El mal trance de Marc Gasol
El pívot español se va de los Lakers, y parece que de la NBA, tras una mala temporada en lo personal y lo colectivo. La franquicia esperaba un gesto por su parte para que siguiera.
Parecía de película, claro, como tantas cosas que suceden en Hollywood. A finales de noviembre del año pasado (no han pasado doce meses por los ajustes y apreturas de los calendarios de pandemia) Marc Gasol fichó como agente libre por los Lakers. La franquicia rearmaba el equipo que acababa de ser campeón en la burbuja de Florida, y Marc aparecía como uno de esos lujos veteranos (entonces 35 años, ahora uno más) que enriquecen las plantillas de los aspirantes al título. Un jugador con pedigrí de campeón, con España y en la NBA (Raptors 2019) y una apreciadísima IQ: inteligencia, conocimiento de juego, lectura. Los Lakers traspasaron una segunda ronda a los Cavaliers para que en Ohio aceptaran a JaVale Mcgee y Marc tuviera sitio en su plantilla.
Era, de película, el regreso de Marc al equipo que lo drafteó (número 48 en 2007) pero en el que nunca jugó. Y del que salieron sus derechos en un día histórico para el baloncesto español (1 de febrero de 2008), el del traspaso de Pau Gasol a los Lakers. En el lote, que sacó de quicio a algunos como Gregg Popovich porque la percepción era que una estrella como Pau había salido a precio de saldo, no solo había jugadores de relleno y un par de primeras rondas con las que los Grizzlies no hicieron gran cosa. También iban los derechos de Marc, del que entonces era difícil imaginar, al menos en Tennessee, que jugaría once años con la camiseta de los Grizzlies y se convertiría en uno de los jugadores más importantes de la historia de la franquicia. Forjado en el fuego del grit and grind, el equipo temible en defensa y de dureza old school que fue aspirante al título y finalista del Oeste, y en el que formó un núcleo durísimo con Mike Conley, Tony Allen y Zach Randolph. Marc había seguido a Pau a Memphis y allí jugó (Lausanne Collegiate School) en sus años de instituto, antes de regresar a Barcelona. En Memphis hizo un hogar, un lujo en las cambiantes carreras NBA, y en Memphis se convirtió en uno de los mejores pívots de su generación: tres veces all star, Defensor del Año, integrante del Mejor Quinteto. Big Spain.
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Mientras, Pau ganó dos anillos en L.A. y el trapaso, considerado primero un regate de los Lakers al sentido común para desmayo de sus rivales, se acabó viendo como una ganancia ideal para ambas partes. Si, más de doce años después del intercambio, Marc fichaba por los Lakers para volver al equipo que lo drafteó y en el que facilitó el triunfo de su hermano, solo podía considerarse una gran historia que cerraba un círculo extremadamente virtuoso. La cuestión, el problema, es que la realidad fue demasiado tozuda para ambas partes, Marc y los Lakers.
Marc firmó por dos años y en el mínimo de veterano (unos 2,6 millones de dólares por cada uno de ellos) y priorizó la búsqueda de un segundo anillo, la fascinación de los Lakers y la compañía de LeBron y Anthony Davis. Se le reservaba el rol de pívot titular pero de pocos minutos, un especialista para determinados emparejamientos que no necesitaría exprimirse en lo físico jugando más de la cuenta ni haciendo más de lo que le tocaba a esas alturas de su carrera. A priori, perfecto para un jugador que entraba en su decimotercera temporada NBA, una en la que iba a cumplir 36 años. Pero Marc, que ya había perdido una marcha entre sus primeros meses en los Raptors (que acabaron en anillo) y su primera temporada completa en Toronto, bajó todavía más su ritmo físico en Los Ángeles. La inteligencia en pista, el instinto para posicionarse en defensa y la visión para ejercer de point center (un base de 2,11) estaban ahí. El resto… menos. Marc jugó 52 partidos y promedió 5 puntos, 4,1 rebotes, 2,1 asistencias, un mal 45% en tiros y un buen 41% en triples.
