Eurobasket en Manila
“Ya no estamos en 1992. El baloncesto se ha globalizado. Los jugadores y los equipos son mejores en todo el mundo”. Quien así habla es Steve Kerr, el nuevo seleccionador de Estados Unidos, tras su derrota ante Alemania en las semifinales del Mundial. Su evocación de 1992 alude, obviamente, al original Dream Team de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Se le olvidó añadir a Kerr, coetáneo de aquella constelación, que la selección que él ha dirigido estos días en Asia no era la mejor posible. Aquella, sí. EE UU presentó aquí un potente grupo, competitivo, eso no está en cuestión. Pero no el mejor. Y en este basket globalizado del que habla Kerr, eso se paga. No ha sido una sorpresa que USA haya perdido, por mucho que se quiera presentar así. Porque no es la primera vez que ocurre, ni siquiera en el presente torneo, en el que ya saboreó la derrota ante Lituania en la segunda fase. En la pasada edición acabaron séptimos. Otra cosa son los Juegos, donde suelen acudir más motivados y con mejores planteles. Pero en el Mundial, ya han salido demasiadas veces escaldados.
Las semifinales del campeonato proyectaron un duelo América-Europa. Y ganó Europa. Ni Estados Unidos, ni Canadá, los dos equipos más NBA, pudieron doblegar a Alemania y a Serbia, que jugarán mañana una final continental. Un Eurobasket en Manila. Los germanos ya habían avisado de su potencial con su bronce europeo en 2022, sólo frenados por el inspirado colectivo de España. Un año después, el equipo sigue creciendo. Y mucho. Los serbios, por su lado, disponen de un veterano genio en el banquillo, Svetislav Pesic, y de un Bogdan Bogdanovic que ha asumido el liderazgo en ausencia de Nikola Jokic, el último señor del anillo. Las dos selecciones norteamericanas litigarán ese mismo domingo por el bronce. La consolación en este baloncesto global.