Si pierdes, te pones muy nervioso. Y en menores el efecto es mucho mayor. El cerebro no está igual de formado y todo es más llamativo, atrae mucho más. Si tú ves algo en Estados Unidos, aunque aquí no puedas apostar al momento ya te han puesto el caramelo. Se da información que no es cierta, que atrae mucho y que conduce a algo que engancha muy fácilmente”.

Así que en las consultas de los psicólogos cada vez hay más jóvenes que tienen que pasar por una primera fase en la que ni siquiera pueden tener teléfono móvil. Ni nada de dinero, tarjetas de crédito… En España y en 2005, el 84% del juego tenía que ver con el considerado no estratégico. Las tragaperras y todo lo demás. Hoy, esa cifra ha bajado al 43% mientras ascienden el juego online y las apuestas deportivas, apoyadas en una menor percepción de riesgo y que hacen estragos entre las clases bajas porque venden la fantasía de una riqueza que nunca llega. El 40% de los ludópatas, ahora, empieza a serlo antes de la mayoría de edad. Un asunto gravísimo por, además, el enorme impacto vital que implica en personas que ya llegarán a esa mayoría con unas enormes cargas en forma de problemas, deudas… Cuando expuso sus medidas, el gobierno habló de que un 12% de los ciudadanos de entre 18 y 25 años que se metían en el mundo de las apuestas deportivas acababa desarrollando problemas serios. Y del poderoso efecto online: con las loterías, por ejemplo, hay solo un 1,5% de jugadores problemáticos cuando se consume de forma presencial y un 24,5% si es en línea y, por lo tanto, de forma básicamente instantánea.

Resulta obvio que, si las casas de apuestas van de la mano de las competiciones y los propios deportistas, hay conversaciones que se van a seguir evitando hasta que no quede más remedio que afrontarlas. Hay un efecto legitimador, normalizador, que es el que unos buscan y los otros ofrecen… a cambio de sacar tajada. Muñiz-Rimada asume que esté es, hoy por hoy, uno de los puntos cruciales: “No solo no se cuenta lo peligroso que es, está incluso bien visto. La gente piensa que si te hablan de ellos famosos no puede ser algo malo. En cierta manera estamos todavía en el punto contrario al que se acabó llegando con el alcohol y el tabaco. Para que veas lo normalizado que está, la última ley, del año pasado, considera jugador de riesgo a quien pierda más de 600 euros durante tres semanas seguidas. Si estás tres semanas perdiendo 500, no eres de riesgo. Entra en un rango normal cuando debería ser una cantidad llamativa, muy preocupante. Si pasas a 600 ya sí, pero entonces lo que se hace es que no se puede apostar a crédito. Pero con la tarjeta de débito, lo que se quiera…”.

“Si somos realistas”, concluye, “no se va a querer contar la realidad, que es muy grave, mientras dé tantos beneficios. Y la realidad es que estamos generando muchos enfermos que destruyen sus vidas, las de sus familias…mientras se vende que es un juego, algo divertido, que no tiene riesgos y que lo puede hacer cualquiera en cualquier momento. Es algo accesible, fácil de hacer y que se puede probar: apostar un poco, ganar algo al principio, seguir jugando… llegan las primeras deudas, el momento en el que se empieza a jugar para recuperar lo perdido y no para ganar, las pérdidas que van a más… la gente joven cae en esa trampa. Gana un dinero fácil al principio, luego empieza a perder y pasa a querer recuperar lo que ha perdido. Y eso no suele pasar, claro”.

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