Un respeto para Djokovic
Novak Djokovic ha ganado 24 Grand Slams. Está a un título de alcanzar los 100. Es campeón de la Copa Davis y oro olímpico. Y siete veces ‘maestro’ ATP. Todo, conseguido en una maravillosa competencia con dos monstruos como Rafa Nadal y Roger Federer. Sobre la pista, no hay un tenista más grande. Un deportista único. Un genio al que el público de la Rod Laver Arena a la que ha hecho disfrutar en batallas inolvidables (es diez veces campeón, más que nadie) despidió con un sonrojante abucheo cuando su cuerpo dijo basta. No es un tipo especialmente querido Djokovic. Algunos dirán que sus ‘extrañas’ lesiones para recuperarse milagrosamente después no le ayudan a caer simpático. Pero él juega todas sus bazas. Puro espíritu balcánico.
Sea o no el último Abierto de Australia para él (cumplirá 38 años en mayo), duele verle despedirse así, entre silbidos y no aplausos. Soy de los que prefiero quedarme, recordar y disfrutar con lo que hacen los deportistas en las canchas. Con las virguerías de Maradona o George Best sobre el césped y no en la noche. Con los triples de Drazen Petrovic y no sus provocaciones. Con la pegada de Mike Tyson en vez de sus juergas. Djokovic, además y episodio antivacunas aparte, tampoco es que sea un barrabás, al contrario. Más allá de la decepción del público por ver el espectáculo truncado, el respeto debe ir por delante. Ojalá pueda volver a la Rod Laver y despedirse de otra forma. La que merece.