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Aquellos fantasmas

El madridismo, tras el patinazo de la primera jornada, anda repitiendo estos días un mismo mantra: la búsqueda del equilibrio. El equilibrio, como la tranquilidad en las piscinas, es lo que más se busca. Normal por otra parte. Si había alguien que encarnara la idea de equilibrio, ese era Toni Kroos, que bien podría tener su cara estampada en el horóscopo en lugar de la balanza del signo de Libra.

Es el equilibrio, estúpido! Parecemos repetirnos unos a otros con evidente nerviosismo para estar apenas en la primera jornada. Pero entiendo bien de dónde proviene este miedo atávico a la descompensación. Hace no tantos años el Madrid juntó una delantera de ensueño. Se alternaban en labores de ataque Ronaldo, Zidane, Figo, Owen, Morientes y Raúl. Pensábamos que nos había tocado Dios. Como ahora con Mbappé, Vini, Rodrygo, Brahim, Güler y Endrick. Había también, como hay ahora, un inglés algo desplazado de sitio que intentaba, ante la falta de espacio, encontrar su lugar en el centro del campo. El equipo perdió por el camino la clave de bóveda de esa catedral gótica que estaba levantando al irse Makelele. De centrales también empezó a ir justito, teniendo que recurrir a varios experimentos fallidos. El resultado terminó siendo calamitoso: el equipo parecía carburar hasta que se derrumbó como un castillo de naipes. Quedaron al descubierto todas las grietas que se habían estado maquillando durante meses gracias a la cosmética del talento y los tacones, polvo de oro. Todo era un espejismo. Aquel equipo tenía la misma sostenibilidad que un esquema Ponzi. Y el desplome se llevó consigo muchas cosas por delante.

Aunque se puedan establecer ciertos paralelismos, la realidad actual (gracias a Dios) es muy distinta a la de aquella era. Ancelotti no es Queiroz ni Luxemburgo (gracias a Dios, de nuevo). Los de arriba son más sacrificados en las ayudas. Bellingham es mucho más completo que Beckham. Y hay una capa de jugadores muy interesante (Valverde, Camavinga, Mendy, etc.) amortiguando ese espacio vacío entre los zidanes y los pavones. También puede que haya algo menos de divismo en términos generales.

Pero ese terror al desequilibrio sigue ahí, latente. No hay centrales de repuesto, no hay tanta armonía sin Kroos. Si uno aguza lo suficiente el oído, podrá escuchar a lo lejos las cadenas de aquellos viejos fantasmas. Que se quede en una puntual cacofonía y no trascienda al plano de la realidad es algo que está en manos de Ancelotti, tal vez el más experimentado de los cazafantasmas. Ya tomó buena nota tras el primer partido, dejando entrever su clara preocupación. Habrá ajustes.

A veces resulta mucho más interesante y dice más de nosotros la forma en la que se yerra que la manera en la que se acierta.

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