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Luis Enrique, la posesión y los penaltis

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Luis Enrique empleó su último esfuerzo en el Mundial en no regalar a la prensa una imagen de derrotado. Nada de eso. Barbilla en alto, tópicos, que los suyos sí valen y exaltación de su obra: “Estoy muy satisfecho porque MIS jugadores han representado a la perfección MI idea futbolística”. De eso no tenemos duda. Él ha sido el líder de este grupo como él mismo se ha encargado de propalar sin necesidad alguna porque todos lo sabíamos. Esa es la razón de que no haya considerado la posibilidad de convocar a Sergio Ramos, que en su forma actual no sobraba en un paquete tan justito de centrales que ha habido que recurrir a un medio centro.

Lástima que el ‘Gran Líder’ no pudiera tirar los cinco penaltis. El corrillo del capitán-servomando Busquets distribuyendo el orden entre los tiradores lejos de Luis Enrique fue una impostura piadosa que pretendía empoderar a los jugadores ante el trance dramático. Sin los gritos incesantes con que el ‘Gran Líder’ les estimula y corrige en cada minuto del partido fueron uno por uno, también Busquets, caminando hacia Bono como el que va al cadalso. En el trance de la tanda de penaltis no sirven los mantras de la posesión con que llenó sus cabezas. Ahí eres tú, el balón, la portería y a chutar. Y con una presión tremenda, imposible de compartir.

¿Seguirá Luis Enrique? Me asombró que dijera que lo decide él, una vez que se relaje con la familia y los perros. El contrato extingue ahora, así que antes que su decisión, digo yo, estará la de Rubiales de hacerle una oferta o agradecerle los servicios prestados con una palmadita. De momento su silencio otorga. Es un seleccionador que ha hecho cosas apreciables difíciles de alabar hoy con el disgusto tan reciente, pero no tan bueno como para aguantarle tantas cosas. Posesión, modelo, mi, me, yo, conmigo que soy el líder y llevo a los muchachos con la varita de los pavos. Un fanático de sí mismo que del que ya hemos tenido suficiente ración.