DALLAS MAVERICKS

Doncic: primer bache en la NBA

El esloveno sigue fuera de las pistas y ya se ha perdido doce partidos esta temporada cuando la media de sus tres primeros años fue diez ausencias. Su condición física ha sido criticada.

Jerome Miron

Si tienes dos all star, dos nominaciones para el Mejor Quinteto y un premio de Rookie del Año, ya has conseguido mucho en la NBA. No digamos si has hecho todo eso en tus tres primeras temporadas en la Liga, tienes todavía 22 años (23 en febrero) y ya has firmado una extensión de contrato (récord histórico de una ampliación de rookie) de 207 millones de dólares por cinco años. A las puertas del top 10 de siempre en triples-dobles (acumula 38 y el décimo es Fat Lever con 43), Luka Doncic es ya uno de los grandes jugadores europeos de siempre. Y, en teoría, tiene muchísimos años de carrera por delante. Una, insisto, ya bañada en oro. Esta temporada cierra su contrato rookie con 10,1 millones de dólares y la próxima estrena extensión con 35,7 millones. Con 27 años, en el verano de 2026, podrá elegir cobrar 47,1 millones el siguiente curso o salir al mercado.

Doncic es una de las grandes estrellas de la NBA, categoría a la que se elevó de forma exprés, nada más llegar desde Madrid y antes de lo que esperaban incluso los más optimistas. Su relación con la Liga estadounidense ha sido hasta ahora de cuento de hadas, un idilio que vive ahora su primer bache. Nada especialmente preocupante, pero una primera abolladura en la que mezclan la mala suerte con la salud y la aparición de voces críticas. Va con su condición de estrella, con el contrato descomunal que se ha garantizado y con su status de jugador franquicia de Dallas Mavericks, un equipo que sabe que con Doncic tiene los playoffs básicamente garantizados pero que quiere más. Después de dos eliminaciones en primera ronda (en ambos casos contra el mismo rival, Los Angeles Clippers), los Mavs buscan el siguiente paso adelante, el que los convierta en aspirantes. Casi siempre, el más difícil.

Doncic es el eje, el punto de apoyo. Todo lo que cambie o se mueva será a partir de él. Este verano, de hecho, salieron el mandamás de los despachos, Donnie Nelson, y el entrenador Rick Carlisle. El primero llevaba en la franquicia 21 años, casi que Doncic era un bebé. Y el segundo acumuló trece. En el tramo de ambos llegó el único anillo que han ganado los Mavericks, en 2011 y con Dirk Nowitzki, el molde ideal de lo que en Dallas consideran un líder: el alemán estuvo en el equipo 21 años y se fue en 2019. Le dio, literalmente, el relevo a un Doncic con el que compartió pista en la temporada 2018-19, la primera en la NBA del esloveno.

Preparación, mala suerte, protocolos COVID

Doncic tuvo un verano larguísimo. Mientras llegaba el terremoto en su franquicia y se hablaba de su influencia en la salida de Carlisle y su mala relación con Kristaps Porzingis, hizo las maletas nada más acabar los playoffs y se marchó con Eslovenia. Jugó el Preolímpico, se clasificó y disputó los Juegos de Tokio, donde rozó la medalla pero donde ya dio alarmantes muestras de agotamiento en los dos últimos partidos, derrotas contra Francia y Australia. Después de 66 partidos de fase regular y siete de playoffs entre el 23 de diciembre y el 6 de junio, Doncic jugó otros diez oficiales con su selección (cuatro de Preolímpico, seis en Tokio) en un arco que fue del 29 de junio al 7 de agosto. Es decir: el 22 de 6 de junio estaba jugando un séptimo partido de playoffs con los Mavs, el 4 de julio se estaba ganando el billete olímpico nada menos que contra Lituania en Kaunas y el 8 de agosto estaba jugando por una medalla de bronce contra Australia. Y, finalmente, el 21 de octubre inició la temporada 2021-22 con los Mavs.

