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El orgullo de dos campeones

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Dice Novak Djokovic que si hubiera sido otro torneo en lugar de Wimbledon, no hubiera forzado para jugar. Hace solo cuatro semanas, Nole estaba pasando por el quirófano para operarse de su desgarro en el menisco medial de la rodilla derecha, aquella lesión que se produjo en los cuartos de final de Roland Garros y que puso en cuestión su participación en el All England Club. Su rehabilitación contrarreloj recuerda a la de otro ilustre deportista que compite estos días en el Tour de Francia, la de Jonas Vingegaard, que tres meses antes estaba ingresado en un hospital de Vitoria con un neumotórax tras sufrir una grave caída. Si no hubiera sido el Tour, seguramente Vingegaard tampoco hubiera afrontado tal sacrificio. Pero el danés es el vigente bicampeón de la ronda francesa. Y el serbio ha reinado siete veces en la hierba británica.

Djokovic ha acortado todos los plazos y ha intensificado las sesiones de recuperación para llegar con las mejores sensaciones al tercer Grand Slam de la temporada, su escenario favorito. Su debut de este martes ante Vit Kopriva, a quien despachó en tres rápidos sets, demuestra que está en el buen camino, a la espera de cotas más altas. Igual que Vingegaard, que ha encajado con dignidad los primeros golpes de Tadej Pogacar. Es una muestra de orgullo. Por algo pueden presumir ambos de su palmarés actual. Y también una muestra de respeto. Por algo estos dos míticos eventos brillan en la cúpula del deporte mundial. Jonas no ha dicho todavía su última palabra en las carreteras francesas, donde la tendencia lógica es que su rendimiento vaya a más. Y Novak ya lo tenía bastante claro desde antes de arrancar: “No vine aquí para jugar algunas rondas y demostrarme a mí mismo y a los demás que realmente puedo competir en uno o dos partidos. Tengo muchas ganas de ir a por el título”. Luego podrán coronarse o no, porque la competencia tampoco descansa, enfrente tienen a Pogacar y a Carlos Alcaraz, pero esta es la actitud que describe a los grandes campeones.

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