El Barça jugó mal, pero rascó premio

El partido de Frankfurt empezó con un tirazo a reventar de Ferran Torres al que Trapp, el meta que con el PSG se comió seis en el Camp Nou aquella famosa noche, respondió con una parada eléctrica. Aquello prometía, pero no tuvo continuidad. El Barça no se encontró en toda la primera parte y solo a medias en la segunda, a partir de los cambios y sobre todo de la expulsión de Tuta. Pero, fuera por el mal estado del campo, de lo que se quejaron algunos jugadores y Xavi (el Barça es demasiado remilgado en este sentido, hay que manejarse en distintas circunstancias) o por un mal día de varios de sus principales hombres, el caso es que jugó mal.

El Eintracht rompía el juego lento y soso del Barça con salidas al galope a las que se incorporaban muchos. Ya lo había avisado Xavi en la víspera: atacan en oleadas. Ter Stegen pasó sus apuros, Sow falló la más clara y el VAR indultó a Busquets de un penalti precipitadamente señalado por Srdjan Jovanovic. Bien indultado. Busquets, que sabía que había golpeado balón y no pierna, alejó a sus compañeros de las protestas convencido de que la revisión debía favorecerle. Así, entre unas cosas y otras, alcanzó el Barça sin daño la orilla del descanso. A esas alturas no hubiera sido injusta una ventaja del Eintracht de un par de goles.

Pero tenía que llegar y el gol local llegó al regreso, en un taponazo de Knauff a la salida de un córner. Xavi cambió entonces a Adama y Gavi por Dembélé y De Jong y se apreció cierta mejoría, que se sustanció en una doble pared De Jong-Ferran, con gol de este. Con el holandés al mando, el partido se fue equilibrando poco a poco hasta la expulsión de Tuta, que abrió paso a una superioridad final del Barça que hasta rozó la victoria a última hora. Pero digamos que, unas cosas con otras, no se puede quejar. Como no se queja el Eintracht, que dio una vuelta olímpica al final aclamado por su público. Empatarle al Barça aún es importante.