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Sevilla se prepara con 5.500 policías

Casi recién acabada la Feria, Sevilla se esponja de nuevo para recibir una multitud de forasteros cuyo número se estima entre 100.000 y 150.000. Más que una multitud, dos multitudes llegadas de la Europa fría, la una de blanco procedente de Frankfurt, la otra de azul-noche, partida desde Glasgow. Muchos ya callejean por allí, muchos más están llegando. Como el aeropuerto de Sevilla no puede absorber tanto, algunos llegan por Málaga, por Faro, por Gibraltar o por Madrid incluso, completando el viaje en coche alquilado, taxi o tren. Una tormenta de hinchas nórdicos que dejará más de 60 millones en la ciudad, calcula el Ayuntamiento.

Quién sabe si en esta final hubiera podido estar el Sevilla, recobrando en su ciudad su torneo favorito. O el Betis, flamante campeón de Copa. O el Barça, al que se veía aquí una vez que se desprendió de la Champions, para luego caer la noche en que por hacerse con tres milloncetes entregó su estadio a la alegre y blanca muchachada del Eintracht, precisamente. Pero ninguno de ellos. Alemanes y escoceses se cocerán hoy en los 38 grados de Sevilla que tratarán de mitigar con cerveza, bebida hermana del fútbol. Y eso preocupa, porque ambas hinchadas, sobre todo la escocesa, tienen antecedentes. Hasta 5.500 agentes de seguridad han sido alistados para la ocasión.

Sevilla vivió algo similar en 2003, con la final entre Celtic y Oporto, que alcanzó los 100.000 visitantes, de modo que ya conoce el paño. Y se ha tomado la buena previsión de colocar las fan-zones bien alejadas, la una en La Cartuja, la otra en el Prado de San Sebastián. Pero estoy seguro de que más de uno suspirará de alivio cuando el último hincha sea reexpedido mañana de regreso a su origen. Luego tocará hacer arqueo de caja, que será jugoso, pero también reparar lo roto y limpiar lo ensuciado. El fútbol es muy bonito sobre el campo, pero no tanto en la calle cuando masas ebrias se entregan a la barbarie mostrenca.