La NBA cumple 75 años en pleno regreso a la normalidad tras el bache de la pandemia, que sorprendió a la gran Liga en un momento excelente de salud.
LeBron James está a 97 canastas (en su carrera promedia casi 10 por partido, hagan cuentas) de ser el tercer jugador con 13.000 anotadas en la NBA. Karl Malone se retiró con 13.528, 13.335 con Utah Jazz (18 años históricos… pero sin anillo) y 193 en su extraño epílogo en los Lakers. El primero, claro, es Kareem Abdul-Jabbar, que metió 15.837 (15.836 de dos y un triple) para 10,2 de media y el récord total de puntos (38.387) que ahora amenaza LeBron. La última canasta, hasta ahora, lleva la firma de Chris Paul cuando (sexto partidos de las Finales 2021) el sueño del primer anillo ya se había esfumado para el base y sus Suns habían claudicado ante la percusión infernal de Giannis Antetokounmpo y los Bucks.
Esa última en partido oficial, vendrán muchas más, se anotó el 20 de julio, en Milwaukee. La primera, el 1 de noviembre de 1946, se registró en el Maple Leaf Gardens de Toronto. La metió Ossie Schectman, de los Knicks, que solo anotó 162 en un único año como profesional, pero dejó su nombre en los libros de historia. Muchas veces solo es cuestión de estar en el sitio adecuado y en el momento oportuno. Los Knicks son uno de los tres equipos que han jugado siempre en la NBA, en todas sus temporadas. Ellos y los Celtics no se han movido además de Nueva York y Boston, mientras que los Warriors cruzaron el país de Philadelphia a California, y allí han basculado entre San Francisco y la vecina Oakland, al otro lado del Puente de la Bahía.
El próximo 1 de noviembre, Raptors y Knicks rememorarán ese primer partido (entonces fue Huskies-Knickerbockers) exactamente 75 años después. Los tres originales -Knicks, Celtics, Warriors- se cruzarán entre ellos en duelos especiales televisados en diciembre. Y los Lakers recibirán a los Hawks el 7 de enero, medio siglo después del partido (7/1/1972) contra los de Georgia en el que los angelinos, rumbo a un anillo que había llegado a parecer maldito desde el traslado a L.A. sumaron su victoria seguida número 33, un récord que sigue vigente. Es el año, en fin, de NBA 75, de un cumpleaños muy especial con nuevo logo (el Logoman, Jerry West, dentro de un diamante), merchandising en camino, una campaña maravillosa (NBA Lane, el barrio de todos los sueños del baloncesto) y una lista de los 75 mejores jugadores que han pisado la gran Liga. La NBA, primero BAA (Basketball Association of America), el sueño de un puñado de propietarios de pabellones de hockey sobre hielo en Estados Unidos y Canadá, cumple 75 años.
Así que no será una temporada cualquiera. No cuando la competición se ha establecido como un fenómeno deportivo y cultural en todo el mundo, los pabellones vetustos y semivacíos han dado paso a lujosos centros de ocio en el corazón de los downtown, las finales televisadas en diferido han desembocado en una cobertura mediática que nunca cesa, sin horas de sueño ni descanso entre temporadas, y la Liga maneja los números más boyantes de su historia, con un próximo contrato televisivo que puede destrozar todos los récords y cambiar por completo las normas de un juego que no para de crecer. En el que el salario medio de los jugadores (unos 450) supera los siete millones de dólares y el valor de las franquicias va más allá de los 2.000 millones de promedio. La cima, por ahora, de una historia que va de George Mikan a Bill Russell y Wilt Chamberlain; De Julius Erving y Kareem Abdul-Jabbar a Magic Johnson y Larry Bird; De Michael Jordan y Shaquille O’Neal a Kobe Bryant y Tim Duncan y de ellos a Stephen Curry, Kevin Durant y, claro, LeBron James.
