Otra vez campeona de Europa, mamá

Cuenta la abuela que no fui un parto fácil, normal: sin saberlo, estabas pariendo a un culé, como papá, que es lo peor que puede parir una madridista a los dieciocho años. Tuviste tu momento para la esperanza, tan enamorado del abuelo que llegue a coquetear con el blanco, aunque ya no me acuerdo. Lo repites cada vez que el Barça gana algo y aparezco en la puerta de casa con la bufanda para darte martirio. Pero hoy no es el día, hoy es tu día.

Estoy en Madrid, a seiscientos kilómetros de casa, dejando a papá abandonado a su suerte, que es la tuya celebrando goles como si te fuese la vida en ello. Tu madridismo nos baja del pedestal y tus comidas nos recuerdan que por encima de todo eres magnánima, que entiendes el madridismo como una misión redentora, que no abandonas a los tuyos ni pierdes la esperanza de que dios perdone también estos pecados, los del fútbol y la ignorancia. Mi amigo Manuel Jabois siempre dice que no entiende a los que hemos renunciado voluntariamente a la felicidad. Tú tampoco lo entiendes pero lo respetas. Y en cuanto tienes la oportunidad nos lo recuerdas, que no se diga que no lo intentas.

No fue la mejor de las ideas enseñarte a usar el WhatsApp. Te encanta presumir de campeonar en Europa y de tan riquiña dan ganas de bloquearte para no sucumbir a la tentación de alegrarme por ti, de volver a decirte -no sé cuántas veces van ya- que eres campeona de Europa y, por tanto, tienes bien merecido entregarte al chocolate por una noche. Esa debe ser tu única renuncia al blanco. Lo prefieres con leche y almendrado. O negro y con galleta. Seguro que tu adorado Florentino te lo perdona. Seguro que los dioses del Madrid entienden que hasta la mejor de las escribas puede permitirse un borrón.

Campeona de Europa, mamá. Disfrútalo y mortifica cuanto quieras, para eso se inventó el fútbol. El abuelo dejó el barco en buenas manos. Recuerdo aquel cartel que colgó en el bar cuando mi equipo, el de papá, no ganaba ni a las chapas: "Silencio, estamos saboreando los triunfos del Barça". Me lo ha recordado tu primer mensaje nada más pitar el árbitro: "Cena, hijo mío. Y si no tienes hambre, al menos traga: ¡Hala Madrid!".