De la ilusión a la decepción y el "caos"
Lento en defensa, lejos de su mejor estado físico y con poca reacción de pies, Marc acabó jugando poco (87 minutos totales) en la eliminatoria de primera ronda contra Phoenix Suns en la que el campeón, tronchado por las lesiones, entregó su corona con muy poca gloria. Su rival, sobre todo un Chris Paul que hace sangre en ese tipo de pequeñas grandes ventajas, atacó sin descanso a Marc en los bloqueos cada vez que el español asomaba por la pista. El final de un camino prometedor pero finalmente desastroso. O más bien, y como fue definido por el propio Marc, “caótico”. Antes de las lesiones de Anthony Davis y LeBron James, el fin oficioso del intento de repetir anillo, los Lakers marchaban a hombros de una sensación de optimismo extremo. Abrieron la temporada 21-7, sin forzar la máquina y dominando a los rivales cuando estaba en pista un quinteto que amasó el mejor net ranking de cualquier unidad de toda la NBA: Dennis Schroder, Kentavious Caldwell-Pope, LeBron James, Anthony Davis y Marc Gasol. Este último salía como titular y después jugaba más o menos en función del rival y el marcador, según necesidades. Si hacía falta un pívot más móvil o uno más montañoso, si se necesitaba su capacidad de pase y su rol de quarterback defensivo o primaba tener en pista jugadores más rápidos y ágiles. Más pequeños. Pero la cosa iba bien, y la química entre LeBron y Marc era tan buena como se podía esperar de dos jugadores de inteligencia privilegiada en pista: en los primeros 40 partidos, coincidieron en pista en 36 y en ellos hubo 26 asistencias totales de Marc para canastas fáciles (mates, bandejas…) de LeBron.
Después llegaron las lesiones en el equipo y el trance, en marzo, con la COVID para Marc. El español reconoció que había sufrido síntomas importantes y regresó frío, con menos ritmo, más lento. Su nivel, más allá de números, no volvió al del principio de curso, que ya de por sí no estaba cerca del mejor que había dado en los años anteriores, no digamos en su prime. En paralelo, los Lakers se hicieron con Andre Drummond y los problemas de química, un asunto que creó grietas nocivas en el vestuario del campeón, una piña rumbo al anillo apenas unos meses antes, se airearon en público. Marc mostró su desafección, cuestionó su continuidad, dejó en evidencia su disgusto. La cosa, definitivamente, se había torcido, y el camino ya solo fue cuesta abajo para un equipo al que una nueva lesión golpeaba sin respiro cada vez que parecía asomar la cabeza. La última, la definitiva de Anthony Davis cuando dominaban 1-2 a Phoenix Suns (4-2 total), el que iba a ser finalista de la NBA.
La apuesta por otro tipo de pívot
No había habido segundo anillo ni historia feliz. Hollywood parecía un poco más lejos. Marc no había estado al nivel esperado y los Lakers no habían demostrado cintura para explotar sus virtudes. Frank Vogel usó con éxito a dos pívots como Dwight Howard y JaVale McGee del mismo modo que había usado a uno como Roy Hibbert en los Pacers a los que convirtió en aspirantes al título: jugadores de intimidación vertical, anclas defensivas cerca de su aro y finalizadores por encima del del rival. Y nada más. Marc nunca había encajado en ese perfil y no iba, mucho menos, a hacerlo en su decimotercer año NBA. Pero ofrecía a cambio su capacidad de pase, de mejorar cada posesión que pasa por sus manos en ataque y de ejercer de maestro de ceremonias en defensa, con menos piernas pero más visión. En 52 partidos, los Lakers solo hicieron 21 jugadas de pick and pop en las que Marc se abría tras bloquear para tirar de tres, una de las armas que él tenía y Howard y McGee, no. En playoffs los Lakers fueron zarandeados (-19,1 puntos peores que los Suns por cada 100 posesiones) cuando él estuvo en pista. Solo quedaba mirar hacia un futuro que el propio Marc aclaró desde los Juegos de Tokio, donde tampoco mejoró sus prestaciones con la misma España en la que había tenido un papel portentoso en el asalto al Mundial 2019, en China: cumpliría su año de contrato en los Lakers. Esa fue su declaración pública y una especie de pipa de la paz en lo que tocaba a su futuro inmediato.
Los Lakers, mientras preparaban la detonación Westbrook (el tipo de detonación está pendiente de calificación y de eso dependen las opciones del equipo), recuperaron a Dwight Howard tras un año del veterano pívot (35 años) en Philadelphia. Semanas después, Marc Stein avisó de que el futuro de Marc no estaba claro, antes incluso de que comenzara a filtrarse el interés por DeAndre Jordan (33 años) si este, y así sucedió, pactaba su salida de los Nets. En cuanto este acuerdo estuvo apalabrado, el futuro de Marc estaba claro: los Lakers no tendrían tres pívots muy puros y muy veteranos en un rotación en la que, a la hora de la verdad, el pívot titular es Anthony Davis. Y parecía claro que, con Howard y Jordan, Vogel volvía a tener (como el Howard-McGee) dos jugadores con los que se siente más cómodo para repetir el estilo del campeón de 2020. En ese año, los Lakers firmaron 144 mates en alley oop. La pasada temporada, solo 32. Howard había aceptado un rol de especialista, muy limitado, con la felicidad que no mostró Marc después. Y tanto él como DeAndre son jugadores que acaban jugadas en el aro contrario y obstruyen las del rival en el suyo. A priori, un encaje obvio en un equipo que usa mucha fuerza bruta en defensa y que va a tener en ataque a tres jugadores que han liderado la NBA en asistencias: LeBron una vez y tres tanto Russell Westbrook como otro regresado, Rajon Rondo.
