Djokovic gana su 4º Wimbledon y ya acumula 13 Grand Slams
Novak Djokovic no tuvo que emplearse a fondo para vencer a Kevin Anderson en tres sets y levantar otro título importante más de dos años después. Ya es 10º en el ranking.
Lejos de la épica y el brillo de su victoria ante Rafa Nadal en esa maravillosa semifinal que se jugó entre el viernes y el sábado, para muchos la final anticipada de Wimbledon, Novak Djokovic ha levantado por cuarta vez el título del torneo británico (empata con Doherty, Laver y Wilding en el sexto puesto del palmarés) tras superar sin muchos problemas a Kevin Anderson (6-2, 6-2 y 7-6 (2) en 2h:18). El balcánico, que suma ya 13 Grand Slams, a uno de Sampras (14), a cuatro de Nadal (17) y a siete de Federer (20), solo tuvo que hacer un partido aseado y práctico para superar al sudafricano, al que de nuevo le vino grande una cita de tanto calado, como le ocurrió en la final del último US Open contra Nadal.
Se trataba de ganar, el trabajo ya estaba hecho. No obstante, a Nole hay que darle todo el crédito que se merece por haber hecho un gran campeonato cuando pocos pensaban que ya estaba preparado para volver al primer plano del tenis mundial. De hecho, ni él mismo lo imaginaba y el plan de su equipo pasaba por intentar llegar en plenitud al US Open. Después de pasar un calvario por culpa de las lesiones que le afectó incluso psicológicamente, ya está ahí. Se refugió en la meditación, los mantras y el buen rollo, y tras algunos bandazos en la elección de sus entrenadores (Becker, Agassi…), recuperó a su viejo técnico Marian Vajda, que ha sabido dar con la tecla para rescatar la mejor versión de su pupilo.
Con su primer trofeo de Grand Slam desde Roland Garros 2016, el primer título ATP en más de un año (el último fue el de Eastbourne), el Terremoto de los Balcanes ha cortado la racha que compartían Nadal y Federer, ganadores de los anteriores seis grandes. Además, vuelve al top-10, ya es décimo. A la primera final de Wimbledon en la Era Open (desde 1968) entre dos treintañeros, Djoker llegó más fresco física y mentalmente que su altísimo (2,03) rival, y eso que había tenido un día menos de descanso, pero el bueno de Kevin se había dado un palizón de 6h:36 seguidas contra Isner y antes otro de 4h:14 para ganar a Federer.
Por mérito de Djokovic, pero también y en gran parte por demérito de Anderson, los dos primeros sets no fueron nada competidos. El serbio estuvo correcto. Bien colocado, restó fenomenalmente, se defendió y contraatacó alargando los peloteos, justo lo que no necesitaba el sudafricano, que falló mucho (25 errores no forzados, 32 al final) y no pudo imponer su potente saque porque puso en juego pocos primeros (54%). En su funesto inicio de partido, no superó en casi ninguna estadística a su rival (solo en golpes ganadores, 10-8), que le movió bien. Solo un arranque de orgullo en el octavo juego de la segunda manga le salvó de un sonado ridículo. Tuvo una bola de rotura y aunque no la aprovechó, dio señales de vida.
Reacción tardía
Entre el final del segundo parcial y el tercero, Anderson ganó siete juegos seguidos con su servicio. Era difícil que empeorara. Minimizó los fallos, mejoró sus porcentajes de saque y plantó cara, incluso tuvo una opción para ponerse con 5-4 y servir. Djokovic, que se había relajado un poco, no estaba dispuesto a que le ocurriera lo mismo que a Federer en cuartos y apretó para evitarlo en ese momento y más tarde, en sus turnos, levantó cinco puntos de set. Así alcanzó el desempate y no perdonó. Completó su regreso, con dedicatoria, beso a la hierba y reparto de corazones para un público entregado a uno de los más grandes. Y entre esa masa, un niño feliz y sonriente, su hijo Stefan.