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Bellingham y Vinicius imponen su jerarquía

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Dos jugadores establecen la jerarquía actual del Real Madrid, donde estas cuestiones de escala siempre resultan importantísimas. Al fin y al cabo, le sobran jugadores cotizados, campeones de todo o de casi todo, Balones de Oro (Modric) y recursos más que sobrados para detectar lagunas en el equipo y corregirlas dentro de la plantilla o, si es necesario, en el mercado. A estas alturas de la trayectoria última del Madrid y de su recorrido en el comienzo de la temporada, Bellingham y Vinicius encabezan el equipo. Volvió a evidenciarse en el enfrentamiento con Osasuna, rival habitualmente áspero, difícil de doblar. Esta vez, el Madrid no tuvo problema alguno para superarlo.

Marcaron el inglés y el brasileño, goles muy característicos de dos jugadores diferentes por la posición que ocupan en el campo, pero provistos del efecto dinamita. Pesó la ausencia de Vinicius durante las cuatro semanas que permaneció de baja, menos por los resultados que por la impresión que transmitía el Madrid. Se echaba de menos su explosividad, ingenio y goles. Ha llegado a un momento de su carrera donde marcar le parece lo más natural del mundo. Definió con gran soltura en el partido de Nápoles y añadió dos goles contra Osasuna.

Aunque su efecto sobre el equipo es enorme, Vinicius entra en la categoría de los especialistas: un extremo reconvertido en delantero de todo el frente de ataque. No cabe duda de su masiva influencia en los últimos 30 metros, donde apenas encuentra rivales en el fútbol actual. En el Real Madrid es un jugador vital, de una electricidad contagiosa y un rendimiento tan alto como constante, favorecido hasta ahora por su resistencia a las lesiones. Su reciente parón ha sido el primero desde su ingreso en el club.

Vinicius tardó tres años en apagar críticas y evitar sospechas, un duro caso de superación en todos los aspectos. En un estadio que tiende a poner etiquetas tempranas, la que se colgó al delantero brasileño no invitaba al optimismo. El Bernabéu es aplastante para los jugadores tibios o sin carácter, debilidad que nunca manifestó Vinicius. Terminó imponiéndose a golpe de habilidad, internadas y goles. En pocas ocasiones se ha presenciado un combate tan desigual entre los prejuicios generales y el destinatario de las críticas, vencedor por K.O en la disputa.

Al contrario que Vinicius, Bellingham llegó, vio y venció. Se han disputado ocho partidos de Liga y dos de la Liga de Campeones, un porcentaje ínfimo de lo que le espera al Real Madrid esta temporada, pero al futbolista inglés le han sobrado nueve encuentros para erigirse en el boss del equipo. Marcó en San Mamés, en el arranque del campeonato, y no ha parado desde entonces. La opinión general es unánime: Bellingham viene dispuesto a marcar época.

La hinchada se ha rendido inmediatamente al jugador inglés, al que cuesta definir estrictamente como un centrocampista, pero esa es su posición natural, a la que añade una sorprendente capacidad goleadora. Por el Real Madrid han pasado en los últimos 20 años varios de los mejores centrocampistas del mundo, algunos inolvidables, ídolos para toda la vida, sometidos en primera instancia al meticuloso juicio de los aficionados. Ni Zidane escapó a las críticas y a las dudas en los primeros momentos de su carrera en el Madrid.

Sorprendería que Bellingham mantuviera el ritmo de un gol por partido, promedio reservado a gente como Cristiano, Messi o Lewandowski en sus mejores años en el Bayern. Nadie lo esperaba -marcó ocho goles en la última Bundesliga- y nadie se lo pide, pero las cifras son tenaces, un fabuloso valor añadido a un futbolista cuya influencia se extiende por todo el campo.

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