La final de Copa y el alarde de Piqué

La Cartuja albergará mañana una bonita final de Copa entre el Betis y el Valencia. Que gane el mejor. Gane quien gane, dos cosas son seguras, ambos jugarán en enero la Supercopa en Arabia Saudí y ambos recibirán por ello bastante menos que Kosmos, la empresa de Piqué. Cien años largos de historia, todos los esfuerzos para crear y mantener un equipo que llegue a la final de Copa valen menos que la astucia de Piqué, que acudió a Rubiales con una idea y se aseguró un trozo de la tarta mayor que el que se ofrecerá a los dos finalistas de mañana. Coincide, lo que son las cosas, que ambos clubes fueron los primeros damnificados del invento.

Antes del cambio, la Supercopa 2019 la hubieran jugado el Barça y el Valencia, campeones de Liga y Copa. Con el formato a cuatro entró el subcampeón de Liga, el Atlético. El subcampeón de Copa era el Barça, hacía falta otro por la Copa. Los semifinalistas derrotados fueron el Betis y el Madrid. Parecía lo suyo escoger al Betis, caído ante el Valencia, el campeón, pero se escogió al Madrid por mejor palmarés copero (y así Arabia pagaba más). El Betis no fue. El Valencia, uno de los dos con derecho de origen antes del cambio, fue tratado económicamente como el último mono. Protestó y el caso sigue en instancias judiciales.

Y a todo esto, anoche volvimos a ver a Piqué sobre un campo, en Anoeta, y comprobamos que, como bien dijo Xavi, eso de estar en lenguas le va, le da gasolina. Llegó renqueante, se retiró del calentamiento, hubo intriga, salió. Fueron frecuentes sus gestos de dolor, siempre en la ingle, se quedaba caído, se levantaba. A su alrededor sus compañeros de la defensa caían lesionados, pero él seguía ahí, al pie del cañón, como una Agustina de Aragón 2.0. Sólo en el 82’ aceptó retirarse, dando paso a Lenglet. El marcador estaba 0-1, gol de Aubameyang en el 10’, y así acabaría. El Barça pasó un quinario, pero mantiene el discutido segundo puesto.