A Ricky le toca seguir esperando
J.B. Bickerstaff, entrenador de los Cavaliers, confirma que el base español no regresará todavía a las pistas. Mañana se cumple un año de su lesión.
Ricky Rubio está a punto de volver. Pero hay que esperar, todavía un poquito más. El base de El Masnou no va a jugar en estos últimos días de 2022 y su regreso será ya en 2023, tal y como confirmó su entrenador, JB Bickerstaff, que actualizó la situación del español antes del partido que su equipo jugó, y perdió, en su pista contra los (ahora intratables) Nets de Kevin Durant y Kyrie Irving.
Según Bickerstaff, el objetivo siempre ha sido que Ricky regrese a las pistas en enero, aunque no concretó una fecha más aproximada. La recuperación sigue yendo según lo previsto, y los entrenamientos individuales marcan la agenda del base, que no ha podido hacer todavía mucho trabajo en cinco contra cinco por lo apretado del calendario de los Cavaliers, que apenas están teniendo días de entrenamiento en las últimas semanas.
Mañana, precisamente, se cumple un año de la fatídica lesión (rotura de ligamentos de la rodilla izquierda) de Ricky en partido de los Cavs en Nueva Orleans, contra los Pelicans. La misma que sufrió casi una década antes, en 2012 y defendiendo a Kobe Bryant en un Timberwolves-Lakers. En enero pasó por el quirófano y comenzó un lento periodo de recuperación que ya está en su recta final, por fin. Por el camino, Ricky se perdió el Eurobasket, claro, y vio como los Cavaliers lo traspasaron y firmaron después un nuevo contrato con él. Ingeniera de despachos: fue enviado a Indiana Pacers en la operación por Caris LeVert y acabó allí, obviamente sin jugar, el contrato de tres años y 51 millones que había firmado en 2019. Una vez convertido en agente libre, regresó a los Cavs con un buen acuerdo: tres años, 18 millones de dólares. En octubre cumplió 32 años, y lleva en la NBA desde 2011.
Cuando se lesionó, Ricky estaba en uno de los mejores momentos de su carrera: después de un feo tramo en el que había sido enviado de los Suns a los Thunder, de ahí sin jugar y de forma exprés a los Timberwolves (segunda etapa) y finalmente a los Cavaliers, una agitación que le hizo criticar en voz alta lo fea que es a veces la realidad de los jugadores profesionales en la NBA, se reconcilió con la gran Liga en Cleveland, donde ejerció de cerebro en pista y veterano en el vestuario en un equipo que fue una revelación joven la pasada temporada. Promediaba, cuando se lesionó, 13,1 puntos y 6,6 rebotes con más de 28 minutos en pista por noche. Había superado las 5.000 asistencias en su carrera NBA y había jugado uno de los partidos de su vida en el icónico Madison de Nueva York: 37 puntos y 8 triples.