La impactante decisión de Barty

El mundo del deporte se levantó este miércoles impactado por la prematura retirada de Ashleigh Barty, la número uno de la WTA. Más allá de ella misma y de sus allegados, nadie podía imaginar una decisión así de una campeona de 25 años asentada en la cúspide, que acumula más de cien semanas al frente del ranking, y cuya última imagen en una pista nos remite a su coronación en el primer Grand Slam del curso: el Open de Australia. Si recientemente escribíamos en este mismo espacio sobre las estrellas que alargan su carrera hasta límites impensables, como son los casos de los cuarentones Tom Brady y Alejandro Valverde, la tenista representa el caso completamente contrario, el de una deportista que a una joven edad siente que ya no tiene “nada más que dar” y que quiere dedicarse a “otros sueños”. No es un comportamiento tan habitual como el de los ‘viejos rockeros’, pero haber casos, los hay. Sin aparcar la raqueta, el precedente más ilustre lo protagonizó Björn Borg con 26 años. Pero hay otros ejemplos más recientes en el deporte, como los pilotos Nico Rosberg y Casey Stoner.

Las razones que empujan a un deportista a parar su carrera en pleno esplendor son, seguramente, de carácter íntimo. Pueden estar relacionadas con la presión que hay que soportar para mantenerse en la élite. Ya hemos visto derrumbarse a otras campeonas como Simone Biles y Naomi Osaka. O, simplemente, pueden estar vinculadas a la esfera más personal, a la elección de otras prioridades ajenas al deporte. Así se deduce de las palabras de Barty, que aclara que sus sueños de futuro “no incluyen tener que viajar” ni “estar lejos” de su familia y de su casa. En el caso de un deportista de Oceanía, estos factores son más agotadores, porque pasan mucho tiempo fuera de su país o metidos en aviones. Ya le ocurrió a Stoner. Y ahora su compatriota parece seguir la misma senda.