Pasillo como espíritu deportivo, no como arma arrojadiza

Van pasando los días y el debate del pasillo en el derbi del domingo va cogiendo unas dimensiones exageradas. Nada sorprendente cuando en este fútbol se debate hasta el silencio. Pero me parece injusto el hecho de que no hacer ese acto u homenaje por parte de otros equipos al campeón pasase de puntillas en años anteriores y ahora, para algunos, según los colores desde los que se hable, se convierta en una cuestión de Estado, con argumentos que hicieron mutar mi pereza a hiperactividad a la hora de opinar del “pasillito”. No se puede señalar de acomplejado y de perdedor al Atlético por no hacerlo e, inmediatamente, dejar entrever la amenaza de que los rojiblancos puedan caer a la Europa League en el último partido de LaLiga, el Betis-Real Madrid. Claro, eso sí es señorío.

Con el respeto que me merecen todas las coherentes opiniones, yo, hombre de códigos en el fútbol, estoy en el mismo bando que estuve en los años anteriores, sin depender del rival que tenga enfrente: en el del deportista, el de hacerle el tributo a un campeón. Y no debe de ser una cuestión de vestuario. La decisión debe de ser institucional. Los jugadores se van, los escudos perduran. No es saludable utilizar un error como ejemplo. Qué pena que no aprovechemos la trascendencia y repercusión en los más jóvenes para educarlos en el respeto hacia el campeón.

Abogar por la educación en un deporte como el nuestro debería de ser siempre el primer gol, el fútbol, donde, por desagracia, tenemos normalizadas las faltas de respeto. Sea en el verde o en campos de tierra. Sí al pasillo como espíritu deportivo y no como arma arrojadiza según los colores. Es educación, no cuestión de Estado.