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Cuando llega la noche, yo soy Baraja

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El fichaje por el Valencia de Baraja, el futbolista, generó en su día crispación dentro del Consejo de Administración. Los había que querían a Makelele y otros a Rubén. Al final prevaleció el criterio de Javier Subirats, que apostó sin titubeos por el joven vallisoletano que empezaba a despuntar en un Atlético que se fue a Segunda. Algún directivo se fue casi amenazando con la dimisión por la elección tras la reunión en la que se decidió el fichaje, que se celebró en el restaurante Les Graelles de Barrachina (cuánto se le echa de menos al bueno de Jesús, y más en Fallas). Lo que pasó después en Mestalla con Baraja es historia.

Ese aura que acompaña a Baraja es el que le ha llevado de vuelta por Mestalla. Su leyenda, la espantada de Gattuso (“Me gustaría ser el Simeone del Valencia”, llegó a decir el italiano) y las facilidades que puso para fichar (su agente de siempre, García Quilón, hasta renunció a la comisión correspondiente para que su representado cumpliera su sueño). El Pipo le ha dado al Valencia un relato realista —Lim ha llevado al equipo a que su único propósito sea salvar la categoría— y un equilibrio en lo futbolístico acorde a tal cometido. Al Valencia le queda todavía un mundo para alejarse de un descenso que sería catastrófico para la entidad, su afición y la sociedad valenciana en general. Pero ahora en Mestalla “cuando llega la noche, yo soy Baraja”.