El futuro ya está aquí: la metamorfosis de Cunningham
Elegido en el número 1 del Draft por Detroit Pistons, el exterior se presenta como una de las mayores promesas de los últimos años. Detrás, una transformación esencial.
"Día perfecto". Así titulaba Allen Gratts, entrenador del equipo de baloncesto del Bowie High School (Texas), uno de sus ejercicios de pretemporada. Las instrucciones eran muy sencillas: realizar, de manera impecable, todos los pasos que incumben un día de entrenamiento. Todos. Desde la entrada al vestuario hasta la salida, pasando por un correcto calzado o la puntualidad más extrema. Nada al azar. "A veces se necesitan cuatro días para que todo el equipo lo haga bien. Otras veces, puede llevar hasta dos semanas", asegura. Cade Cunningham tardó poco en cumplir. El número uno del Draft 2021, elegido por Detroit Pistons, siempre fue meticuloso en sus acciones. Perfeccionista a más no poder, de los que pueden ser desesperantes. Doce horas después de su debut universitario, con Oklahoma State Cowboys, estaba entrenando, en solitario, en el gimnasio de las instalaciones del equipo. Eran las siete de la mañana del Día de Acción de Gracias cuando, de repente, Mike Boynton, su técnico, escuchó el bote de la pelota. "Estas son las pequeñas cosas que demuestran por qué va a ser un buen jugador, no solo aquí, sino en el futuro. Está muy comprometido en ganar y en convertirse en el mejor", aseguraba, entonces, el propio Boynton.
Ahora, lo es. Como mínimo, es el elegido para liderar a su camada, una de las más esperadas de los últimos tiempos. Algunos apuntan a talento generacional; otros, a jugador All NBA; todos, a base diferencial. Muy pocos dudan. La corriente es mayoritaria y prolongada en el tiempo: un camino que, al parecer, sólo tiene una dirección. Y es la mejor. En su primera, y última, temporada universitaria ha promediado 20,2 puntos, 6,3 rebotes y 3,6 asistencias con un 43,8% de acierto en tiros de campo y un 40% desde el perímetro. A nivel colectivo, supuso un salto cualitativo para su universidad. Justamente, lo que necesitan los Pistons, que sonríen con lo que están viendo en la Summer League. Fue capaz de llevar a Oklahoma State a las puertas de alzarse con su torneo, algo que no hace desde el año 2005, y, en el March Madness, al que se llegaba sin grandes aspiraciones, sucumbió en segunda ronda frente a Oregon State, tras anotar 24 puntos en el partido.
A nivel colectivo, acercó unos logros que, finalmente, se escaparon; pero, en los méritos individuales, no dejó margen para la improvisación. Lo acaparó todo. Fue nombrado, al mismo tiempo, mejor jugador y mejor debutante del Big 12, su conferencia; un hito que, hasta el momento, sólo habían logrado Marcus Smart, Michael Beasley y Kevin Durant. En términos estadísticos, acotar sus registros es una tarea imposible. Lideró la Big 12 en anotación; en las últimas veinte temporadas, sólo Dwyane Wade y Evan Turner igualan su línea estadística completa; sus 544 puntos en total son la mayor cantidad de un estudiante de primer año en el Estado de Oklahoma...
Cade Cunningham convence cuando se habla de números, pero también en términos cualitativos, algo que no siempre está necesariamente unido. Combina belleza y eficiencia: tiene estrella. Con 203 cm de altura y 100 kg de peso, es un base del futuro que, en una tendencia cada vez más generalizada, acaba de aterrizar en el presente. Gracias a sus características físicas, puede defender, prácticamente, cualquier posición. En ataque, sus posibilidades son infinitas. Juega bien el pick and roll, se genera buenos tiros por sí solo, vía step back, cambio de ritmo o crossover, tiene facilidad para localizar los espacios en estático y es mortal en el uno contra uno. Un vendaval de posibilidades. Machaca, por abrasión, a través de su cuerpo, pero no depende de él. Es fluido en sus movimientos y genera fluidez en el movimiento del balón. Pese a sus buenos registros anotadores, no es un jugador que acapare el balón en exceso. Le gusta tenerlo y comanda desde él, pero también se siente cómodo en posesiones largas y en rotaciones que involucren a muchos jugadores. Suma en todas las líneas estadísticas con mucha facilidad, algo que le ha hecho ganarse la comparación con Luka Doncic, y, sobre la pista, en muchos casos, los palitos se traducen en jugadas para la galería. Un jugador total con pocos puntos débiles, pero que, eso sí, ha registrado cuatro pérdidas por partido en su temporada universitaria.
