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Pogacar sucumbe sin excusas

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Una de las imágenes más impactantes de la semana ha sido el hundimiento de Tadej Pogacar, el número uno del pelotón mundial, en el Tour de Francia. Que el esloveno cediera ante Jonas Vingegaard entraba dentro de las posibilidades, porque ambos habían mantenido un duelo igualado durante toda la carrera, pero que lo hiciera con un desplome de esa dimensión no se veía venir. La contrarreloj estratosférica del danés, que sacó 1:38 al rival, ya fue una sorpresa, que se prolongó con el desfallecimiento del día después en los Alpes. El mérito hay que asignarlo, sin titubeos, a las prestaciones de Vingegaard. Ha llegado el momento de reconocer su superioridad, sin buscar otras justificaciones para explicar la derrota de Pogacar y para oscurecer la grandeza del vigente maillot amarillo, que también es el vigente campeón del Tour, y seguramente volverá a serlo el domingo en París.

Tras su victoria del año pasado, cuando tumbó a Tadej por primera vez, los analistas fueron (o fuimos) tendentes a desmerecer el éxito del danés. Que si el Jumbo llevó mejor equipo que el UAE, que si Pogi se cebó con los ataques rivales, que si derrochó más energías de la cuenta… En definitiva, ciclismo. Un año después, como la mayoría daba (o dábamos) por hecho que el esloveno es superior, volvió a colgar la etiqueta de primer favorito para el Tour. No fue un pronóstico respetuoso con el dorsal 1. Ni tampoco escuchar ahora nuevas coartadas. Y no por parte del corredor, siempre deportivo. Que si hizo una mala preparación por su lesión, que sí gastó demasiado en las clásicas… Aun pudiendo haber algo de cierto en ello, Pogacar ha perdido porque Vingegaard ha sido mejor. Por nada más. De hecho, sin Jonas en carrera, ahora sería líder con 3:10 minutos sobre Adam Yates y 4:26 sobre Carlos Rodríguez. No hay que darle más vueltas. Ni poner más asteriscos.