GUÍA

En Milán hay una muy buena afición y hay un mecenas inaccesible al desaliento, Giorgio Armani, propietario con 85 años, que no se cansa de intentarlo y quiere ver un día a su Armani hacer algo grande en Europa. Su devoción por el baloncesto es infinita. Con él, el club tiene materia prima y parece que por fin un equipo, o en eso anda Messina. Este año sí, decimos, aunque les voy a confesar que es lo mismo que vengo asegurando en las últimas temporadas en el análisis previo de cada curso. Quizá sea el recuerdo de cuando era un chaval en los ochenta, la imagen de los D’Antoni, Premier, Gallinari, McAdoo, Meneghin… y aquella camiseta roja tan llamativa con el Scudetto en el pecho. El cántico de “Doo Doo McAdoo” que aún escucho y me nubla la mente.

Pero este año sí, qué narices, por fin se intuye un bloque sólido tras varias temporadas en las que se encadenaban muy buenos nombres aspirantes a estrella que no pasaron la prueba. En realidad, no la pasó el equipo. Pese a que con Pianigiani firmó tramos muy buenos de baloncesto ofensivo, careció de la mínima cohesión en momentos críticos, cuando llegaron las lesiones. Faltó una defensa a la altura del reto, por ahí se evaporaron todas las aspiraciones.

Para hacer algo más que reunir buenas piezas, el Armani Milán se ha puesto en las manos de Ettore Messina. Al allenatore no le gusta mantener hipotecas ajenas, quedarse con jugadores con contrato si no confía plenamente en lo que darán al grupo. No le gusta arrancar dudando y por eso Mikes James, Jerrells, Nunnally y Kuzminskas, de talento probado, han hecho las maletas, algunos como James, pataleando. Para relevarles, líderes positivos capaces de sostener una estructura sólida y en crecimiento. Como puede ser Luis Scola, una incorporación de campanillas recién aterrizada. Antes llegó Sergio Rodríguez, que afronta el reto de guiar un nuevo proyecto. Messina lo fichó para el Madrid en 2010 y ahora se lo lleva a Italia. Ha completado una magnífica pretemporada (11-0), a gran nivel en la victoria en el torneo Pavlos Giannakopoulos tras derrotar al Fenerbahçe y al Maccabi.

Al lado del Chacho, el NBA Shelvin Mack, un muy buen director de juego. Y al perímetro llega un tirador consumado, el tunecino Michael Roll, que dará cobertura a Micov. Y sigue Nedovic, de una clase incuestionable que trata de asomar la cabeza después de tanta lesión. Se espera un paso al frente de Della Valle, ya no tan promesa pero aún por explotar. Un paso como la zancada que dio el curso pasado Moraschini en el Brindisi, al que condujo al título de Coppa con 28 puntos antes de ser nombrado mejor jugador italiano de la Lega. Es más penetrador que tirador y vuelve a la Euroliga con el Milán después de debutar con el Virtus con solo 17 años.

Y por dentro, Scola es la guinda del pastel dentro de una apuesta que sigue la misma línea: piezas capaces de mejorar el colectivo, como demostró el ala-pívot Aaron White en el Zalgiris, aunque en Milán le está costando arrancar. El argentino y el americano compartirán posición con Jeff Brooks y con Burns. Y al cinco, el fichado Paul Biligha (una roca de dos metros, titular en el Mundial con Italia) y toda la confianza en el estadounidense Tarczewski, un interior duro, y el lituano Gudaitis, manos rápidas, reboteador, buen continuador, intenso, fuerte y muy veloz para su talla y tamaño. Un pilar clave del edificio del Armani que está cerca de reaparecer tras romperse la rodilla el pasado febrero. Mientras se pone a tono, Xavi Rey echará una mano. Se ha ganado el puesto y el contrato por un mes como invitado en la preparación. Acento español para el Olimpia Milán más convincente en años. El reto, meterse entre los ocho primeros, jugar un playoff que se ha puesto carísimo.

Ettore Messina cambia la NBA, donde era la mano derecha de Popovich en San Antonio, por el Viejo Continente, en el que ya ganó cuatro Euroligas. Es el nuevo entrenador del Olimpia Milán y a la vez su presidente de operaciones, por lo que está al mando de todo y ha fichado a Christos Stravopoulos, del Olympiacos, como mánager general. Máxima responsabilidad para alguien a quien le gusta controlar cada detalle, un estudioso del baloncesto que no se cansa de aprender y que llega con hambre. “Mucho trabajo y pocas palabras”, es la consigna en el club. En 1998 le dio al Virtus Bolonia su primera Copa de Europa. Y más tarde, en 2006, devolvió a la cima al CSKA después de 35 años de una pertinaz sequía de éxitos en el club ruso. Y pese a la decepción de su etapa en Madrid, condujo al Real hasta las puertas de la Final Four en 2011 tras 15 años de ausencia. Uno de los grandes técnicos europeos del último cuarto de siglo.

La ambición siempre ha marcado la carrera del Chacho. En 2016, con una situación personal y deportiva inmejorable en Madrid, decide arriesgar, pagar la cláusula e intentarlo una segunda vez en la NBA. Al año siguiente regresa a Europa, al CSKA, del que se ha despedido con una Euroliga bajo el brazo. Este verano pudo volver a España de haber aceptado la interesante oferta del Valencia, entre otras, pero finalmente se inclinó por reunirse con Messina e intentar devolver a la élite al Olimpia Milano. Un desafío enorme. Viene de brillar en la pretemporada como armador del equipo y también como cañonero: 26 puntos al Fenerbahçe, por ejemplo. Sus habilidades para generar juego con el bote, para leer los partidos, amenazar con su tiro y liderar en los momentos difíciles le convierten en un jugador único.