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Frenkie de Jong se va de Hollywood

Dos situaciones similares han regado la ya alta hierba de la melancolía blaugrana estos días. Partidos tristes por tediosos son ninguneados por lo único que ahora interesa a la parroquia culé: las altas y bajas de cara a la temporada que viene. Una salida ya efectiva, la de Coutinho, representa fielmente lo peor de la deriva que ha llevado al Barça a esta quiebra deportiva y económica. El cromo más caro de la historia, fichado sin importar su innecesario perfil, se ha vendido, dando gracias, por una caja de antidepresivos y el pico de las variables de su fichaje a un equipo que está a su nivel actual: media tabla en la Premier.

Más penosa aún es la duda con Frenkie De Jong. El club lo ha puesto en el escaparate y no extraña a nadie: así está el Barça. Centrocampista llamado a marcar una época, apenas ha brillado como culé en media docena de partidos en tres años. Sobre él convergían las opiniones, la necesidad y el contexto; y aun así, como perseguido por la maldición que la falta de identidad supone en el Barça, se le ha visto achatado, perdido, a ratos desesperado. Si un jugador de su porte, físico y calidad no ha funcionado es por culpa de todos: entrenadores, compañeros e incluso él mismo, demasiado tímido, demasiado educado y enamorado del Barça, sin rebeldía para revertir esa perversa dinámica.

Así, no han funcionado ni los jugadores necesarios ni los innecesarios, lo cual habla claro de la política deportiva, de la idea y propósito perdidos, de la cara colección que el Barcelona decidió hacer para sustituir a todos sus mitos, jubilados o invitados a irse. Pienso que Frenkie puede salvarse, que sus cualidades son no solo aprovechables sino necesarias, siempre y cuando él dé el paso adelante definitivo, haciendo suyo al equipo, y la terrible situación económica lo permita. Hoy día el Barça no podría fichar un jugador como él, el talento no abunda en la plantilla, pero se le ve como una hucha que hay que romper, con cierta razón. O pide la bola o nadie se la va a dar.