El paisaje tras la colisión con la pandemia
La NBA, que comenzó con once franquicias, cayó hasta ocho y creció hasta las treinta actuales con cantos de sirena de expansión (Louisville, Ciudad de México, Las Vegas, el regreso a Seattle…), puede presumir, una combinación excelente, de brillante historia y músculo contemporáneo. De presente y de pasado. Es una NBA que, claro, se reajusta tras una colisión con la pandemia de la que ha conseguido salir entera. Y va regresando a su cauce. La temporada 2021-22 arranca, otra vez, en la segunda mitad de octubre. Poco más de un año después, una prueba de todo lo que ha sucedido en tan poco tiempo, de que los Lakers se proclamaran campeones en la burbuja de Florida, el gran órdago de la Liga a la COVID-19. Un éxito que recordaremos como histórico. El 11 de octubre de 2020 acabaron las Finales 2020 y el 20 de julio de 2021 terminaron las de 2021 con la coronación de un nuevo rey, esos pretorianos Bucks de Antetokounmpo.
Así que en poco más de nueve meses la NBA tuvo dos campeones, con una temporada 2020-21 jugada a contracorriente, con un inicio extraño y marcado por la pandemia y unos playoffs que casi atisbaban ya la normalidad. La presión del calendario, las necesidades de la televisión por un lado y la alargada sombra del verano y los Juegos Olímpicos por otro, obligaron a que cada equipo jugara diez partidos menos (72) en una fase regular que arrancó el 22 de diciembre para salvar la sacrosanta jornada de Navidad. El campeón, Los Angeles Lakers, solo descansó 72 días. La media en años anteriores estaba en 141. Prácticamente el doble. Su colapso a medida que avanzó el curso tuvo mucho que ver con eso.
Ese esfuerzo colectivo no solo permitió cerrar otra temporada antes de los Juegos de Tokio, y evitar de paso ese mes de agosto que siguen aborreciendo los programadores de las grandes cadenas, sino que fue instrumental, además, para ubicar esta temporada, 2021-22, en los tramos habituales: inicio el 19 de octubre, All Star Weekend (completo esta vez, tras el enmiendo de Atlanta 2021) en febrero (18-20, en Cleveland) y playoffs entre el 16 de abril y el 19 de junio, el día en el que se jugaría un hipotético séptimo partido de las Finales. Cuatro antes de la liturgia draft 2022. Y entre la regular season y los playoffs (12-15 de abril), ese play in que ha venido para quedarse y que repetirá formato: los clasificados del puesto séptimo al décimo de cada Conferencia se jugarán las dos últimas plazas de playoffs de cada cuadro. Lo harán con un partido entre séptimo y octavo que clasificará como séptimo al ganador y enviará al perdedor a jugarse el octavo en duelo con el que se lleve el que disputarán noveno y décimo. Un éxito rotundo en 2021 porque animó el tramo final de temporada, un toque de picante, con la bendición de que acabaron en ese clasificatorio equipos como Lakers, Warriors, Celtics, Spurs o los Wizards de Russell Westbrook y Bradley Beal.
En (mucho) menos de un año, la NBA tuvo dos campeones, Lakers y Bucks, y completó dos temporadas en la situación más adversa de su era moderna. Con la pandemia azotando fuerte, recuperó en los playoffs 2021 la plenitud del público, el furor del factor cancha y el sentido del eje geográfico que cose su historia. Otra vez Este contra Oeste, esta vez con una Finales que prometían un nuevo tiempo. Bucks contra Suns, las primeras de los de Wisconsin desde 1974 y las primeras de los de Arizona, que llevaban además una década sin pisar siquiera los playoffs, desde 1993. Desde las batallas entre el gordo Barkley y Air Jordan.
En unas Finales espléndidas, los Bucks no solo remontaron un 2-0 y ganaron el anillo por primera vez en medio siglo (desde Oscar Robertson y un Lew Alcindor que todavía no era oficialmente Kareem Abdul-Jabbar). Su ascenso a la gloria elevó a Giannis Antetokounmpo al rango de los grandes de verdad. Sus Finales fueron emocionantes, pletóricas, heroicas. Con un MVP incuestionable que se sumó a dos de Regular Season y a los premios de Mejor Defensor y Jugador Más Mejorado. Y cinco all star, y tres presencias en el Mejor Quinteto... Un currículum a la altura de los elegidos con solo 26 años, cuando prácticamente ningún histórico había logrado tanto. Y una suma de méritos que supera a la de cualquiera europeo en la NBA, incluido el (¿todavía?) intocable Dirk Nowitzki.