De alero a base para ser "el mejor jugador del país"
Cunningham procede de familia deportista. Y eso tiene una relación directa con el jugador que es hoy en día. Su padre, Keith Cunningham, jugó al fútbol americano en la universidad de Texas (Cade, de pequeño, quería ser quarterback); su hermana, Kaylyn, un pilar básico, también jugó al baloncesto y no se perdió casi ninguno de los partidos de Cade en la etapa formativa; su hermano, Cannen, nueve años mayor, es entrenador de baloncesto y, justamente, ejercía como asistente en los Cowboys; y su madre, Carrie, ha sido su principal apoyo. Incluso en la discrepancia. Con 16 años, Cade se mudó a Florida para ingresar en la Montverde Academy. Allií, fue nombrado el mejor recluta del país por la ESPN o 247Sports, llevó al equipo a un récord de 25-0 con un margen medio de victoria de 39 puntos, fue designado jugador nacional del año por Mr. Basketball USA... Una nueva retahíla de logros que, al principio, Carrie no veía con buenos ojos, pero que terminó permitiendo: "Como madre quieres que tus hijos vuelen. Quieres verlos alcanzar todos sus sueños", aseguró tras permitirle a su hijo andar el mencionado paso.
Keith, Kaylyn y Carrie han tenido, tienen y tendrán una incidencia evidente en la carrera de Cade, pero Cannen la cambió por completo. En un momento en el que parecía que la progresión de Cunningham se estancaba, su hermano apareció para dar un golpe de timón. El golpe. "Un poco de eso procede de saber que él podía ser mejor que yo. Siempre quise jugar en el perímetro. Entonces, no quería verlo seguir el mismo camino que yo, sintiendo: 'Sí, tengo que ser un tipo grande, correr y agachar la cabeza debajo del aro en cada posesión'", explica Cannen para The Oklahoman. Debido a sus condiciones, muy atléticas, Cade jugó sus primeros años baloncestísticos en la posición de alero. Impulsado por su hermano, sin embargo, empezó a trabajar para poder ocupar la demarcación de base, desde donde lanza la mayor parte de su juego en la actualidad. "Si pasas a ser base, puedes llegar a ser el mejor jugador del país", le repitió, una y otra vez, Cannen a Cade.
Y así fue. No sin un esfuerzo de dimensiones importantes. La transformación empezó hace tres veranos y, en 2019, se hizo patente para todo el mundo. Contra la prestigiosa Oak Hill Academy, Cunningham anotó 26 puntos, repartió 9 asistencias y capturó 7 rebotes ante Cole Anthony, el actual jugador de Orlando Magic y, por aquel entonces, el base mejor considerado en el ámbito universitario. "Cade dominó absolutamente ese juego. Fue entonces cuando la gente dijo: 'Oh, esta transformación es real'. Y no ha mirado atrás desde entonces", explica Boynton.
Hasta llegar a ese punto, Cade insistió, insistió e insistió. Sobre todo, en el trabajo del pick and roll, un arte que ahora es su herramienta de mayor producción. "Dios mío, me cansé de ver bloqueos", recuerda para The Oklahoman. Cannen, seguramente, puso ese chispazo de genialidad, la decisión correcta en el momento correcto; pero Cade el resto. Los fundamentos y la mentalidad, pues una sin la otra, por ley universal, se suelen quedar cojas. Cunningham corre en ambas. "Espero ser más recordado por lo que haga fuera de la pista, con el dinero y mi estatus social, por cómo he ayudado a la gente, que dentro", aseguraba esta misma campaña. Madurez en un cuerpo de posibilidades infinitas y que, en los momentos decisivos, explota. "Cuando hay mucha presión, o como se le quieran llamar, yo lo veo como una oportunidad", añadía. Cuando llega la hora de la verdad, sus números se disparan: en la segunda mitad de todos sus partidos, Cunningham ha promediado 12,7 puntos con un 49,3 % en tiros de campo y un 44 % en triples. Además, sumó cuatro segundas mitades de 20 puntos, incluidos 20 tantos en la victoria contra Baylor en las semifinales de conferencia y 25 puntos en el duelo por el título del Big 12, contra Texas. Quién sabe si tras esa rutina, la del "día perfecto". Una que, en Detroit, están deseando conocer.