Estas últimas noches con Marcelo...
El Getafe llegó al Bernabéu a aburrir y a aburrirse. Fue una decepción, porque de Quique Flores, muy querido en la casa, muy querido en el fútbol en general, se esperaba algo mejor. De hecho, ha levantado al Getafe de manera brillante. Pero ayer se metió atrás, abrió el paraguas y dejó correr el tiempo, a veces con triquiñuelas dilatorias de esas que irritan al público. El partido dependió exclusivamente de lo que intentara el Madrid, que por su parte reservó a Modric y Kroos para que el martes estén frescos, porque lo del Chelsea pinta bien pero no hay que fiarse. Y jugó, no cabe duda, con la mente repartida entre el partido en marcha y el que ha de venir.
Dentro de eso actuó con honrada insistencia. Acarreó balones, buscó resquicios (Vinicius los encontró con más frecuencia que Rodrygo a la derecha), se trabajó la victoria. Pero todo en un tono aburrido, como un trámite que había que pasar ante lo que de verdad interesa, que es lo del martes. Cumplida la victoria, el Madrid mantiene la enorme ventaja de 12 puntos sobre el segundo, de nuevo el Sevilla, a falta ya de sólo 7 jornadas para el final. LaLiga se da por hecha y la ilusión se ha trasladado a esta inesperada campaña en la Champions, con el PSG eliminado y el Chelsea en la lona por la cuenta de ocho. En eso está ahora el Madrid.
Por mi parte encontré un interés singular en el partido: el de gozar una noche más del juego de Marcelo. Me temo que ya no queden muchas, se supone que este es su último curso porque el tiempo le alcanza, como a todo el mundo. Pero ahí sigue, delicioso de ver, con su optimismo y su entusiasmo en ataque, ayer en noche ideal porque el rival no salía a buscar las cosquillas por su hueco y porque el ritmo del partido le convenía. Unas condiciones perfectas para disfrutar de su fútbol artístico y alegre. Está terminando su carrera como suplente, sí, pero como suplente útil, bien preparado, con ánimo positivo cuando no juega. Disfrutémosle mientras podamos.