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El fútbol-sonrisa de Marcelo y Joaquín

La noche empezó con el doble pasillo y terminó con reverencias mutuas entre Marcelo y Joaquín, dos jugadores entrañables. A Joaquín, que ayer cumplió su partido número 600, quizá aún le veamos el curso próximo por aquí, pues le han dado un año más. A Marcelo le despidió anoche el Bernabéu. Aunque quién sabe si no le veremos en París, y con la orejona en alto, sin duda las de anoche fueron sus últimas carreras por el Bernabéu. Eché en falta que Ancelotti le diera más tiempo, pero lo primero es lo primero y quería poner a punto a Mendy. Pero fue entrañable verle al menos este último rato. Su fútbol es pura sonrisa, como el de Joaquín.

Fue un partido entre dos campeones felices. Grato pero soso. Es difícil hacer la guerra después de haberla ganado, así que no es extraño que ni Madrid ni Betis le metieran mucho brío a la cosa. No fue partido de pierna fuerte y malas caras, sino lo más parecido a un amistoso de verano, empezando por la temperatura. El Betis al menos tenía algo que conseguir: mantener la quinta plaza, lo que le da siete millones, que no son malos. Aunque vistas las cantidades que se están hablando en torno a Mbappé parece una minucia, para el Betis significa la ficha de dos jugadores de su plantilla. El empate fue el broche feliz que merecía Pellegrini.

Ancelotti, como había anunciado, sacó a los de París a falta de Alaba. Militao dio mejor pinta que en partidos anteriores. Rodrygo, sin embargo, volvió a vegetar, lástima. En cierto modo vegetaron todos los madridistas salvo Vinicius con sus pertinaces escapadas, llevándose una y otra vez el balón a la línea de fondo. Benzema estuvo al remate, pero no acertó. Los cambios sirvieron para meter polenta con Valverde y Camavinga (éste apretó, quiere ser futbolista) y para alguna despedida más, como la de Isco, que ha ido viniendo a menos en los últimos años. De Bale, por supuesto, no hubo noticia. Ni compareció ni se le esperaba.