La Champions más bonita jamás contada
Hace la número catorce, pero no es una más. Ha sido la Champions de la fe, sacada a pulso por un grupo de jugadores que ha ido apartando sucesivamente y en condiciones difíciles, a equipos que teníamos por mejores. Y los teníamos por tal porque efectivamente lo eran si nos ceñimos a conceptos estrictamente futbolísticos, si olvidamos un intangible: ese espíritu ganador que mueve al Madrid desde que llegó Di Stéfano. De eso ha puesto sobre la mesa en esta Champions más que nunca. Ante el PSG, ante el Chelsea, ante el City… Y anoche ante ese Liverpool que manejó el partido con su agobiante ritmo pero se retiró derrotado.
Fue la noche de Courtois, portero imperial, ante el que se estrelló lo mejor del juego del Liverpool. Porque los de Klopp tuvieron juego y remate. Al final, la tele le preguntó a Ancelotti si había visto alguna vez a un portero parar tanto como a Courtois anoche. "Sí… Alguna otra vez al propio Courtois". Fue sin duda el hombre de la final, pero destacarle no desmerece el esfuerzo del resto, desde Carvajal, que hizo su mejor partido de la temporada, hasta Vinicius, autor de un gol que le mete en la leyenda. Todo el equipo se batió bien, sin fisuras, buscando el partido de la única manera que podía, con balones largos para superar la presión agobiante.
Un gran éxito del Madrid que viene a compensar más que largamente el 'chasco-Mbappé'. Y que, con perdón, respalda la credibilidad de la Champions, esa gran creación de la UEFA. Los temores sobre la posibilidad de que por la rebelión de la Superliga le frieran los arbitrajes no se han confirmado. Por lo demás, hay que felicitar al vencido por lo que hizo en el campo, pero no fuera de él. Sus hordas de bárbaros sin entrada montaron un pollo considerable en las puertas que bien pudo provocar una catástrofe, aunque felizmente todo se saldó con el retraso del inicio del partido. Pero estos hechos no se pueden dejar pasar sin castigo.