Medina Cantalejo tira de riendas
Los árbitros están de ejercicios espirituales en La Granja de San Ildefonso, enclave regio muy adecuado para la reflexión y al resguardo, en lo que cabe, de los calores de este verano extremo. Ya saben: pruebas físicas, charlas, puesta en común de experiencias… Siempre es bueno, porque el arbitraje es difícil e impopular y la aparición del VAR, que parecía ideado para resolverles problemas, los ha recrecido. Cierto es que, a peor, el VAR ha aparecido en este tiempo histórico en el que David Elleray juega a aprendiz de brujo al frente del Comité de Árbitros de la International Board alterando reglas que venían funcionando bien desde antes de que él naciera.
Menos protagonismo del VAR y más al árbitro principal, viene a ser la consigna-eje. Me alegro. Todo lo que sea recuperar el antiguo testamento y olvidar el nuevo será para bien. El VAR, en muy pequeñas dosis, podría haber servido, pero se fue de mano pronto porque es difícil que todos estemos de acuerdo en qué es claro y manifiesto y qué no. Y ya se han sentado tantos precedentes en cualquier dirección que cada cual podrá encontrar en el pasado reciente jurisprudencia para sentirse agraviado. Y más si los mismos árbitros tienen que repasar cada año lo que es mano, lo que es fuera de juego y demás conceptos que Elleray embrolla cada poco.
Va a ser como meter la pasta de dientes en el tubo después de haberla sacado. Pero alabo esa intención de Medina de dar un tirón de riendas, que por lo que me dicen incluyó sutiles reproches a Mateu Lahoz, el favorito de International Board, al prohibir que el árbitro haga pasillo al campeón, última ocurrencia de Mateu para llamar la atención. En el mismo sentido reprochó el exceso de compadreo (Mateu hasta acogió con gozo una colleja de Casemiro en el túnel con una cámara como testigo indiscreto) o dejar sin sanción cosas como la lesión de Akapo ante Hazard. El postureo le sienta muy mal al arbitraje, eso es algo que sabemos todos desde Guruceta.