El mito del gen competitivo
Uno de mis mayores placeres culpables es la película Sé lo que hicisteis el último verano. Ya sabéis, un asesino enfundado en un siniestro impermeable con una capucha también impermeable (la acción se desarrolla en un pueblo de pescadores, había que dejar constancia de ello) y un gancho enorme con el que se dedica a perseguir a varios adolescentes que, en teoría, le habían lanzado al mar años antes creyéndole muerto; típica mancha en el currículum que viene fatal si pretendes dedicarte a la política años después.
El Real Madrid me recuerda a ese asesino sigiloso con más vidas que un gato con suerte, que parece sobrevivir a atropellos, ahogamientos o cualquier otra tentativa de homicidio. Cada vez que el antagonista se relaja, surge de la nada y agita el garfio con fervor. El periodismo deportivo, que es el terreno con mayor abono de tópicos de todos los jardines, recurre a menudo a la expresión "gen competitivo" para definir esa cualidad inagotable del equipo blanco. Pero, ¿eso del gen competitivo es una patraña o es algo que realmente lleve el ADN blanco, a diferencia de otros equipos? ¿Se puede ganar una competición solo con gen competitivo?
Esta temporada, el Real Madrid está siendo lo que siempre ha sido: un equipo correoso, difícil de doblegar. Pero detrás de la vocación inagotable por competir tiene que haber calidad, o el espíritu de superación se termina diluyendo. Si el Real Madrid ha ganado la Liga y puede llegar a la final de Champions, lo ha hecho aupado, entre otras cosas, por el mayor goleador de la competición nacional y la europea, Benzema. Y también lo ha hecho con otro elemento diferenciador: la calma. Cuando despuntaba en el Flamengo, en el año 2017, Vinicius decía en una entrevista que "tengo que saber esperar". En el fútbol siempre es preferible saber esperar que ir con prisa, especialmente si el equipo rival piensa que más que esperar has desesperado. Por algo el dicho más escuchado en cualquier salón, tertulia o bar de España es el: "Es el Real Madrid. Calma".