Desde el primer partido, una derrota estrepitosa contra Atlanta Hawks, quedó claro que Doncic no estaba bien físicamente. Por segunda temporada consecutiva se habló de su sobrepeso y de que había llegado a la puesta a punto de su equipo con casi 15 kilos de más, algo que también había sucedido un año antes según el periodista de ESPN Tim MacMahon. Pese a su talento, que le sirve para cubrir cualquier otra deficiencia, y su juventud, es un asunto que ha vuelto a estar sobre la mesa y que parece evidente en el juego de Doncic. No es una cuestión de su constitución, más robusta que la de muchas otras estrellas, sino de la visible marcha menos con la que jugaba: menos explosividad, más problemas para sortear a su defensor y penetrar, menos carburante en defensa, menos piernas en los minutos finales de los partidos. Doncic, no lo olvidemos, es uno de los jugadores que más juega y más responsabilidad asume de toda la NBA. Casi siempre como generador y con el balón en las manos, se necesita una forma física óptima para poder exprimir su talento de la forma que su equipo necesita que lo haga.

Además de este asunto relacionado con la báscula y sus hábitos, Doncic sufrió una fea lesión de tobillo que le tocó también la rodilla. Fue baja, regresó sin estar al 100% y volvió a parar. Ahora no juega desde el 11 de diciembre y cuando su alta parecía a punto, ingresó en los protocolos COVID de la NBA, una prórroga que le hizo perderse un partido de Navidad (Jazz-Mavericks) del que era el obvio gran reclamo. Ayer los Mavs ganaron a los Trail Blazers. El duodécimo partido sin Doncic en lo que va de temporada. De 33 totales, solo ha podido jugar 21. Hasta ahora, en sus tres años anteriores, se había perdido una media de 10, en total 30. Había jugado, en regular season, 199 de 229 partidos antes del inicio de este curso. Como rookie 72 de 82 y en las dos siguientes temporadas, tocadas por la pandemia, estuvo en 61 de 75 y 66 de 71. Es decir, nunca se ha perdido más de 14 en un curso, una cifra que está a punto de igualar en este cuando todavía no hemos llegado a Año Nuevo.

Rendimiento alto... pero no excelso

En los partidos que sí ha jugado, Doncic ha cumplido. Por supuesto. Pero no ha brillado tanto como acostumbra, no ha deslumbrado. Los Mavs están 12-9 con él, un balance discreto aunque, claro, mucho mejor que el que tienen sin su gran estrella (ahora 4-8). Sus medias son de 25,6 puntos, 8 rebotes y 8,5 asistencias. Envidiables, pero por debajo de la temporada pasada (27,7+8+8,6), en la que a su vez estuvo por debajo de su segunda campaña (28,8, 9,4 y 8,8). Sus porcentajes de tiros también son peores: 44,7% en tiros de campo (47,9 el curso pasado), 32,6% en triples (35) y un muy cuestionable 69,8% desde la línea de personal (75,8% hace dos años). Su falta de velocidad, de explosión, le estaba obligando a tirar desde posiciones menos cómodas, a jugar menos cerca del aro y a apoyarse más en su tiro de tres en step back. Cuando empezó la temporada fue obvio que Doncic necesitaba rodaje y puesta a punto para coger su tono. Entre lesiones y protocolos, le están faltando los minutos y el feeling.

Las dudas de los nuevos Mavericks

Cuando salió Rick Carlisle llegó Jason Kidd, una leyenda que fue campeón en los Mavs de 2011 y que recomponía su reputación como técnico (como jugador es incuestionable) en los Lakers, donde ganó el anillo de 2020 como asistente de Frank Vogel. Su labor, tanto a nivel técnico como humano, había sido deficiente en sus experiencias como head coach en Nets y Bucks, y su elección parecía muy arriesgada para unos Mavs con la necesidad de encontrar la forma de un nuevo proyecto, la idea con la que llegar donde creyeron que ya no iban a llegar con Carlisle. Kidd prometió cambiar todo: más defensa, ataque con más variantes y más peso en el juego de Kristaps Porzingis, que cosió como pudo su relación con Doncic y tomó aire después de valorar muy seriamente la posibilidad de apretar las tuercas para salir de Dallas.