Todos contra Antetokounmpo y los Bucks
¿Y ahora? Ahora la NBA abraza un impulso que apartará controles y protocolos pese a la alargada sombra de los no vacunados, un debate que ha enturbiado las semanas previas a la temporada mientras el porcentaje de vacunados saltaba del 90 al 95%. Más cerca de la seguridad completa, o algo lo más parecido posible en las circunstancias actuales, en medio de un azote público marcado por el negacionismo de jugadores como Andrew Wiggins, Jonathan Isaac y Kyrie Irving.
Más que cualquier otra cosa, la trascendencia mediática de este último (algunas veces para muy bien, unas cuantas para muy, muy mal) acabó convirtiendo un delicado asunto sanitario en un escándalo que ha hecho replantearse el papel de las estrellas de la NBA como actores sociales, un lazo que parecía más fuerte que nunca cuando la Liga salió de la burbuja de Florida cosida al movimiento Black Lives Matter. Pero ahora, en el epicentro de otro asunto capital, unas cuantas meteduras de pata y un coro inaudible de silencios estruendosos han provocado un vaivén cuyas consecuencias veremos a medio y largo plazo. Y las críticas de algunos ilustrísimos veteranos. A la cabeza Kareem Abdul-Jabbar, uno de los primeros en vacunarse y hacer campaña, un asunto crucial por el tremendo impacto de la COVID entre la población afroamericana.
Los Bucks, ahora ya por fin testados y aprobados en las más altas instancias competitivas tras un par de años de castañazos horribles en playoffs, son el nuevo rey de la Liga. Y los Suns, la fuerza emergente en el Oeste. Pero ninguno, ni campeón ni finalista, parte en la primera fila de favoritos en las casas de apuestas. De un mérito colosal y sin asteriscos que valgan, el recorrido de ambos en los playoffs estuvo marcado por unos cuantos golpes de suerte. En todo caso, acompañamiento a la justicia con la que los dos ganaron sus Conferencias. Los Bucks solo pasaron por encima de los Nets en la prórroga del séptimo partido y porque Kevin Durant pisó la línea de tres con la puntita de la bota. El alero, el prodigioso jugador perfecto, había estado a punto de eliminar casi solo al futuro campeón: Kyrie Irving se lesionó y James Harden acortó su recuperación como medida de emergencia y volvió demasiado pronto. Y muy lejos de su mejor nivel. En el Oeste, los Suns jugaron contra unos Lakers que se quedaron sin Anthony Davis, unos Nuggets que no tenían a Jamal Murray y unos Clippers que hacían malabarismos sin Kawhi Leonard.Tuvieron suerte, pero no habían dejado de buscarla.
Las casas de apuesta, y el gran público, vuelve la vista hacia los dos súper equipos, los dos proyectos faraónicos y ultra mediáticos que se miran con descaro de lado a lado del país. La hipotética Final con la que sueñan el gran público, las televisiones, por qué no la NBA. Este contra Oeste, Nueva York contra L.A., Brooklyn contra Hollywood. El big three atómico de los Nets (Durant y Harden pendientes de qué demonios pasa con Kyrie y la vacuna) rodeado de forma selvática para propiciar el asalto definitivo al título: LaMarcus Aldridge, Blake Griffin, Joe Harris, Patty Mills, Paul Millsap, Bruce Brown… Y el nuevo experimento de los Lakers, que será colosal en el éxito o el fracaso porque no hay manera de que se le imagine termino medio: LeBron James, Anthony Davis, Russell Westbrook, Carmelo Anthony, Dwight Howard, Rajon Rondo...
