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Match-ball a su sombra

¿Por qué sigue jugando Rafa Nadal? ¿Para qué sufrir cuando ya lo has ganado todo tantas veces? Me deslumbra su palmarés, pero repaso su lista de lesiones, el maldito pie, la espalda, la rodilla, y me acuerdo del gag de los Monty Python, con el caballero medieval al que su rival le ha cortado los brazos y dice que son solo rasguños. Luego va y a los 36 años Nadal se clasifica para una nueva final de Roland Garros, la 14. Su tenis tiene tantos matices, y busca tan bien los resquicios en el juego de sus rivales, que siempre les exige ir al límite. Así, por terrible que sea, la lesión de Zverev en semifinales debe verse también como una consecuencia del caballero que no da tregua..

Hoy Nadal puede ganar su Grand Slam número 22 y hacer que su récord sea un poquito más inalcanzable, ante los 20 que ostentan Federer y Djokovic. Con el suizo cerca de cumplir 40 años y medio retirado, quizás el principal aliciente de Nadal sea precisamente dejar atrás la sombra de Djokovic, solo un año más joven. A ratos su duelo personal me recuerda al de Messi y Cristiano Ronaldo en sus años dorados: jugaban para que su equipo ganara, sí, pero también como un reto privado entre ambos, y eso los hacía más competitivos.

Puede que yo esté equivocado y Nadal siga en la brecha por razones más íntimas. Nostalgia, miedo al vacío. El escritor Geoff Dyer acaba de publicar The Last Days of Roger Federer —aún sin traducir—, un ensayo que reflexiona sobre los artistas ante el ocaso de su carrera, cuando dudan entre hacer el mutis o intentarlo una vez más. Dyer habla de músicos como Beethoven, filósofos como Nietzsche y tenistas como Federer o Andy Murray, que vemos con "una ilusión que nos permite creer en ellos" e insisten en "volver para conseguir más, incluso cuando más significa menos". Rafa Nadal está allí, con ellos, y hoy jugará la final contra Casper Ruud, un chico de 23 años que le admira. Gane o pierda, quizá el gran éxito de Nadal fue derrotar a Djokovic en cuartos de final. Un match ball a su sombra.