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El problema mental de Muguruza

Garbiñe Muguruza ocupó el número uno del mundo en 2017 durante cuatro semanas. Eran los tiempos en los que el reinado de Serena Williams comenzaba a languidecer, y el tenis femenino buscaba una sucesora para el trono. Muguruza mostraba el perfil perfecto. La temporada anterior se había coronado en Roland Garros, y ese mismo curso había dominado en Wimbledon. Tenía 23 años. En esos dos Grand Slams donde su luz brilló con proyección de futuro, Garbiñe se ha estrellado por partida doble en primera ronda en el actual 2022. Por desgracia, no es una novedad. La hispano-venezolana suma ya ocho eliminaciones en esta fase en un grande a lo largo de su carrera. Y cinco en los doce torneos que ha disputado en la presente campaña, más otras seis en segunda ronda. Su balance anual es de doce derrotas y ocho victorias. Una trayectoria decepcionante, aunque en ningún caso inédita para la caraqueña, que ya pasó por una crisis de resultados incluso más aguda en 2018 y 2019, que sólo pudo enderezar cuando se puso bajo la batuta de Conchita Martínez.

Conchita sigue al frente, pero Garbiñe ha vuelto a las andadas. Lo más desconcertante es que acabó 2021 como un cohete, con un imponente éxito en las WTA Finals. Es verdad que nunca ha sido una tenista estable. “Ni quiero serlo”, apuntilló asombrosamente en rueda de prensa, cuando la regularidad sí debería ser un objetivo para una deportista profesional. A estas alturas será complicado encontrar ese camino, porque ni siquiera cree en él, pero sí puede aspirar a no encadenar batacazos tan atroces como el de Wimbledon. Garbiñe encajó un rosco en el segundo set en 18 minutos. Se puede ganar y se puede perder, pero esa no es la imagen. Ni el reflejo de su juego. Muguruza admite que el problema es “mental”, que “anímicamente” está en una situación “difícil”. Ese aspecto también se trabaja. No puede depender siempre de que vuelva “la magia”.