Nets, Lakers, Bucks y Suns son cuatro de los equipos con opciones absolutamente legítimas de ser campeones. Hay más, claro, pero la cuestión es cuántos. Los Sixers están pendientes del posible traspaso de Ben Simmons y de como romper su techo de cristal (ni una final de Conferencia) durante el prime que le quede al sísmico Joel Embiid. Los Jazz fueron el mejor equipo de la pasada temporada (52-20) y llevan tres años por encima del 60% de victorias. Mantienen bloque (Conley, Mitchell, Gobert…) para intentar acompasar, por fin, su brillantez en regular season con el éxito que se les niega en playoffs. Repetir, desde el Oeste, el salto delante de los Bucks 2020-21. El campeón del Este (parece lejísimos) en la burbuja, Miami Heat, ha dejado atrás una temporada mediocre con refuerzos que encajan como un guante en su heat culture. Y tienen un bloque infernal que será un dolor de muelas para cualquiera en playoffs: Kyle Lowry, Jimmy Butler, PJ Tucker, Bam Adebayo, Tyle Herro, Duncan Robinson…
¿Quién más? Los Warriors no quieren desperdiciar otro curso en números históricos de Stephen Curry, que volverá a tener a su lado por fin (veremos cuándo) a Klay Thompson, que ultima su esperadísimo regreso. Los Splash Brothers no comparten pista desde el 13 de junio de 2019, el sexto y último partido de las Finales que, reventados por las lesiones, perdieron con los Raptors. Los Celtics ordenan el proyecto de los Jays (Jayson Tatum y Jaylen Brown) con nuevo ideólogo, Ime Udoka. Los Nuggets no saben cuándo volverá Jamal Murray y los Clippers piensan en principio en un curso sin Kawhi Leonard… y a partir de ahí, bienvenido lo que venga. En el siguiente nivel, habrá que ver cuánto crecen los Hawks de Trae Young y por dónde avanzan los Mavericks de Luka Doncic con Jason Kidd en el banquillo; Y si los Blazers, dirigidos ahora por Chauncey Billups, son capaces de evitar el divorcio definitivo con un Damian Lillard que tiene el depósito de paciencia en reserva. Algo parecido pasa en Washington con Bradley Beal. Mientras, siempre es así, muchos miran con la máxima atención: si las cosas no salen, Lillard y Beal pueden convertirse en los grandes animadores de las próximas ventanas de mercado.
Unos nuevos Bulls molones (DeRozan, LaVine, Vucevic, Lonzo, Caruso, Pat Williams…); Unos Wolves que aspiran a aspirar, que no es poco (Towns, Edwards, Russell…), unos Kings que quieren evitar récords negativos: llevan sin playoffs desde 2006 y otra ausencia les convertiría en la primera franquicia que enlaza dieciséis seguidas. Unos Pelicans que por ahora no han dado una y que no se pueden permitir más pasos en falso con Zion Williamson, los nuevos núcleos jóvenes de Pistons, Cavaliers o Magic y una generación rookie absolutamente profunda y prometedora, con muchos jugadores a los que seguir tras la estela de Cade Cunningham (número 1, Detroit Pistons) y Jalen Green (2, Houston Rockets), los primeros de la clase.
El baloncesto español vivirá su primera temporada desde 2001 sin apellido Gasol en la NBA tras la salida de Marc, regreso a España desde Los Ángeles con escala en Memphis, su casa. Siguen los Hernangómez, sigue un Ricky Rubio ya convertido en veterano mentor (de los Wolves a los Cavaliers) y sigue un Ibaka que ya lleva doce años en la Liga. Y llegan Santi Aldama y Usman Garuba, sangre fresca y muy necesaria. Como siempre, sobran los alicientes y se acumulan interrogantes que se irán resolviendo, incógnitas que se irán despejando. Habrá decepciones y sorpresas positivas, historias increíbles y caídas en picado. Será otra temporada NBA, agotadora y maravillosa, pero no será una más. Es la NBA 75, la fiesta de la gran Liga celebrándose a sí misma. Como hecho deportivo y cultural, como fenómeno apasionante y arrollador. Y con una certeza, siempre por encima de cualquier discusión: pase lo que pase, merecerá mucho la pena. Vamos allá.