Tomás Roncero
El Lens es mi Madrid de Francia
Tienen algo especial que te engancha. Animan sin parar desde el minuto 1 al 90.

Amigos míos, casi todos madridistas, me preguntan qué he visto en el Lens para tenerle tanto cariño. Todo arrancó en 1998. En el Mundial de Francia, de triste recuerdo para nuestra España de Clemente, jugamos allí, en el coqueto estadio Félix Bollaert, el último partido de la primera fase.
Ya estábamos eliminados tras perder con Nigeria en Nantes y empatar con Paraguay en Saint-Étienne. Pero me maravilló la policromía del Lens, clavados sus colores a los de nuestra Selección. Una grada en rojo y gualda, que supera en capacidad (40.000) a la población total de la ciudad (30.000). Increíble...
Regresé hace dos años para presenciar allí el Lens-PSG de la Ligue 1. Jamás lo olvidaré. Los norteños barrieron a los parisinos (3-1), con mis admirados Mbappé y Sergio Ramos agachando la cabeza ante estos guerreros que juegan con el orgullo de una comarca entera.
Parecen descendientes de Astérix y Obélix expulsando a mamporros a las Legiones de Roma. Tienen algo especial que te engancha. Animan sin parar desde el minuto 1 al 90. Son felices con su Lens en las duras y en las maduras. Luchan por sus ideales con orgullo y con el arma que jamás tendrá el poderoso PSG: el corazón del pueblo
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