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Partidos de vuelta

Un partido de vuelta depara a veces prodigios, casi irrealidades. Es como si de repente apareciese por el campo Godot, el que nunca llega. Las remontadas se llevan a cabo porque los milagros existen realmente. De hecho, nada hay más sencillo que un milagro. Son comodísimos para el espectador, que no tiene que mover ni un dedo. Lo hace todo el propio milagro. Es por esta razón que ningún equipo puede estar del todo tranquilo tras un partido de ida placentero, en el que el resultado le sonríe. En la historia del fútbol los milagros han adquirido condición de hechos normales, incluso anodinos. Hay demasiados. A veces se mascan a lo largo de todo el encuentro y a veces no: llegan en mitad de un minuto idóneo, perfecto, y poco después, otro. Para entonces la remontada es inevitable.

¿Pueden estar tranquilos el Madrid, el City y el resto de equipos que saldaron su primer partido de cuartos con ventaja? Sí. Quizá. Un poco. Poquísimo. Casi nada. En absoluto. Los desengaños tienen lugar muy a menudo en mitad de un estado plácido, sin preocupaciones –digamos– demasiado mortales. Recordemos que el padre de Stravinsky se murió justo después de decir "¡Qué bien me siento! ¡Pero qué bien me encuentro!". Es siempre buena idea desconfiar de las ventajas, de la prosperidad, de la satisfacción. En la casa de Rafael Azcona, cuando la familia se alegraba por algo, y eso no pasaba muy a menudo, siempre aparecía la madre diciendo, temerosa, "ya lo pagaremos".

En el momento menos pensado la vida da una segunda oportunidad. Ni siquiera se merece, pero el equipo defenestrado tras el partido de ida reivindica la vigencia del milagro mundano, y tumba al rival. A este le toca llorar, en su caso, la oportunidad perdida. La belleza y efervescencia del fútbol radica en que lo que iba a ir bien, de pronto va mal. No hay nadie que no tenga a sus espaldas momentos en los que se esfuma la ocasión perfecta de formar parte de algo irrepetible. Un partido de vuelta, al fin y al cabo, no es más que un viaje al infierno con el que no se contaba.