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Merecer o no merecer

El problema de ser “más que un club” es que resulta muy difícil estar a la altura de tus propios principios. Empiezas presumiendo de UNICEF y terminas exhibiendo a Qatar en la camiseta. Sin embargo, ser el Rey de Europa da menos quebraderos de cabeza. Arrancas la temporada jugando contra equipos-estado que te pasan por encima, pero cierras el curso levantando la decimocuarta. El Barcelona representa lo inmaterial, encarna el valor estético como concepto ético. El Madrid baja a la tierra y vive de lo tangible, su lema es “más vale título en mano que 14 volando”. Pero en este mundo postmoderno, las divisiones cerradas ya no son tan claras y se mezclan unas con otras dificultando las clasificaciones sencillas. El ideal platónico del Barcelona se ha visto muy afectado por cuestiones materiales, mientras que los triunfos terrenales y aristotélicos del Real Madrid le han otorgado una mística casi religiosa.

Xavi describió el partido desde su curioso prisma: “no merecimos perder”, dijo. Es una afirmación cuestionable, pero lo más llamativo es que lo contó como si no supiera que en el fútbol (y en la vida) los méritos no garantizan absolutamente nada. Que se lo digan a Gavi que no merecía empezar desde el banquillo. O a Eric y a Ferran que tampoco hicieron demasiado para ser titulares. El fútbol está lleno de azares e imprevistos y para sobrevivir en un mundo cambiante se necesita ser camaleónico. Por eso, hace unos meses, escuchamos a Simeone convertirse en Valdano y soltar una de las frases más bellas de los últimos tiempos (“muchas veces, los que manejan un buen léxico logran alabarte en un desprecio”) y el City de Guardiola nos sorprendió perdiendo tiempo al más puro estilo “Pincharrata”. Ayer, el Barcelona jugó con la indolencia de los Galácticos y el Madrid con la intensidad del Burgos. Nada es lo que parece. Modric hizo de Xavi, Kroos de Xabi, Laporta de Mou y Xavi, con un balón en vez de una calavera, fue Hamlet: “Merecer o no merecer. Esa no es la cuestión”.