DeAndre Jordan y Dwight Howard aireaban la felicidad que les producía jugar juntos y hacer el trabajo sucio en un equipo que quiere ser campeón mientras la situación de Marc se resolvía entre bastidores. Para aliviar presión económica, los Lakers necesitaban que el adiós fuera a través de un traspaso, no de un buyout o un simple corte. La operación llegó finalmente con, así es la vida, los mismos Grizzlies en los que Marc construyó un hogar, esta vez simple escala en lo que será un finiquito y, eso parece, un futuro en España. Veremos con qué desempeño profesional.
Mientras, Kyle Goon (Orange County Register) aporta una información interesante: los Lakers habían esperado un gesto de compromiso, una prueba real de que Marc estaba interesado y realmente atraído por la idea de repetir asalto al título de la NBA en Los Ángeles. Contaban con él como tercer pívot (detrás de Howard y de los minutos en los que Davis pasa del cuatro al cinco) e interior distinto, capaz de pasar y abrir la pista con su tiro. Pero ese gesto no llegó, la sensación en la franquicia fue de absoluta inseguridad y se activó el plan DeAndre. Este, otro pívot que fue all star pero cuyos mejores días quedan lejos, nunca ha tenido el talento ni el nivel del mejor Marc; pero puede rebotear, acabar jugadas con mates y, si mejora su nivel físico del año pasado, proteger el aro mejor que el español. No tiene otras muchas cosas, pero en los Lakers creen que pueden extraer todavía una pequeña dosis de aquellas que más valora en un pívot su entrenador, un Vogel que resucitó la carrera de Dwight Howard y que, para colmo, ahora tendrá a su lado a David Fizdale, que llega a L.A. como asistente estrella y que no es el mejor amigo de Marc Gasol que se pueda encontrar en la NBA. Tras brillar como ayudante de Erik Spoelstra en los Heat de LeBron James, Fizdale fracasó como head coach en unos Grizzlies a los que trató de modernizar, o eso se le pidió, y de los que salió tras menos de dos temporadas completas. Un tramo muy breve en el que no encajó con la cultura grizzly y tuvo choques muy fuertes con Marc, que acabó siendo algo parecido a su enemigo público número 1 mientras caía hecho jirones su intento de proyecto.
El acuerdo final fue una pequeña operación de compromiso: los Lakers dan una segunda ronda (de 2024) y 250.000 dólares a los Grizzlies para que facilitaran la salida de Marc. De California a España con parada en Tennessee. En 2008, cosas, recibieron una segunda ronda (de 2010) en la operación Pau. Este formato permite a los Lakers liberar los 2,6 millones de contrato de Marc y, más importante, casi 10 millones de dólares en cuestiones de impuesto de lujo. Oxígeno. Además, generan una trade exception (dinero para acoger un salario en otro traspaso) de 2,6 millones y liberan una plaza en su roster. Ahora tienen 13 de las 15 máximas permitidas camino del training camp. La idea es dejar una libre por lo que pueda pasar y hacer un fichaje más. Suena un alero de físico y defensa que sigue sin equipo, James Ennis. A cambio de Marc y esa ronda, los Lakers reciben los derechos de Wang Zhelin, un pívot chino de 27 que no va a poner un pie en la NBA y que fue drafteado por los Grizzlies en 2016. Son ajustes habituales para rellenar papeleo en unos traspasos en los que, en esencia, siempre tienes que dar y recibir algo, incluso cuando en la práctica no lo haces.
Según Adrian Wojnarowski, Marc no se planteaba por ahora moverse de España, cansado de un trance de dos años marcados por la pandemia, primero con el reinicio de la burbuja de Florida y después con una temporada 2020-21 regida por los estrictos controles sanitarias y las complicadas condiciones de trabajo para los jugadores NBA. Así que, ¿todos contentos? Los Lakers, con solo tres jugadores de la frustrante temporada pasada (LeBron James, Anthony Davis, Talen Horton-Tucker) se reconfiguran y sueñan con la reconquista. Y Marc elige, o eso parece, camino con la ayuda de su franquicia de toda la vida, sus Grizzlies. Una buena forma, en ese caso, de poner fin a lo que comenzó como una unión de Hollywood e iba camino de acabar como un matrimonio muy mal avenido. Mejor así.