El visitante solo tiene derecho a la queja
Me gusta la Copa a un partido, incluso no me importaría que fuese así también en las semifinales, como en la FA Cup, donde ni en ellas hay ida y vuelta, si bien ya se deciden en campo neutral. Me gusta porque el hecho diferencial de la Copa es el dramatismo, la presencia de lo irremediable. A ida y vuelta (a partido y revancha, decía Di Stéfano) se pierde la mitad de ese efecto, porque el primer partido no decide nada, o decide tanto que el segundo ya sobra. En LaLiga todo se aplaza, el patrimonio de cada cual se hace grano a grano. Otro fútbol, otra cosa. Premia la constancia, la regularidad. Cuanto más diferente sea a LaLiga, mejor es la Copa.
Pero llegados a este punto, queda un fleco suelto: no puede ser que el de casa, que ya sale privilegiado en el factor campo y en la taquilla, no tenga una mínima obligación de facilitar entradas al visitante. El tema resulta especialmente sensible en el caso de Madrid, pues se trata de un derbi local al que bastantes atléticos podrían haber deseado ir. El Madrid ofrece un número tan limitado al Atlético que, descontada la delegación oficial del club, se queda en prácticamente nada. No es fácil creer que, pese a las obras, no haya podido aparecer algún remango para aliviar la incomodidad del vecino, al que lo único que le queda es el derecho a la queja.
En los torneos europeos los equipos están obligados a ofrecer un 5% del aforo al visitante. En LaLiga no hay tal cosa establecida, pero existe la práctica de intercambiar el mismo número de entradas en la ida y la vuelta. En la Copa, mientras estábamos en las eliminatorias de equipo muy menor contra equipo mayor, no dolía que el primero tuviera todas las ventajas, incluso las económicas. Pero llegados a este punto chirría que el visitante no sólo no obtenga ni un euro de taquilla, sino que además sus aficionados no puedan asistir. Para el año que viene se repensará, me dicen. Pues es necesario, porque esto ensucia una fórmula que ya de por sí muchos discuten.