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Mateu Lahoz: colleja de Casemiro y pasillo

En su afán por distinguirse, Mateu Lahoz se unió al pasillo que el Cádiz le hizo al Madrid. Ya lo hizo en el del Barça al Betis una semana antes, pero, claro, cuando ha trascendido es ahora. Esto de los pasillos es antiguo y nunca se le había ocurrido a ningún árbitro ponerse ahí, porque no pinta nada y porque su presencia sólo puede ser malinterpretada. Ni el domingo anterior hubo árbitro en el pasillo del Levante al Madrid ni éste lo hubo en el del Granada ante el Betis. Descartemos, pues, que haya habido alguna instrucción federativa en ese sentido. Lo hizo Mateu por su propia cuenta. Por llamar la atención. Porque le plugo.

Hace tiempo que busca distinguirse. Empezó con su arbitraje permisivo, a la inglesa, que le hizo recoger la simpatía de aficionados y prensa hartos de arbitrajes puntillosos. Pero ya tirado por esa pendiente, mezcló lo de la permisividad con arbitrar mal (véase sin ir más lejos la no expulsión de Hazard) e incrementó sus poses de ‘vedette’. Es llamativo cómo chupa cámara en el túnel de vestuarios colegueando con los jugadores célebres, cómo teatraliza su amistad con ellos. El domingo le vimos aceptando con alegre idiocia una colleja de Casemiro en el túnel, un minuto antes del hacer el pasillo. Un verdadero horror.

El árbitro es juez, no futbolista, y eso obliga a una distancia. Así que ni debe participar en el pasillo ni mucho menos exponerse a collejas campechanas de un jugador ante las cámaras. Aquí se montó el mito de que era el mejor por ser diferente y, copiando unos de otros, la bola creció y ahora es un presumido enmascarado tras una cara de beato cuya próxima ocurrencia desconocemos. Para colmo, forma con Gil Manzano y Del Cerro la terna para el Mundial, de la que la FIFA elegirá uno o dos. Este verano cumple edad de retirada, pero como el Mundial es en invierno, si le eligen lo tendremos que sufrir un año más.