Kidd pidió tiempo y dijo que hasta Navidad no se vería el equipo que él quería. Y la cuestión es que, entre lesiones y protocolos, no se puede decir que hayamos podido tener una idea clara de qué son estos Mavericks. O de cómo de distintos a los de Carlisle van a acabar siendo a la hora de la verdad. Y de, un asunto clave, si tienen las piezas adecuadas para jugar como quiere Kidd o si el anterior entrenador había encontrado, para bien o para mal, la horma perfecta del zapato de esta plantilla: Doncic como rey sol, jugadas de bloqueo con el pívot y tres tiradores abiertos esperando los pases del esloveno cuando la defensa colapsaba sobre él. Así, al menos y con una defensa discreta en el mejor caso, los Mavs fueron equipo de playoffs con un ataque en números históricamente buenos.

Los Mavs meten menos tiros, en parte porque sus tiradores están peor pero, más allá de lo coyuntural, porque lanzan en situaciones peores. Y están 1-11 en partidos contra los diez mejores de la NBA en diferencia de puntos: ganan a los peores que ellos, pierden con los mejores. No son un mal equipo, no son un equipo de elite. Kidd quiere una defensa más agresiva que la de las dos temporadas anteriores. Quiero más presión, muchas veces con dos contra uno, acciones de blitz sobre el jugador con la bola; quiere a los pívots más lejos del aro en la defensa de los pick and roll... quiere una serie de cosas que requieren una precisión quirúrgica y un perfil de defensores que los Mavs no tienen. No, desde luego, si quieren tener en pista a su mejor equipo de ataque, uno en el que apenas hay buenos (simplemente) defensores. Y eso incluye a un Porzingis que rebotea e intimida llegando al espacio en ayudas pero sufre muchísimo cuando los cambios le dejan con los exteriores rivales, cerca o lejos del aro. Si se miden solo los partidos contra los 10 mejores equipos de la NBA, los Mavs tendrían una de las tres peores defensas de la Liga. Es obvio que cualquier equipo empeora contra los mejores, pero también que los Mavs se quedan muchas veces sin respuestas cuando no pueden imponerse por talento.

En ataque, Kidd quería menos tiros de tres, más jugadas en la zona templada y más minutos no solo con Porzingis de cuatro y otro pívot en pista, también con más movimiento y jugadas en la zona para el letón, que con Carlisle se limitaba a ser un tirador abierto cuando Doncic jugaba los bloqueos con otro pívot. Uno de los mejores ataques ha caído por debajo de la media, con pocos espacios y todavía menos tiros cerca del aro que en años anteriores (que ya eran pocos). El propio Doncic ha bajado del 23 al 17% en la frecuencia de las jugadas que acaba en al aro. Juega muchos más minutos con dos interiores (sobre todo en los primeros partidos de la temporada) en un equipo en el que Porzingis ha pasado de un 18% de minutos como ala-pívot a un 43%.

Y lo peor es que no sabemos si Kidd iba a evolucionar, a cambiar, a insistir o a regresar a principios más cercanos a los de Rick Carlisle porque, cuando se empezó a ver un panorama poco halagüeño (si se piensa en un gran salto cualitativo, el objetivo), cayó Doncic y arreció la pandemia. Así que los Mavs no saben bien dónde están mientras avanza una temporada que, por ahora, es la más discreta, incluso amarga, también en lo individual para Luka Doncic. Eso no significa que sea mala ni que los augurios sean nefastos para los próximos meses. Solo que ha estado por debajo de lo esperado, que ha recibido las primeras críticas verdaderamente consistentes y, en fin, que no ha estado en el superlativo nivel que se ha impuesto a sí mismo como medida. Por ahora, nada más.